La inteligencia había sido sostén de la seguridad en México; una prioridad en los últimos tres sexenios y a la que en el 2018 se destinó 30 por ciento del presupuesto total del rubro y con la llegada de “uno de los hombres del presidente” al Centro Nacional de Inteligencia se suponía que habría aprecio por el tema.

Nada, los actuales niveles de delincuencia y la batalla campal entre las corporaciones policiacas que hoy se libran muestran que, en este gobierno, la inteligencia ha quedado rebasada por la ignorancia.


Las primeras señales del desdén hacia las labores de inteligencia que con mucho esfuerzo, inversión y adiestramiento han desarrollado los cuerpos de élite de las fuerzas armadas, fué justamente la decisión del entonces presidente electo a eliminar procesos y sistemas que procedían de otros países, que compartían información con el mundo y que se coordinaban con varias corporaciones, prefirió las versiones que hablaban mal de esos procedimientos a la comprobada efectividad de los números.


Andrés Manuel López Obrador entre diciembre del 2018 y enero del 2019 ignoró los grandes esfuerzos de las fuerzas armadas en la materia.

Abandonó la creación en la Marina de una Escuela especial en Inteligencia para labores de seguridad que apenas generaba a sus primeros egresados, un total de 571 elementos de élite con conocimientos únicos en sistemas de seguridad y planeación de operaciones contra el crimen organizado.


Tiró a la basura, la operación de la mismísima Unidad de Inteligencia Naval (UIN), creada en 2008, y que en 2018 recibió 274 millones 737 pesos para fortalecer la operatividad de los sus cinco Centros Regionales de Fusión e Inteligencia y generar instrumentos aplicables en la agenda de seguridad nacional.


Ha ignorado también a los tres mil 173 oficiales formados en la Unidad de Inteligencia naval distribuidos en todo el país con una alta capacitación en entrenamiento de pilotos de aeronaves no tripuladas, centros de entrenamiento para detectar y decodificar señales de radio, centros de formación de personal de contrainteligencia, unidades especiales para monitorear plantíos de droga desde el espacio, recursos satelitales para conformar bases de datos con información, entre otras tareas de inteligencia.
Cómo suponer que la inteligencia en seguridad está valorada por este gobierno si la propia existencia del Centro de Inteligencia Nacional parece una oficina de trámites y permisos que escasamente tiene injerencia en la toma de decisiones y planeación.

Estas labores, ahora se asignan directamente al Ejército mexicano en reuniones privadas entre el presidente y el Secretario de la Defensa Nacional, por más que el director del ex Cisen, Audomaro Martínez haya sido otrora “el hombre del presidente”.


La inteligencia como materia prioritaria de la seguridad en este gobierno ha terminado costándole a la propia Ciudad de México, un incremento en todos los delitos de enero a la fecha luego de que Claudia Sheinbaum se opusiera a la intervención de los militares en la capital por un tema meramente de imagen con sus aliados anticastrenses.


Nadie le informó a la Jefa de Gobierno que su propio antecesor, Miguel Angel Mancera quien también rechazaba la existencia de carteles en la Ciudad de México terminó solicitando urgentemente a la Marina la intervención en Tláhuac y Xochimilco donde la tarea de inteligencia permitió control de la zona en cuestión de semanas.
Cómo se puede pensar hoy en tener inteligencia de alto nivel que permita la confiabilidad de los cuerpos y la efectividad de las operaciones cuando lo primero que no se ha sabido hacer es construir una estrategia de seguridad sólida con corporaciones unidas y capacitadas.


Pero claro, para usar la inteligencia, primero hay que tenerla.