En estos días tuve la oportunidad de visitar la cabecera municipal de Coalcomán. Enclavado entre montañas y bosques, Coalcomán se alza como una comunidad cuyos  antecedentes son indígenas.  Hoy su cercanía con Pómaro, Coire y Ostula, nos plantean  que el sitio fue poblado y gobernado por los mexicas sin que hubiese llegado a caer bajo el dominio de los tarascos, esto es significativo, porque mantienen vivas algunas actividades originarias.

Coalcomán limita con  Jalisco y el municipio de Tepalcatepec, así como  con Aguililla y Arteaga,  y desde luego con  Aquila y Chinicuila.  Casi 5 horas nos separan de la ciudad capital, Morelia. Su articulación económica y social se carga hacia  Jalisco y Colima, capitales más cercanas que Morelia.

Desde que se llega a la cabecera municipal, nos damos cuenta del movimiento social que existe, derivado de las comunidades cercanas; gente va y viene de un lado a otro, principalmente en la zona centro donde se concentran los servicios públicos municipales y los servicios financieros y desde luego los servicios religiosos.

Las tiendas  como en antaño cumplen una función social de dotar de los bienes y servicios a la población de manera genérica, no obstante,  las tiendas continúan siendo aquellas que tuvieron un gran éxito en los años treinta, cuando de un lado la dependienta o dueña o dueño atendían tras el mostrador a la clientela a la que se le mostraba todo lo que demandaba y sobre el mismo se exhibía y se negociaba el precio.

Coalcomán aún no ha cambiado su manera de atender a su población mediante este sistema de confianza, se rehúsa a transformarse, continua ese proceso de fiar la mercancía, sin mediar más que la confianza y el respeto por honrar la palabra; no obstante la sanción social es puesta a prueba cuando los deudores no pagan, porque se exponen al escrutinio de la población la relación de personas que adeuda y no paga, por lo que el sistema no falla, todos pagan.

En Coalcomán, en su generalidad, las tiendas de bienes y servicios no recibe tarjetas de crédito, en contraposición de aquellas tiendas de nueva creación que tienen sus terminales; éstos nuevos negocios, tienen  sus anaqueles abiertos para que la población pase a tomar lo que desea y pague con variados sistemas, entre ellos,  el apartado de mercancía, la compra por fiado, en efectivo o con tarjeta.

Por otro lado, los usos y costumbres, han permitido que se restringa en lo particular, pero no en lo general el paso a los nuevos discursos de la posmodernidad; sí, de la seducción del mercado con nuevos productos para el hedonismo y el placer, pero también para el narcisismo personal y social y evitar con ello, la más amplia participación social.

Coalcomán,  expresa en el sincretismo religioso la unión de dos tradiciones una religiosa occidental y otra basada en los usos y costumbres de los pueblos originarios; tradiciones diferentes que se asimilan mutuamente, dando como resultado el nacimiento de un nuevo culto con elementos y productos de ambos.

Como tal, el sincretismo religioso es un proceso que ocurre, de manera pausada y espontánea, cuando dos tradiciones religiosas se ven obligadas a cohabitar de forma armónica; hoy, después de 500 años, nos vemos nuevamente en un sincretismo que da paso a los hachones y posteriormente a la organización de las posadas y la espera de la llegada de Jesús, símbolo de la unión de los pueblos y de la paz que debe reinar en los hogares.

Esta visita a Coalcomán me permitió estar en  convivencia de las tradiciones por usos y costumbres con lo que tuve la oportunidad de estar cercano a los  hachones; los hachones,  no es otra cosa que el “fuego” encendido fuera de las casas; el fuego es  un elemento que veneraban los pueblos mesoamericanos junto con el agua, la tierra y el aire; el fuego  se utilizaba como generador de luz frente a las tinieblas, que simbólicamente es lo bueno y lo malo que se esconde en ellas, en las tinieblas. Pero también la luz del fuego se utilizó para acordar diferentes posiciones de organización para la comunidad, como la fogata que fue utilizada por los pueblos purépechas para realizar acuerdos comunales, como el caso Cherán.

De igual manera con el encendido del hachón, se da inicio al novenario de la virgen de la Concepción; se enciende el día 30 de noviembre y terminan el día 8 de diciembre, justamente en el día de la Concepción.

El hachón es una expresión que hoy se ocupa para iluminar el camino de la Virgen que viene a los corazones de los cristianos; una expresión que permite la reunión de todo la familia, los amigos y los vecinos para fortalecer la cohesión social en la ética y en la moral social.

Los hachones, son hoy, el motivo de fortalecer el sentido de pertenencia de los coalcomanenses, son el punto de reunión y de identidad de una sociedad que se niega a desprenderse de sus usos y costumbres, frente a un nuevo discurso posmoderno que utiliza la seducción a través de diferentes estamentos sociales para posicionar el hedonismo y el narcisismo, que generan la individualidad y las libertades que se contraponen a la organización social para el trabajo y para el desarrollo de actividades comunales.

Los hachones también son el pretexto para compartir los excedentes económicos de la familia, con los amigos, los vecinos, y los familiares, ahí, donde se enciende un hachón, se regalan tradicionalmente los cacahuates, mandarinas, ponche, café, café con alcohol, bombones, y hoy también se obsequia el tradicional pozole, los buñuelos, el atole y los tamales; pero también ha penetrado el mercado y los nuevos gustos de las personas jóvenes, porque ahí también se disfrutan de las micheladas.

Los hachones son por tal una estrategia actual de las familias, en una lucha constante por su subsistencia y la preservación de sus costumbres y tradiciones. Son igualmente un simbolismo cultural y de cohesión social.

La existencia de hachones durante la temporada previa a las posadas constituye un elemento de retroalimentación social para fortalecer la unión entre las familias, los amigos y los vecinos, próximos a las fiestas del nacimiento del niño Jesús, donde debe de reinar el amor, el cariño, la sinceridad, pero sobre todo la humildad y el respeto.

Estas reflexiones ponen sobre la mesa la complejidad y los mecanismos que se utilizan para la cohesión social, en donde se busca la reivindicación de los derechos humanos y de la dignidad humana de las personas alrededor del Hachón, en un mundo globalizado pero sobre todo con un ambiente de violencia  y frente a la cual las familias de Coalcomán se fuerzan por mantener la unidad y paz social.

Coalcomán, con sus usos y costumbres, refuncionaliza o reposiciona el Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes, en la cual se considera  la importancia de reconocerse y protegerse los valores y prácticas sociales, culturales, religiosos y espirituales propios de dichos pueblos y deberá tomarse debidamente en consideración la índole de los problemas que se les plantean tanto colectiva como individualmente.

De esta manera, el hachón nos muestra que estamos frente a la presencia de uno de los mecanismos de cohesión social más importante de la comunidad de Coalcomán y con el cual asumen un liderazgo de protección frente a los diferentes grupos que en ocasiones molestan o hieren  a la comunidad y su dignidad.

Así, lo usos y costumbres que construyen comunidad, que construyen identidad, y que construyen los mecanismos de participación social, se encuentran más vivos que nunca entre los hombres y mujeres, entre las personas que viven en Coalcomán.

Coalcomán vive después de encender el hachón, los tiempos para preparar la gran tradición que son sus posadas, y por las cuales se ha ganado un prestigio regional, estatal y nacional.

Agradezco el acompañamiento durante mi estadía en Coalcomán de Rubí Castañeda Palominos y Cristofer López Sánchez, integrantes de Hombres y Mujeres con Responsabilidades, A.C.