OBSERVADOR CIUDADANO

¿QUIÉN MATÓ A LA GALLINITA DE LOS HUEVOS DE ORO?

Enrique Bautista Villegas

La decisión del gobierno de la República de incrementar los precios de las gasolinas y el diesel en semanas recientes ha generado un descontento generalizado entre los habitantes, sobre todo entre los conductores de vehículos automotores; a la postre el impacto de la medida afectará a todos los ciudadanos ya que desatará un incremento generalizado de precios, mientras que  los salarios y los ingresos de la inmensa mayoría de la población del país se mantendrán estancados, sino es que se siguen deteriorando como ha sucedido sistemáticamente desde hace casi cuatro décadas.

La medida constituye un acto de desesperación del gobierno que encabeza Peña Nieto ante la caída de los precios internacionales del petróleo y la reducción de la plataforma petrolera por el agotamiento de las reservas de Cantarell, Chicontepec, y Ku-Maloob-Zaap, los yacimientos más ricos que dilapidaron los gobiernos priístas y panistas a partir de la década de los 80 del siglo anterior. Sin embargo, los usufructuarios de la administración actual pretenden lavarse las manos atribuyendo el hecho a “factores macroeconómicos de origen externo”.

Vale recordar cómo y porqué se originó esta decisión coyuntural que tiene enojados a la mayoría de los ciudadanos, pero no solo en el contexto de la actual administración, sino desde que se inició el proceso desnacionalizador de los recursos no renovables de nuestro subsuelo; en este caso los petroleros. Este proceso ha sido calificado por los que lo conocen como la matanza, o en palabras de Andrés Manuel López Obrador el  despescuezado, de la gallinita de los huevos de oro.

Resulta que en 1973, cuando se generó la primera crisis mundial por desabasto de petróleo, México contaba con una industria petrolera en pleno crecimiento y consolidación después del difícil trance de la expropiación que decidiera el Presidente Lázaro Cárdenas 35 años antes. Petróleos Mexicanos había construido un importante número de refinerías y había desarrollado una tecnología propia, gracias a la creatividad y aportaciones de ingenieros mexicanos, preparados principalmente en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y en la Universidad Nacional (UNAM), a través de la propia paraestatal y del Instituto Mexicano del Petróleo; todavía no eran protagonistas los egresado del ITAM, MIT, Yale y Harvard.

La crisis petrolera de octubre de 1973 se originó por el embargo del hidrocarburo acordado por los países árabes que habían conformado una década antes, con la participación de otros países petroleros, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en contra las naciones que habían apoyado a Israel durante la guerra de Yom Kipur. Los precios del barril antes de que el embargo se declarara ascendían en los mercados internacionales a tan solo EU $3.00 dólares a precios corrientes; para principios del año siguiente estos se habían cuadruplicado y llegaban a los EU $12.00 dólares. En 1979 se dio la llamada segunda crisis del petróleo, originada por las revueltas sociales en contra del Sha de Irán, que llevaron a su caída y el posterior conflicto bélico entre ese país y su vecino, Irak. Estos hechos redujeron de manera importante la participación de ambas naciones en la oferta de petróleo en los mercados internacionales, originando que los precios se elevaran hasta EU $39 dólares por barril.

El incremento en los precios internacionales del petróleo de 1973-74, significó ya desde ese momento una oportunidad para que México iniciara la expansión de sus trabajos de exploración y explotación de petróleo, hasta entonces detenidos por incosteabilidad. En esos años el Gobierno de la República hizo público el anuncio de que el país contaba con reservas probadas superiores a los 60 mil millones de barriles, cuyo aprovechamiento traería el ansiado crecimiento y desarrollo para los mexicanos.

El gobierno contrajo importantes adeudos externos para construir y desarrollar la plataforma de extracción y transformación petrolera. Los incrementos en los precios internacionales del hidrocarburo, propiciados por la segunda crisis petrolera, derivaron en el entusiasmo desmedido del gobierno de México durante el período 1976-82; de allí la tristemente célebre frase del entonces Presidente José López Portillo: “Debemos aprender a administrar la riqueza”; cuestión que obviamente los sucesivos gobiernos no hicieron.

A partir de 1982, con la llegada de Miguel de la Madrid al poder, y desde entonces hasta los días actuales las prioridades cambiaron. Con la adopción del modelo de desarrollo neoliberal, la prioridad ya no fue que Pemex y sus técnicos continuaran con el desarrollo de la industria petrolera nacional, la construcción de refinerías y de complejos petroquímicos; es decir, de agregar valor al crudo para atender las necesidades del país de productos refinados y vender al exterior los excedentes. La prioridad se transformó en extraer el mayor volumen de crudo posible y venderlo al mejor precio en los mercados internacionales. Desde esos años no se construyó en México una sola refinería, se cancelaron lo programas de desarrollo de la industria petroquímica, y se detuvo la investigación y desarrollo de tecnología petrolera y petroquímica que estaban generando los ingenieros mexicanos en Pemex y en el Instituto Mexicano del Petróleo.

La prioridad era, y sigue siendo, obtener el mayor volumen de ingresos a corto plazo sin menoscabo de la ineficiencia económica y de la dilapidación de los recursos nacionales.

La manera de transferir la rentabilidad de Pemex al gobierno de la República se instrumentó a través del cobro de una amplia variedad de conceptos como derechos e impuestos especiales. Esta práctica significó que siendo Pemex durante por lo menos dos décadas una de las empresas más rentables del mundo, a partir de la utilidad bruta que generaba, nunca contó con recursos para financiar su crecimiento, ya que desde entonces ha sido literalmente exprimida de sus utilidades por la vía  del cobro excesivo de impuestos y derechos, además desde luego de los hampones que manejan sus sindicato y de funcionarios inescrupulosos y corruptos.

Paralela y contradictoriamente, los ingresos fiscales que Pemex le generó al país nunca sirvieron para generar el desarrollo esperado. Sirvieron en su lugar para subsidiar el pago de impuestos de los más poderosos grupos económicos, tanto de México como trasnacionales, que han sido beneficiados sistemáticamente con regímenes especiales de tributación y exenciones extraordinarias, ahondando la polarización en la distribución del ingreso; los ricos cada día más ricos y los pobres cada día más y más marginados. Los impuestos y derechos cobrados a Pemex llegaron a aportar en años recientes casi MN $0.40 (cuarenta centavos de cada peso recaudado por el fisco).  Sirvieron para permitir el crecimiento ineficiente del aparato burocrático del gobierno en todos sus niveles, para pagar salarios excesivos y bonos injustificables a funcionarios innecesarios y redundantes, a ministros de la corte, a diputados y senadores, y a sus séquitos de asesores y ayudantes, a los partidos políticos, y a una multiplicidad de organismos que se han inventado en últimos años. Sirvieron para transformar a los diferentes niveles de gobierno en los primeros empleadores del país ante la incapacidad de crecimiento de los sectores productivos dada: la falta de apoyo, infraestructura, estímulos y mercado. Sirvieron para enriquecer a millares de oportunistas; contratistas de la construcción, bancos y banqueros, despachos de asesoría, que se enriquecieron brutalmente en un sexenio, o de manera fugaz. Sirvieron, en síntesis para estimular la corrupción, se dilapidaron, se los acabaron.

Hoy, resulta que el gobierno señala con el mayor de los cinismos que importamos más del 50 % de las gasolinas, pero no señala que ni el actual ni los anteriores tuvieron la intención, o la capacidad, de construir una solarefunería o fortalecer las existentes para producirla aquí. Hoy nos dicen que el gasolinazo se debe a factores externos y que la gasolina sigue siendo más barata en México que en la mayor parte del mundo. Lo que no nos dicen es que México fue y sigue siendo un país que extrae petróleo de su subsuelo, y que el petróleo debió ser un instrumento para el desarrollo nacional,  mientras que los países donde la gasolina es cara, nunca han contado con recursos petroleros. Y no contentos con ello, nos siguen prometiendo que la inversión extranjera y la tecnología de las empresas que llegarán con la reforma energética a extraer el petróleo de aguas profundas, propiedad de la Nación nos sacarán de pobres. ¿Quién les cree?

Ellos y solamente ellos, los gobiernos neoliberales que han administrado este país de 1982 a la fecha, son los únicos y exclusivos responsables del gasolinazo, de la crisis que azota a México y a su población. Que no pidan comprensión y solidaridad, si ya nos acabaron. Ya mataron a la gallinita de los huevos de oro.

La única posibilidad de levantarnos, que desde luego que lo haremos, es construyendo una sociedad solidaria y unida, de la que hasta ahora hemos carecido. Una sociedad que anteponga el interés colectivo y propio a los espejitos de colores con los que hasta ahora nos han venido deslumbrando.