Libros de ayer y hoy
Layda Sansores es la gobernadora de Campeche, es el cargo que ostenta, pero no el que honra, pues igual un día prepara una coreografía, como otro lo dedica a escribir una oda al presidente de la república. Uno de sus productos más acabados es la colorida Hora del Jaguar, un programa de variedades que sirve para polarizar a la sociedad campechana y subir a enemigos, amigos y mirones a la picota del escarnio.
Layada es hija de Carlos Sansores, un belicoso exgobernador y ex dirigente nacional del PRI. Ella salió del tricolor cuando no le concedieron la candidatura al gobierno de su estado, pero eso no la desanimó, e intentó, en cuatro ocasiones y por diversos partidos, sentarse en la silla que ocupó su padre. Lo logró en 2021, con poco más del treinta por ciento de los votos totales. Su linaje y arrebatos cayeron bien al obradorismo y la impulsaron a crecer en el ahora bando morenista. Hay que recordar que, en esas huestes, importa más la lealtad que la capacidad, y en lo primero la campechana ha dado muestras que llegan a lo sublime.
Desde hace semanas, en el otrora tranquilo estado, se vive una crisis. Es claro que Layda apuesta a que el tiempo solucione el conflicto y tal vez suceda; pero su imagen y la capacidad de gobernar, quedaron minadas por la intolerancia ante la crítica y la poca empatía con los reclamos legítimos de una población que, de manera pacífica y ordenada, ha mostrado su solidaridad con las y los policías de la comunidad.
Dice el 18 Brumario de Luis Napoleón, que la historia se repite dos veces, la primera como una tragedia y la segunda como una comedia. Guardando la distancia de personajes y contextos, hoy Campeche padece un gobierno que emula “Ensalada de locos”, aquel programa de Lechuga, Suárez y El Loco Valdés.
En síntesis, el conflicto se desarrolla de la siguiente manera: el gobierno realiza un operativo en una prisión estatal para trasladar a varios reos a otra de carácter federal, todo termina mal, y los elementos que participaron en la acción, sobre todo las mujeres, estuvieron en grave riesgo y varios quedaron con lesiones severas. Policías de ambos sexos protestaron y fueron reprimidos, la población salió en defensa de ellos y el pasado sábado se realizó la tercera marcha de apoyo; participaron más de 20 mil personas que caminaron varios kilómetros.
A Layda la salva, por el momento, la memoria de su padre, el control que tiene sobre el Congreso y el apoyo de Obrador; sin embargo, ya perdió su paso por la historia. En su sentencia queda consignada su frivolidad, la soberbia con la cual juzga a los demás, la misoginia con la que se dirige a las mujeres y su ineptitud en el gobierno; pero, sobre todo, su pésima vena poética, que dicen, evoca a Nerón. Sus ridículas y chabacanas coreografías reviven aquellos ejercicios dancísticos que, según la leyenda, efectuaban las tribus caníbales de la polinesia.
Gobernar es cambiar una realidad adversa o conservar el bienestar, y esto es incompatible con la venganza, el desorden, los intereses de grupo y la ambición personal. Layda no llegó a gobernar, lo suyo es la revancha y el odio.
En fin, nada es para siempre, pronto la Sansores y su equipo se mudarán a otra ciudad y dejarán historias parecidas a las que se cuentan de los dictadores de países bananeros. La ofensa para Campeche es grande, a un pueblo de cultura y trabajo le cayó de pronto un gobierno de chunga y matraca.