Libre expresión
El coronavirus llegó. En todo el mundo, jefes de gobierno y de Estado han pronunciado discursos con tono alentador para tranquilizar a la población; también, con el objetivo de garantizar la seguridad y la salud general, han tomado medidas necesarias para frenar la propagación y evitar un daño potencialmente mayor. Sin embargo, mientras el temor e incertidumbre han obligado a las sociedades a tomar medidas de prevención y darle seriedad a la situación, el gobierno de México ha vuelto a demostrar la singularidad que le ha llegado a caracterizar; esa laxidad, ocurrencia e improvisación que a millones de mexicanos empieza a avergonzar y a preocupar cada vez más.
En estas últimas semanas, los ojos de la comunidad internacional han volteado a ver a México no por el liderazgo de la figura presidencial, sino por la irresponsabilidad de cara a la emergencia de salubridad; han virado hacia este país no por las acciones de Estado que se han tomado, sino por las recomendaciones absurdas que se han dado. Frente a la distancia que se debe guardar, la invitación a seguirse abrazando por parte del Ejecutivo Nacional. Frente a la recomendación mundial de utilizar el gel antibacterial, la precisión de que no es sino la honestidad lo que podría al virus frenar. Frente a la rigurosidad científica general, la creencia espiritual de que con la plegaria “detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo” la enfermedad se retirará. Por si no fuera suficiente, servidores públicos de MORENA también han expresado y sacado a relucir sus mejores argumentos para enfrentar esta pandemia mundial. Ahí esta el Diputado Federal, Gerardo Fernández Noroña, para quien el miedo es irracional pues deberíamos estar tranquilos de irnos a encontrar con nuestra divinidad. El gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, quien precisó que son los ricos lo que se contagian mientras que para los pobres existe inmunidad. O el subsecretario Hugo López-Gatell quien salió a decir que Andrés Manuel no tiene fuerza de contagio porque su fuerza es moral para poder justificar las giras que el presidente no quiere parar.
A lo largo de estos ya pesados y cansados 16 meses que lleva como mandatario, Andrés Manuel ha expresado el desprecio por la técnica y la capacidad, la existencia de otros datos frente a la verdad y la poca importancia que le da al contexto internacional. No obstante, hoy la realidad toca la puerta de Palacio Nacional exigiendo la dejen pasar. Y es que las cosas no pintan bien al alzar la cara y ver el panorama. Un panorama económico que los expertos vislumbran como severo e incierto, no solo por el impacto externo sino por lo que se ha hecho mal en el terreno interno. La caída en el precio del petróleo global, la desaceleración mundial, la caída de las exportaciones general, las bajas tasas de desempleo brutal, la baja calificación soberana para invertir y la estimación de un crecimiento del -7% como país, traen consigo incertidumbre e inseguridad sobre el futuro nacional.
Por ello, en estos momentos en los que se invita a la unidad, es imposible hacerlo alrededor de la figura presidencial por lo mucho que ha dejado a desear; sin embargo, la unión deberá ser como sociedad pues sin duda hará falta en los siguientes meses que habremos de enfrentar. No todo está perdido, ahí están los bancos, los empresarios, la sociedad civil y los gobernadores en diversos estados reaccionando. El gobierno federal ha demostrado incapacidad, pero sabremos anteponernos a ella sin dudar. Como dijo Andrés en conferencia de prensa, los mexicanos somos mucha pieza.