Uruapan, Michoacán, 24 de marzo del 2019

Inicie este diálogo hablando de adolescentes y derivó hacia padres divorciados y sus hijos… Hoy hablaré sobre la conexión de un mal noviazgo con un irremediable divorcio.

Soy de la idea de que el proceso de divorcio empieza con una mala selección de pareja por parte de uno de los cónyuges o de ambos; es decir, el divorcio inicia desde el noviazgo, si es que lo hay, o desde las razones equivocadas que nos llevan al matrimonio, una de ellas: un embarazo no deseado. Un viejo amigo de la familia me dijo cuando yo era un chicuelo: -Cuando pienses en casarte, Santiago, imagina a la futura pareja zurrando; si después de esa imagen el cariño sigue, entonces es la persona indicada. Lo sé, suena a chascarrillo pero no lo es; con la pareja vamos a compartir sexo, aventuras, diversión y paternidad, ¡sí!, pero también enfermedades, problemas económicos, crisis familiares, los naturales cambios de cualquier persona (lo que nos hace diferentes a las personas que éramos cuando nos casamos) y la irremediable vejez que puede incluir pañales desechables, es decir ¡Vamos a compartir todo! y debemos estar preparados para ello, con la certeza y compromiso de seguir manteniendo la llama del amor, la ternura, el respeto, la diversión y el sexo rico… ¿Si no es así?, mejor no casarse, no es la persona indicada.

Como sé que nadie me va a hacer caso porque la raza humana es estúpida, entonces lo divorcios continuarán “in crescendo”… Pero ojo, no todos los divorcios son iguales; por simplicidad y espacio los voy a dividir en dos: 1- Cuando la pareja se separa respetuosamente y logran mantener un buen recuerdo del tiempo compartido, y 2.- Cuando se separan agarrados de la greña, mentándose la madre y viendo como jode el uno al otro bajo la premisa de que: “No hay pique cuando hay desquite”… En el primer caso nada pasa, cada uno toma su camino y el otro acepta la nueva realidad, asumiendo el matrimonio roto como experiencia de vida, el trato con los hijos es respetuoso al hablar del “ex” y no se usa el divorcio como justificación para ofender, devaluar o molestar a la expareja.

En asuntos que les atañen a ambos, como educación, enfermedades de los hijos o su manutención, hay diálogo y siempre anteponen el interés de los peques sobre el deseo de quejarse, echar culpas o agredir y sobre el propio interés (cuando menos así debería ser)… Les comparto: después de mi primer y respetuoso divorcio en 1982 (Tengo dos)… ¡No!, yo no me equivoqué al escoger pareja, ellas fueron las que se equivocaron al escogerme a mí…

Decía que después de mi primer divorcio, mi hija la mayor, en aquel tiempo de 13 años, llegó llorando porque en su escuela, sus compañeritas le habían dicho que ya no tenía papá… Cuando la escuché, me reí y le pregunté: -¿Qué ya me morí?, su carita de ternura, al darse cuenta del despropósito de aceptar que ya no tenía papá, sigue en mi memoria; enseguida la dije: -Dile a tus amiguitas en la escuela, que sí tienes papá, pero que además, a diferencia de ellas, tú tienes dos casas, la de papá y la de mamá, ellas en cambio nada más tienen una. Nunca la volví a ver triste con ese tema y todavía hoy, en el 2019, ella tiene papá regular (yo) y una excelente madre que ya es abuela, que se tratan con respeto…

En el segundo caso es cuando vienen las broncas, cuando hay resentimiento, rencor y ganas de agredir o cuando el tema hijos o el tema económico es problema. Un divorcio fincado en el conflicto es un viacrucis en donde los hijos quedan en medio, y todo parte de una expectativa equivocada de uno o de ambos cónyuges, respecto a lo que debe ser y como debe comportarse el otro… Hago un paréntesis para explicar, que desde mi punto de vista, el cimiento del amor no es la atracción, ni la calentura, ni la confianza, ni la comunicación; el cimiento del amor, en mi opinión es: ¡El respeto!, pero ¡aguas!, ¿qué es el respeto?… Parto de mi definición: “Respeto es la aceptación total de la persona amada”… ¿Aceptación total?… ¡Sí!… ¿Y si es borracho o mujeriego?… Ámalo y acéptalo borracho o mujeriego… ¿Estás loco?… ¡No!, no estoy loco, en todo caso, quién está loco es quién acepta casarse con un borracho o mujeriego al que no acepta; y peor: quién acepta casarse con un borracho o mujeriego, esperando que cambie, ese ¡Ese esta idiota!… Para eso es el noviazgo, para conocer a la persona que pensamos puede ser nuestro compañero de vida. Si consideramos el noviazgo como un permiso para el “abacho becho” o como un sistema de apartado para que la otra persona no salga con otros, pues estamos bien tarugos; el noviazgo es para conocerse con la intención de formar una familia, y si no lo hacemos, no nos moleste que la otra persona no sea como queremos; ni le hagamos responsable de nuestra tontería y ¡Por favor!, no pretendamos que cambie.

Conclusión; el asunto de seleccionar pareja, dada su importancia y trascendencia (sexo, vida, hijos, hipotecas, enfermedades, vejez, etc.), merece le dediquemos más tiempo que el que dedicamos a comprar un coche o un vestido, si lo hacemos bien, tendremos una buena vida, si lo hacemos mal, saldremos raspados, nosotros y muchos de nuestros seres queridos… ¡Así de sencillo!

Un saludo, una reflexión.

Santiago Heyser Beltrán

Escritor y soñador

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