*Cambiar para seguir igual

Hasta ahora, sigo convencido que las buenas o malas acciones las cometen las personas, sean del partido que sea. Pero los cambios en la conducta de los gobernantes no pueden darse sin la participación y muchas veces por la presión activa de la sociedad.

Los funcionarios públicos siempre tendrán la tentación de corromperse según la preparación y educación recibida. Me resisto a creer que es un mal congénito o por herencia familiar, menos aún, por simpatía o militancia partidista.

Buscando la profesionalización en el servicio público es que la ley considera el Servicio Civil de Carrera. Esto no es otra cosa que aprovechar la rectitud y experiencia de servidores públicos a la hora de conformar los equipos de trabajo en todos los niveles de gobierno.

El municipal es el que más de cerca los ciudadanos podemos considerar por cuestiones entendibles.

No ocurre esto y mucho menos en esta coyuntura en que la oferta de cambios surge de una nueva oferta política, pero en esa anhelada ambición social no hubo filtros fijados por los ciudadanos porque las reglas vinieron por el nuevo equipo de poder.

Están hoy surgiendo de manera “natural las consecuencias” y muchos aún nos negamos a aceptar.

Por supuesto que los errores y sus consecuencias no son nuevos. En la generalidad se cometen cada que hay cambios en los gobiernos sin distinguir su nivel y su origen partidista.

Pero en los municipios son más fácil de palpar por los ciudadanos y al igual que en otras autoridades, hoy se ven y se resienten con mayor claridad.

No es nuevo decirlo pero se hace necesario repetirlo: funcionarios sin capacidad para el cargo terminan siendo desestabilizadores de un gobierno.

No creo que ni antes ni ahora los funcionarios se propongan obrar mal por consigna o para debilitar y exponer a un alcalde o alcaldesa.

La falta de experiencia y en muchos casos el no tener vocación para servir, serán siempre puntos débiles para obtener buenos resultados.

Esto se repite en el actual gobierno y debe, o debiera, haber voluntad para resolver el problema.

Es común que él o la funcionaria tal en su nuevo cargo tome un espejo y se vea escalando sea como candidata a lo que sea o en un puesto superior. Una persona con tal debilidad se convierte en un gran problema, y si a eso se suma que son varios, forman un bloque de choque contra la institucionalidad de una autoridad a la que deben servir con lealtad.

Los que así se vislumbran se olvidan quien los llevó al puesto, se olvidan de compromisos de grupo y no recuerdan de qué partido salieron. Aún en su buena fe, quieren quedar bien, olvidando a quien deben hacer quedar bien.

En ese ir y venir de tentaciones influyen los grupos, y en muchos casos los regidores que por ser parte de un gobierno, se ven en poco tiempo como gobernantes.

En todos los partidos existen los grupos, en las elecciones se dividen y se compactan, y ya en el gobierno sucede un proceso similar. Algunos que llegaron cambian de partido, cambian de grupo, cambian compromisos, de lealtades y en no pocas veces hasta de pareja sentimental, porque así es el temperamento y debilidad de las personas.

Esto se repite en el gobierno actual y nada tiene que ver su origen partidista.

Y no es nuevo decirlo porque se dijo desde un inicio. El amiguismo y compromisos políticos se siguen imponiendo sin darle mayor valor a los descalabros administrativos que arroja el poner en cargos a personas sin el adecuado perfil.

No hay aquí dedicatoria alguna en contra ni en favor de nadie. Los hechos y los resultados hablan por sí solos.

 Oficialía Mayor, Tesorería y Obras Públicas son áreas que de una u otra forma suman o restan imagen y resultados a un gobierno. No es casual que estas áreas hayan tenido cambios en sus titulares de origen, y no, no son ni han sido su relación sanguínea o amistosa con la alcaldesa, más que buenos, han sido los resultados, aunque los yerros se repiten.

La seguridad pública se cuece aparte y debiera ser la preocupación mayor de todo gobierno.

Es sin duda una función difícil y compleja y por ello se han establecido reglas de confianza y control sobre quienes la conforman.

Imponer o facilitar un manejo ajeno a las normas es más que menos irresponsabilidad que se combina con la complicidad en los abusos del cargo y violaciones a la ley, justamente lo que más reprueba la sociedad entera.

En este sensible renglón se baten hoy quienes gobiernan. Debaten quien tiene la razón legal, dejando como secundario las consecuencias que empañan a la autoridad completa y que gota a gota el vaso está llegando al  límite.

No basta el deslinde si es que se intervino en la designación del funcionario que abusó del cargo, sea cual sea su nivel. La reacción debe ser más severa, más concreta, porque la debilidad es sinónimo de eso, de ser débil ante las circunstancias cuando son adversas.

Se cumplen siete meses de la administración local. Suficientes para experimentar, demasiado tiempo para esperar el sello de lo que realmente quiere hacer esta autoridad, que hasta ahora, es producto de un cambio de gobierno, no de un gobierno para el cambio.

 La soberbia y la humildad son como el agua y el aceite, si se juntan, terminan dañando la marcha del motor. La administración va caminando, no es tarde aún recomponerla. HASTA LA VISTA.