EL BREXIT Y LOS INMIGRANTES

Durante la segunda parte de la década de los 70´s del siglo pasado tuve la oportunidad de ser becario en la Gran Bretaña. Como estudiante de posgrado de la Universidad de Sussex viví algunos años en Brighton, una ciudad ubicada a 100 km al Este de Londres. Fueron los años en que Margaret Thatcher ascendía políticamente con un discurso nacionalista llamando a la recuperación de la hegemonía británica. Los británicos, y en particular los ingleses, añoraban los años en los que la isla había sido el ombligo de mundo occidental.

Mientras que Thatcher abogaba por el desmantelamiento del Estado de Bienestar y proponía la adopción del modelo neoliberal que Donald Reagan impulsaba desde los Estados Unidos, en las calles de las ciudades británicas había brotes de grupos ultranacionalistas que demandaban la salida de los extranjeros que consideraban les quitaban empleos y oportunidades a los ciudadanos locales. Una masa importante de británicos ignoraba, o pretendía ignorar, que buena parte de los inmigrantes que se habían asentado en el país provenían de naciones que habían sido sus colonias hasta fechas recientes, y que habían adquirido un estatus que les permitía asentarse en la Gran Bretaña con ciertos derechos equivalentes a los de los ciudadanos nativos. Colonias estas que durante siglos habían sido sujetas de la extracción de bastosrecursos naturales por parte de los colonizadores británicos.

Los gobiernos británicos siempre vieron con simpatía, pero con cautela, la conformación de la Unión Europea. Prueba de ello es que se integraron a esa comunidad de naciones, pero nunca adoptaron al Euro como su moneda.

La decisión que los ciudadanos británicos tomaron de retirase de la UE es, como se sabe, el resultado de un plebiscito. Un plebiscito al que quienes gobiernan todavía a la Gran Bretaña aceptaron convocar porque nunca esperaron que el resultado fuera en el sentido de retirar a la comunidad británica de la UE. No debe de olvidarse que todavía horas antes de la jornada de votación organizada para los efectos, las encuestas señalaban que la mayoría de los votantes era partidaria de que la Gran Bretaña se mantuviera en la UE. Al gobierno británico, respetuoso del ejercicio democrático, le salió el tiro por la culata, como decimos en México, y ahora deberá respetar el resultado.

Resulta interesante saber que,según algunas encuestas levantadas después del plebiscito, el 65 por ciento de los votantes de entre 18 y 24 años eligió seguir formando parte de la UE, mientras quepor el contrario, entre los votantes mayores de 65 años la proporción fue casi de alrededor del 60% a favor de la salida.

Por su parte los jóvenes británicos partidarios de la UE señalan que los viejos les han arrebatado el futuro, por la otra, éstos consideran que han salvado a la Gran Bretaña de los problemas que les ha traído la integración a la UE, principalmente la inmigración masiva de extranjeros de las últimas décadas.

Las generaciones mayores a los 50 siguen soñando con los años de gloria de la Gran Bretaña Imperial: las nuevas generaciones ven la integración con el resto de Europa como la vía para la modernización y el desarrollo económico a futuro.

Vienen años difíciles para Gran Bretaña, tanto en lo económico como en el ámbito político. De entrada, hay manifestaciones importantes desde ahora en el sentido de que Escocia e Irlanda del Norte, cuyos ciudadanos votaron mayoritariamente por permanecer en la UE, buscaran promover sendos plebiscitos para lograr su independencia de Gran Bretaña y mantenerse en la UE.

Las implicaciones económicas y políticas de los resultados del Brexit deben ser vistos con cautela, no solo por los británicos y los europeos, sino por las naciones y bloques geo-económicos de otros continentes.

Además de los trastornos financieros que sin duda se sentirán en los años y meses por venir, los resultados pueden tener efectos importantes en las elecciones estadounidenses de noviembre próximo. Sin duda exacerbarán el nacionalismo de los grupos de la población más conservadores, que ven a la inmigración como un daño para su economía y sus oportunidades de empleo. No se debe ignorar que esta posición la ha abanderado a lo largo de su campaña, primero por la candidatura del Partido Republicano, y a partir de ahora por la Presidencia de los Estados Unidos, el multimillonario racista Donald Trump.

Ante tales perspectivas el gobierno y el pueblo de México deben estar alerta en cuanto a los efectos del Brexit en los procesos electorales estadounidenses, con objeto de tomar las medidas necesarias para que nuestra economía y situación interna no se vean afectadas.