Visiones distintas del mundo y sus desafíos inmediatos chocan con toda su fuerza en el espectro público, sin que ninguna de las más altas autoridades del país quiera ver más allá de su rostro. En las últimas horas han sido expuestas con toda obcecación esas realidades paralelas que mantienen a millones de personas literalmente en medio de un juego con el cual se trata de imponer una realidad tan frágil que cabe en una burbuja de jabón.

El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció esta semana en su conferencia mañanera que vendrá un nuevo apretón de tuercas en cuanto a gasto gubernamental y que se pasará de una austeridad republicana a una pobreza franciscana, adelantando que buscará obtener más recursos para darle al pueblo, a los grupos históricamente menos favorecidos.

A finales del 2021, el secretario de Bienestar, Javier May Rodríguez, adelantaba que en este 2022 los diversos Programas para el Bienestar continuarían en todos los estados y que serían canalizados aproximadamente 3.4 billones de pesos para atender a los más necesitados y vulnerables, incluyendo personas indígenas, afromexicanas y mujeres. Ese presupuesto es prácticamente el 50 por ciento del total del presupuesto del Gobierno. Y van por más.

Ya es del dominio público que los recursos presupuestales se reducen en forma preocupante, por más que se diga lo contrario. Pemex, para no ir muy lejos, implementó un plan de refinanciamiento de sus pasivos de corto plazo y busca aplazar pagos hasta el 2029.

La paraestatal debe pagar a sus proveedores aproximadamente 13 mil 500 millones de dólares o 270 mil 538 millones de peso, de los cuales alrededor de 2 mil millones de dólares se los debe a grandes proveedores, cuyos plazos de pago ya están vencidos.

Como no hay recursos suficientes para atender esos pasivos, implementó un plan para otorgar notas globales -bonos de deuda- a una tasa de 8.75 por ciento con vencimiento al 2029. Es decir, pagará un sobre costo con la intención de que esperen a la paraestatal a que les pague hasta dentro de 7 años. Eso indica que el gobierno y la paraestatal están heredando deuda a la nueva administración, porque por ahora, no tiene forma de pagar.

Pero no solo es Pemex. En el sistema de salud público a nivel federal escasean medicamentos e infraestructura, porque no hay recursos suficientes para cubrir la demanda. La situación de la compra y distribución de medicamentos para hospitales públicos se ha agravado por los nuevos sistemas de adquisición que no termina por cuajar.

Reportes públicos indican que en el 2021 fueron interpuestos 15 mil 980 amparos por parte de los derechohabientes que exigían el acceso a los fármacos, particularmente pacientes con cáncer, diabetes, los que daban seguimiento a un trasplante y los hipertensos, según los colectivos Cero Desabasto y Nosotrxs.

En el 2021 las quejas por recetas médicas no surtidas al 100 por ciento o surtidas parcialmente aumentó considerablemente en la gran mayoría de las instituciones analizadas: Por ejemplo, en el IMSS se registraron 11 mil 369 quejas y en el ISSSTE 4 mil 168, lo que representa un aumento de 42.8 por ciento y 96.3 por ciento respectivamente con relación al 2020.

Suena muy bien darle más recursos públicos a los pobres y marginados, pero la realidad indica que se trata de gasto populista, no es inversión que se enfoque a promover el desarrollo, incluso se puede vaticinar que es un gasto electorero.

Esas es una realidad alternativa. Si los pobres del país necesitan más dinero para atender sus necesidades básicas, hay que darles, aunque no se promueva el crecimiento de la economía, ni se fortalezcan acciones que vayan a la cuestión de fondo en el combate al bajo crecimiento del país.

Por otro lado, Majie Dimon, el CEO del principal de JP Morgan Chase, el principal banco de Estados Unidos, adelantó que se avecina un huracán, no una tormenta financiera, sino un huracán. Da por hecho que habrá una recesión económica mundial.

Las señales que ve en el horizonte el banquero norteamericano están a la vista de todos, solo que él las ha leído desde un contexto fríamente objetivo.

Lo que Dimon ve es una guerra entre Ucrania y Rusia que ha colapsado el mercado de granos básicos a nivel global; incremento de la inflación y permanencia por periodos largos; incremento de los precios del barril de petróleo por encima de los 150 dólares y un deterioro económico global que apunta a tasas de interés cada vez más altas.

Una recesión en puerta es lo que observa el principal ejecutivo de ese banco, quien sabe lo que implica: elevada inflación que afecta sobre todo a las clases marginadas; bajo o nulo crecimiento de las empresas, cierre de éstas; reducción de fuentes de trabajo, depresión de los mercados y mayor pobreza.

Dimon hace un llamado para que se tomen las previsiones para que ese meteoro económico genere los menores efectos posibles. Pide ahorrar y aplicar políticas económicas y financieras conservadoras, para que se pueda tener mayor control de la crisis que viene.

“Ese huracán está ahí fuera, viniendo hacia nosotros”. “No sabemos si es uno menor o la super tormenta Sandy. Será mejor que se preparen”, concluyó el banquero norteamericano.

El aviso ha llegado a tiempo. Hay que prepararse para el huracán económico que se avecina.