Política gourmet
El camino para construir la igualdad y no discriminación es puntual y contundente; el camino esta asfaltado por un marco ético político, que constituye el primer acercamiento del trabajo que deben realizar los servidores públicos de profesionalización y vocación de servicio al cuidado de la vida y los principios de legalidad, además de no cometer actos deshonestos o cómo expresa Enrique Dussel de fetichismo del poder, es decir corrupción, y en este sentido también la población en general deberá promover acciones para evitar las prácticas deshonestas y de falta de honradez, además de promover las acciones necesarias para alcanzar la realidad de lo posible.
La igualdad y no discriminación en el plano real, requiere de dotar de equifonía, equipotencia y equivalencia, es decir: dar la voz, el valor y poder a todas las personas, a todos los grupos sociales, sin excepción; pero igualmente se requiere de justicia social, de trabajar en la redistribución de la riqueza nacional a los grupos más desfavorecidos (personas con discapacidad, adultos mayores, personas originarias, personas con orientación sexual o identidad sexual no hegemónicas, entre otras), el reconocimiento de aquellos que aun no han sido visibles a la política pública, y desde luego, la representación de los grupos vulnerados. Pero adicionalmente a construir los espacios para evitar los mecanismos de opresión y los procesos de subjetivación que someten, controlan y disciplinan a los cuerpos en función de legitimar un modelo social, cultural, económico y político.
De esta manera la igualad, entendida no como identidad ni uniformidad, muchos menos estandarización, es decir, comporta, en primer lugar, la autonomía, la posibilidad de elegir y decidir de manera independiente, lo que involucra la posibilidad de autodesignación frente a la heterodesignación (una atribución de identidad por parte de quien ejerce el poder) (Nancy Freser, Isabel Santa Cruz, Laura Nuño, Nuria Varela).
La igualdad y no discriminación debe de entenderse en el marco de la economía y el crecimiento económico, es decir, la economía no debe ser excluyente, ni concentradora de la riqueza en unas cuantas manos, ni utilizar mecanismos de opresión de sectores poblacionales y minorías, depredador del entorno; porque desde luego que eso no es progreso sino retroceso; baste observar las problemáticas de crisis ambiental que vivimos y a las que se refiere Boff, Guattari, Clark, Capra, Leff, entre otros.
Ese poder al que me refiero, debe de comprender el conocer, el saber, de todos aquellos elementos que permitan ejercerlo como los derechos humanos y las libertades, la igualdad y no discriminación, la perspectiva de género, igualmente la interculturalidad, la cultura de la paz y el diálogo para el fortalecimiento de la convivencia social, y desde luego el trabajo ecocéntrico, o biocéntrico, que permita convivir en horizontalidad con los seres vivos sin antropocentrismo (Boff, Manfred Max)
El racismo y la jerarquización social, no puede ser mecanismo de división social; la igualdad y no discriminación debe pugnar por que debemos ser todos y todas respetuosos de los pueblos originarios, sus usos y costumbres y su derecho a la autodeterminación y a la preservación de sus territorios; y en este mismo sentido, debemos de impulsar la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres, la dignidad de los adultos mayores y el derecho de los jóvenes a tener un lugar en el mundo; rechazamos toda forma de discriminación por características físicas, posición social, escolaridad, religión, idioma, cultura, lugar de origen, preferencia política e ideológica, identidad de género, orientación y preferencia sexual, así como por cuestiones de salud.
Debemos de reconocer que requerimos de un modelo de desarrollo respetuoso de los habitantes y del hábitat, equitativo, orientado a subsanar y no a agudizar las desigualdades, defensor de la diversidad cultural, social y sexual, así como del ambiente natural, sensible a las modalidades y singularidades económicas regionales y locales y consciente de las necesidades de los habitantes futuros del país, a quienes no podemos heredar un territorio en ruinas, es decir trabajar en un modelo sostenible para esta generación y las que habrán de heredar un mundo mejor.
En estos tiempos, la igualdad y no discriminación debe ser acompañada de la creación y desarrollo de conciencia tal como no los comenta Edgar Moran en su texto Los siete saberes de la educación: conciencia antropológica; conocimiento del procesos de hominización, conciencia ecológica, el biocentro, es decir la centralidad es la vida, no lo antropocéntrico; conciencia cívica, cumplimiento de los principios de legalidad como se expresa en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la conciencia espiritual, es decir la convicción de que es más fuerte la generosidad que el egoísmo, más poderosa la empatía que el odio, más eficiente la colaboración que la competencia, más constructiva la libertad que la prohibición y más fructífera la confianza que la desconfianza; finalmente la conciencia de salud, un pueblo enfermo, sin recuperar su vitalidad, será un pueblo muerto.
Si deseamos que cambie nuestro pueblo, debemos empezar con deconstruir los mandatos de masculinidad, así como el humanismo antropocéntrico, pero igualmente debemos de hacer transmodernidad, transfeminismo, y en una búsqueda permanente del nuevo hombre, de la nueva mujer, de la nueva sociedad en la que estamos viviendo. Requerimos de nuevas prácticas de consumo, así como de intersubjetividad, sin más subjetivación, requerimos de mayor autonomía, libertad y respeto a la dignidad humana de las personas. Necesitamos de un nuevo pacto civilizatorio, cuyas bases ya se encuentran en este nuevo mandato popular y social.