A crecer la familia
La ignominia del 12 de Octubre de 1492. Un documento sobre los horrores y explotación de la conquista y colonización de los originarios pueblos Americanos por los Europeos Cristianos, atribuido a Evo Morales, circula por las redes desde unos años atrás. Citado por Luis Britto García, Evo habría dicho a los Europeos: “Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América”, si nosotros cobráramos el 10 por ciento de interés considerándolos como préstamo y no como robo, tendrán que devolvernos cantidades que superan el peso del planeta tierra. Y agregó: “Muy pesadas son estas moles de oro y de plata, ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre?”
Veamos. Los historiadores utilizan frases como “colapso demográfico” o palabras como genocidio para explicar esa sangre (vida) derramada en América Hispana y Portuguesa, calculada entre 90 y 115 millones de seres humanos de 1492 a 1595 masacrados por los europeos. Sólo en el área de Mesoamérica (México) se calcula que entre 1521 y 1595 fueron asesinados unos 20 millones de indígenas. Fray Bartolomé de las Casas calcula que sólo en el área central de México mataron a 4 millones. ¿Cómo? Primero por la inhumana conquista armada (a esto algunos llaman el “carácter brutal de la conquista”), segundo por enfermedades como la famosa viruela, como la influencia, la peste y la asquerosa sífilis; y tercero, por la explotación despiadada (Dudaban convenientemente de que los indígenas fueran humanos, y ahí están las discusiones en la Univeridad de Salamanca para probarlo). Esa injusta sobre explotación, que realmente se llama esclavitud, es el “uso y abuso” del ser humano como objeto, o como animal. ¿Justificación? Ninguna. ¿Explicaciones? Sólo dos: la ambición desmedida y la superioridad de las armas asesinas de los Europeos.
Para nuestro tiempo no es bueno quedarnos sólo en el recuerdo y la desaprobación de aquellos horrores (pero que jamás debemos olvidar), sino con esa base construir para nosotros y nuestros hijos una sociedad más justa culturalmente y equilibrada en la distribución de la riqueza, lo cual debemos hacer posible ahora con cimientos de Valores Humanos, con principios de colabración, de solidaridad, de mutúa comprensión, y con el esfuerzo individual y colectivo.
Piénsale, Amigo y Hermano lector, y decide buscando el bien personal, el social y el general de nuestra patria. Que así sea.