San Agustín, Santo Tomás, Freud, DDHH.

 
El año 100 a.C. hasta el siglo V, se da el inició de la no aceptación de la homosexualidad como una práctica sexual; del siglo V al XV, en la Edad Media se generan las condiciones para el sometimiento del cuerpo tanto por la vía del pecado como por el delito. Altar y gobierno someten y disciplinan a los cuerpos en su sexualidad.
San Agustín (354/430) obispo de Hipona, en su libro las Confesiones, expresa un aborrecimiento a los actos homosexuales; sostenía que el coito solo era legal en el matrimonio e insistía en que el placer sexual marital no debía aprobarse. También era un hombre misógino que afirmaba “el cuerpo del hombre es tan superior al de una mujer como lo es el alma respeto del cuerpo, que un hombre use su cuerpo como una mujer era socavar la superioridad masculina así como someter el pecado que se castigó con las llamas de Sodoma” y fustiga,  el delito nefando es contra la naturaleza y debían castigarse.
En tanto que Tomás de Aquino (1225/1274), en su libro Summa Theologiae, considera la naturaleza como piedra de toque de la ética sexual católica romana. Clasifica los pecados contra la naturaleza como una especie de lujuria, es decir el deseo excesivo y descontrolado (la templanza de Platón); la lujuria subvierte el orden natural y la razón, los que dictan que la procreación es el único fin apropiado de la relación sexual, quienes usan la lujuria son calificados de antinaturales.
Así las relaciones sexuales entre hombres como práctica antes que como identidad sexual, continúan siendo adoptadas en este siglo XXI como pecaminosas por los grupos fácticos y que profesan dogmas.
Entender el concepto moderno de la homosexualidad, nos plantea ir a los entretelones del siglo XIX y XX, ahí mismo donde nace la ciencia sexual, tal como lo comenta Michel Foucault; y nace en Alemania la palabra homosexual en 1869. La homosexualidad, una práctica sexual con distintas identidades, la cual fue vigilada y castigada como pecado, como enfermedad física y mental, como delito ahora en más de 80 países.
Arnold Davidson en su libro La aparición de la sexualidad expresa: de 1890 a 1930, la etiología de las enfermedades mentales se deslizaron de la patología del cerebro a la hipótesis de una disfunción del instinto sexual; pero no hubo una discusión seria y científica  sobre el concepto de instinto sexual, orientación sexual o bien preferencia sexual como tal, éste se asumió  como un hecho natural, y desde luego en el instinto mismo se generó la posibilidad de la desviación.
La asociación entre enfermedad y mal funcionamiento sexual traspasó las fronteras médicas y se instaló socialmente; a la población le quedaba claro que cualquier desviación o expresión erótica al instinto sexual que debía ser reproductivo entendido por un designio divino y natural, había de ser rechazado (como lo fue durante la Edad Media con la sodomía).
De esta manera, científicos, clero y la sociedad creyente, todos alineados, establecieron sus criterios de lo que era lo políticamente aceptable para la sexualidad;  con ello surge la lógica de la salud mental de la persona y el desarrollo de la clasificación  psiquiátrica de aquellos que no la tenían y se les denomino durante inicios del siglo XX como masoquistas, sádico, homosexual o fetichista.
En este razonamiento psiquiátrico/moral se inventó el concepto de perversión para señalar todas aquellas expresiones sexuales que no estaban encaminadas a la procreación. La perversión es un concepto anclado al vicio, maldad y trasgresión y legitima la construcción de la norma sexual y de su gobernabilidad cuando se piensa en su ejercicio a través de la unión llamado  matrimonio monógamo, patriarcal, falocrático y religioso, cuya función social es la procreación; quien no lo practique será un depravado.
He sido un admirador desde siempre de Michel Foucault; Jesús Armería, un compañero de trabajo  dice, “ maestro que facilidad para dar respuesta a las cuestiones de poder, control y disciplina  social con los planteamientos de Foucault”, tiene razón, para mí y creo que ahora para él también, claro influido por quien esto escribe, Michel  Foucault nos deja un gran legado no solo histórico, sino filosófico de la etapa Victoriana para comprender el sometimiento del poder psiquiátrico a partir de que dicha disciplina logra clasificar, vigilar y castigar las conductas que se desvían de lo esperado por la mayoría, siendo esta función la abanderada del discurso del bien y de la verdad. Al poder le interesa el control del cuerpo dócil, y lo somete si se deprava por la vía de la enfermedad, de la cárcel o bien del espacio psiquiátrico.
Freud logra romper con este modelo psiquiátrico patologizante y positivista, pero que además es globalizante, es lo mismo para todos y todas; Freud plantea atención de caso por caso donde los síntomas hablan y nos revelan un goce y disfrute que ningún neurólogo podría localizar.
Así el método psicoanalítico hace emerger  un cuerpo gozante que disfruta, que se usa para el goce  pleno y satisfacción y que es de una dimensión diferente a la médica o a la moral de inicios del siglo XX. De esta manera Freud colapso lo normal de dos sexos a partir de entender el instinto y su objeto erótico.
Eso concluyo frente a estudios de género y otros avances científicos en los años setenta, quitando del DMS la homosexualidad como enfermedad, años más tarde lo retiraría también la OMS en los años noventa. A 26 años de aquella declaratoria se continúa pensando por grupos conservadores y eclesiásticos que los homosexuales están enfermos porque son depravados señalándolos como anormales y antinaturales.
Gracias a Freud el placer es signo de la modernidad occidental; pese a ello, los grupos conservadores consideran que el placer entre pares continua siendo una depravación y un planteamiento que atenta contra lo normal y natural del concepto de matrimonio, familia, y adopción, y con ello, un debate innecesario que ha generado discurso de odio y ha impulsado a que diversas expresiones de intolerancia se manifiesten físicamente violentando y asesinando ya en Acapulco a la Señorita Gay, en un Bar gay de Xalapa, o aun estilista en Veracruz, en Zamora a una joven transgénero, o bien en días pasados a una mujer lesbiana en Monclova y un joven en Centla, Tabasco, desde luego que en Aguascalientes.