Última llamada
Las dificultades financieras por las que atraviesa la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y el actual conflicto generado por el ya tradicional Movimiento de Aspirantes Rechazados, me traen a la mente el tema de la obligación estatal de la gratuidad de la educación superior en Michoacán, logro de la izquierda michoacana, que muchos de sus representantes presumen con orgullo, al ser nuestro Estado el único en el país que contempla dicha obligatoriedad.
Sin menospreciar lo justo o no de la medida, ni de las aspiraciones de nuestra juventud, es importante analizar que esta singularidad que les enorgullece puede ser debido a la inviabilidad financiera y hasta social de la medida.
La inviabilidad financiera es obvia, nuestras escuelas de estudios superiores públicas, no solamente la UMSNH, previamente a esta medida populista ya aquejaban problemas financieros, lógicamente hoy día sus crisis financieras se han agravado, reflejándose en su calidad educativa y las de sus egresados.
En lo que respecta al tema de la inviabilidad social, este es mucho más complejo, porque radica en el hecho de que una sociedad no puede estar integrada en su totalidad por profesionistas, no, para su correcto funcionamiento tienen que existir eficientes técnicos, maravillosos artesanos y expertos en los más diversos oficios que la humanidad ha desarrollado. Tan importante y digno es el trabajo de un contador público como lo es el de un cerrajero o el de un técnico en elaboración de prótesis.
En el trayecto al bien común de una sociedad moderna y progresista, la idea es que todos tengan las mismas oportunidades, no el mismo destino, y que las brechas entre el más exitoso y el menos exitoso sea mínima. En otras palabras, debemos luchar por un mundo equitativo que distribuya oportunidades conforme a las capacidades y esfuerzos de cada ser único, mas no por un mundo igualitario.
Dejando las utopías y regresando a nuestra realidad, considero que la gratuidad de la educación superior en Michoacán ha generado más conflictos que beneficios, ya que dicha condición causa un problema estructural que impide ampliar la cobertura y mejorar la calidad de la educación.
¿Cómo resolver la problemática financiera y a la vez fomentar las justas aspiraciones de desarrollo profesional y económico de nuestra juventud?
En primer término, debemos entender que la gratuidad no puede ser generalizada, existen familias de diversos estratos económicos que se ven beneficiados de esta medida que bien pudieran cubrir el gasto, ello, en detrimento de quienes realmente no tienen la capacidad financiera.
Ahora bien, y en lo tocante a estos últimos, es preciso aceptar que para la superación profesional no bastan las ganas y los sueños, se requiere de esfuerzo y capacidades, por lo que lo idóneo en estos casos sería la creación de un sistema de becas-crédito, mantenidas a base de constancia académica y pagaderas una vez incrustados en el mundo laboral, las cuales, según las circunstancias, pudieran abarcar inclusive costos de manutención. Que quede claro, estamos a favor de la universalización del servicio, pero bajo la particularización del subsidio.
Una tercera vía para la satisfacción de aspiraciones de desarrollo profesional y económico de nuestras nuevas generaciones es el fomento a la educación técnica de calidad; como ya se mencionó, además de médicos e ingenieros, también ocupamos laboratoristas, topógrafos e infinidad de profesiones técnicas que requieren una dedicación temporal menor que una licenciatura, pero no por ello menos importante, permitiendo además el ingreso al mercado laboral con mayor rapidez.
Conforme a datos del Inegi, al 2011 solo existían 23 escuelas de educación profesional técnica en Michoacán, las que son insuficientes para la demanda que podría existir si potencializáramos este tipo de formación profesional como una verdadera opción de calidad, oxigenando a las instituciones de educación superior públicas del Estado. Aquí el Icatmi pudiera aportar su granito de arena.
Finalmente, es importante llamar la atención del Estado y de la sociedad, sobre las pequeñas escuelas de estudios superiores privadas, la cuales ha tenido un ‘boom’ en la última década, y que en muchos de los casos son simplemente “universidades patito”, que cumplen más con una función aspiracional para sus clientes, que con una función educativa real.