La frase de que en política no hay casualidades encierra una gran verdad. La simple ausencia o presencia siempre tienen sentido, pero cuando esto ocurre en coyunturas consideradas importantes el protagonismo debe entenderse como la manifestación contundente y clara de la intención política.

No fue una ocurrencia sin sentido o pura casualidad la aparición pública de Elba Esther Gordillo justamente el día en que se inauguraba el ciclo escolar 2018-2019, ni tampoco que ocurriera el día en que se formalizara la transición formal de la administración pública federal. El mensaje que dio en rueda de prensa, independientemente del contenido explicito de su discurso en el que abordó el tema de su “inocencia” legal y el “derrumbe” de la reforma educativa, mandó una señal inequívoca a la clase política y al magisterio mexicano: ella será interlocutor vital, imprescindible, para rediseñar el rumbo de la educación y del sindicalismo magisterial.

El trato conciliador que le han dado el propio presidente electo y su círculo más cercano debe tomarse en cuenta para que nadie se diga sorprendido.  El que  le haya merecido una opinión generosa en términos legales, al considerarla “inocente”, y que haya guardado silencio absoluto con respecto al ominoso significado político de su pasado y que públicamente se le reconoce, debe entenderse como un pase de cortés bienvenida.

El aplomo con el que se presentó la lideresa, o supone una profunda candidez luego de pasar 5 años en la cárcel, -la cual no va con su enorme experiencia-, o supone una decisión consensuada con quienes dirigirán los destinos de la república los próximos seis años, y quienes bajo la mesa habrían dado luz verde para que con su activismo vaya en pos de la dirigencia nacional del SNTE. De otra manera la maestra no se expondría a una nueva paliza proveniente de quien ha ganado una elección de manera arrolladora y tiene la fuerza y legitimidad para borrarla del escenario político y educativo.

Si la maestra Gordillo ha dicho que va por el SNTE es porque sabe que no encontrará obstáculos en la nueva administración y porque muy probablemente le facilitarán ese propósito desde las altas esferas del gobierno y desde luego de la Secretaría de Educación. No lo haría si no tuviera el beneplácito superior pues ella sabe jugar muy bien ese juego, conoce las reglas, no se expondría a una nueva defenestración y a otra derrota. El realineamiento creciente de los liderazgos nacionales y estatales en torno suyo dejan entrever la operación de una gran cargada para  en el menor tiempo posible recuperar la dirigencia formal nacional, tal vez no para su persona pero sí para algún personaje de entre los que la siguen en la corriente que ella jefatura.

Tendrá que realizar una recuperación relámpago para estar a tiempo en las mesas que decidirán el rumbo de la reforma educativa obradorista. En el contenido de la reforma en ciernes, ella lo sabe, estará marcado el destino del sindicalismo, el destino de su liderazgo, de las prácticas sindicales y de los métodos de control y de legitimación.

Para dónde le dará la reforma educativa es una incógnita que comienza a resolverse si se atienden las señales precisas, la primera el origen y posicionamiento del que será Secretario de Educación y la trayectoria y creencias ideológicas de quienes formarán parte del gabinete educativo; la segunda, la calidad de los vínculos del presidente electo con las dirigencias sindicales tanto del SNTE como de la CNTE.

De ello dependerá el alcance de la propuesta del electo de cancelar la reforma educativa, como se lo dijo al presidente saliente. En términos absolutos se pensaría que ello significa suprimir todos los contenidos de la reforma de 2013 y, en su caso, quedarse con el andamiaje jurídico previo o diseñar uno nuevo. Si sólo se suprimen algunos contenidos o se agregan otros dependerá de la difícil y conflictiva relación que se establecerá durante la consulta entre las posiciones altamente divergentes de la CNTE, el SNTE, Mexicanos Primero y otros grupos de la sociedad. Pero en lo que no queda duda es que en esas definiciones estará la mano pesada de la maestra Elba Esther Gordillo que jugará, sin dudas, del lado del presidente electo. No hay casualidades.