La búsqueda de Dios (3). Por favor, si no eres Tolerante ni sabes del Respeto a las opiniones ajenas, no lo leas; ¿quieres que lo comentemos? Adelante. Se vale compartir sin restricciones. Gracias.

Necesitamos conciliar la religiosidad, característica del ser humano, con las palabras del Gran Maestro Jesús, “amarás al Señor, tu Dios”, etcétera, expresadas dentro de un contexto judío, a fin de que esta enseñanza sea universal. 

En la búsqueda de dios, los dioses trinitarios se originaron en las antiguas culturas, y generalmente contemplaban a un dios (masculino, fuerza creadora) entre los pastores y cazadores, o a una diosa (femenina, fuerza generadora) en las culturas agrícolas; conforme se fueron fusionando apareció el dios producto de su unión, el hijo, o sea la creación toda de dioses, de la naturaleza (inanimada y animada) y de la humanidad. Esto está claro en la Historia de las Religiones.

El Cristianismo fue una doctrina formidable sobre la igualdad de los seres humanos (en un tiempo de esclavismo como organización social) al ser todos hijos de un dios creador al que Jesús llamó mi Padre. Los Apóstoles y los primeros Discípulos, todos judíos, no imaginaron siquiera una doctrina de “dios trino y uno”. Lo que sucedió fue que al expandirse e irse desarrollando el Cristianismo primitivo fue interconectándose con religiones anteriores existentes en Egipto, en los territorios todos que ahora nosotros conocemos como Medio Oriente, la Mesopotamia, y finalmente los territorios occidentales del Imperio Romano. 

Ahora bien, “los paganos” que se convertían al Cristianismo llevaban consigo todas aquellas doctrinas trinitarias, que durante más de 300 años influyeron en el desarrollo teológico del misterioso dios cristiano de tres personas en un solo dios. Esto lo explican muy bien autores como Eduardo Gibbon, H. G. Wells, y sobre todo la Nueva Enciclopedia Católica. El Catecismo sólo dice (No. 250): “Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria…” Y esto sucedió en los Concilios de Nicea (325), de Constantinopla (381) y de Calcedonia (451), como cualquiera pude comprobarlo.

Así, cuando Jesús enseña “Adorarás al Señor, tu Dios” etcétera, como judío que responde a un judío se refiere al dios judío Jehovah; pero cuando queremos universalizar esa enseñanza (como lo hacemos con todos los Grandes Maestros de la Humanidad), habida cuenta de la cualidad humana llamada religiosidad que viene desde los primeros humanos, no cabe distinción ni negación, y menos con los dioses trinitarios de sus tiempos, sino que refiere a “ése” dios, de todos los tiempos y todos los lugares,  en que tú crees, comoquiera le llames o lo concibas, “a Él sólo adorarás”. ¿Y si no tienes un dios…? En nuestro próximo mini-artículo hablaremos un poco sobre el Ateísmo y los Ateos, si nos lo permiten. Hasta entonces.

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