Poder y dinero
La lectura de todas las encuestas es muy clara: las tendencias favorecen a Eduardo Ramírez, presidente de la Junta de Coordinación Política, en el proceso interno de Morena. Al mismo tiempo, su ventaja es potencialmente holgada; le lleva, ni más ni menos, más de 25 puntos de diferencia a su compañera de fracción en el Senado de la República. De hecho, los resultados que ha divulgado la encuestadora Demoscopia Digital, permiten ver el trecho tan grande. Sobre ese rubro, todos los especialistas que han tocado el tema concluyen que, en la selva chiapaneca, la sociedad ya tomó una decisión.
Incluso, son datos que, ante la vista de todo el mundo, son muy claros de interpretar. Además de ello, no sería suficiente la marca del partido si, en determinado momento, se asienta un golpe sobre la mesa. Es decir, que Morena se decida por una mujer. No se trata, está plenamente justificado, de un tema de género. En otras entidades, por ejemplo, hay mujeres muy competitivas, como el caso de Veracruz y Morelos; la cuestión es que, en el sur del país, simplemente no. De hecho, el único protagonista que ha generado las condiciones y tiene la fuerza política en sus manos, es Eduardo Ramírez.
Por ese motivo no han bajado la guardia para meter presión interna en el tema de género. Hasta este entonces, no hay punto de comparación: Eduardo Ramírez es muy superior ante cualquier cuadro, sea hombre o mujer. En los propios careos o mano a mano, el Jaguar Negro supera a todos los aspirantes que pasaron a la recta final. Su ventaja, ya lo dijimos, representa algo así como un margen de 3 a 1. O sea, no hay forma de superar esa proporción a estas alturas en que falta una semana. Es, de manera sencilla, un triunfo cantado y una victoria en las manos.
Sin embargo, ha trascendido y se ha ventilado a la luz pública que, desde el cuarto de guerra del Jaguar, hay preocupación por el tema de la encuesta. Temen que, de manera unilateral, se incline la balanza por otro perfil que, dicho sea de paso, no lo merece. Por esa razón, se espera que pase cualquier cosa por los antecedentes de una metodología que, a lo largo de algunos años, ha tenido claroscuros.
Si ese fuese el caso, podría existir un rompimiento en el seno morenista. Es decir, si no hay voluntad política para respetar la determinación de las mayorías que demanda democracia, el Jaguar Negro, como le conocen, puede tomar una decisión y, de paso, buscar otro vehículo de participación. Tiene, entre muchos atributos más, el respaldo de la inmensa mayoría de la población civil de Chiapas. De hecho, lo ha demostrado en cada presentación y espacio público donde se presenta. Visto desde ángulo, la pelota está en la cancha de la dirigencia nacional para evitar una rebelión interna que, para ser más prácticos, acote la posibilidad del triunfo del lopezobradorismo.
Y la pregunta es: ¿Morena asumirá el costo político de un rompimiento de esa naturaleza? En caso de ser así, dirán y se justificarán en el tema de género y muchas otras cosas más, sin embargo, eso provocará, si llega a suceder, un agujero profundo y una división muy marcada. Algo así como lo que pasó en Coahuila. La cuestión es que, en ese sentido, Mejía no es Eduardo Ramírez. El Jaguar, por mucho tramo, es un liderazgo consagrado a lo largo y ancho de Chiapas. Es más, se ha convertido en un fenómeno social que, además de ganarse el cariño de la gente, tiene una plataforma social orgánica que puede presumir.
Por esa razón, Morena tiene en sus manos evitar una hecatombe en Chiapas. Es decir, una división si se llega a consumar un golpe sobre la mesa en un abrir y cerrar de ojos, a sabiendas de que, de pies a cabeza, Eduardo Ramírez domina todas las encuestas de opinión en Morena. Sin embargo, dicen lo que saben que, de llegar la dirección del partido a un escenario de esa naturaleza, el Jaguar Negro, como lo conocen, tiene un plan B para llegar a la gubernatura de Chiapas.