Hablando en Serio

“Aprendiendo a Vivir IX”

La nota llamó mi atención en la foto en un baño público se veía el torso de un hombre teniendo sexo con una dama.

El sentido “amarillista” y de escándalo de la noticia y lo bajo del periodismo que revela la intimidad de una pareja, trajo a mi memoria la reflexión que de adolescente leí en “Damian” la novela de Herman Hess: “Amamos a un Dios que da la vida, pero censuramos todo lo que en nuestro cuerpo da vida.” Acaso, ¿no empieza con el acto sexual el milagro de la vida?, contestarán las “buenas conciencias” que el acto sexual debe ser en privado y añadirán los mojigatos que deberá hacerse a oscuras y los de plano “mochos” y enfermos mentales, que los esposos o amantes no deben mostrarse el uno al otro en desnudez (Ver película: “Como agua para chocolate”), consejo que, hace años, un Sacerdote en Guadalajara dio a unos amigos míos, bajo el argumento que al ver el esposo, desnuda a su pareja, pronto perdería el interés. Consejo al que pendejamente hicieron caso. La historia terminó en pleitos conyugales, luego en terapia y finalmente en divorcio. Ya que a partir del consejo idiota del sacerdote, la señora, con educación religiosa en escuela de monjas, se sentía degradada cuando su esposo deseaba verla desnuda… Ya de disfrutar libremente de sus cuerpos, mejor ni hablamos.

Esto me lleva a una anécdota de mi juventud: estando estudiando en la Universidad (Sí, si fui a la escuela), en el grupo que estaba, solo un compañero estaba casado (nombre ficticio Juan), cuya esposa (nombre ficticio Juana), era una bellísima mujer de la sociedad tapatía que con Juan tenía un hijito. Yo fui el segundo del grupo en casarme (Un día el ginecólogo, mi suegra y mi novia me dijeron que ya estaba en edad <tenía 22 años> y pues me enrolé en el matrimonio (Mi hija Soé nació a los 11 meses, pero esa, esa es otra historia) El punto es que de manera natural mi esposa y yo, con Juan y Juana hicimos una amistad que nos llevó a compartir eventos con “Mocedades”, con “El Pirulí” y hasta con el Enrique Guzmán joven… Un día, de regreso del trabajo pasé a visitar a mis amigos y me encontré a Juana llorando; al expresarme su pesar, me enteré que al hacer el amor Juan no le permitía prender la luz,… cuando ella tenía ganas de ver el cuerpo de su marido como parte del erotismo y de la intimidad de la pareja ¡Estaba frustrada!; eso me hizo cavilar, ya que en las pláticas de “cuates” yo sabía que Juan frecuentaba “burdeles” (Lugares donde trabajan mujeres tan pobrecitas que no usan ropa), y que Juan gustaba de las fantasías sexuales con ellas. Juan nunca supo de esta charla, solo me enteré que la pareja tristemente terminó en divorcio. Lo que si sucedió, es que en una charla de “hombres”, Juan explicaba que lo que hacía con las prostitutas, nunca lo haría con la madre de su hijo… Yo escuché, callé e hice un compromiso conmigo: cualquier fantasía o antojo sexual que yo tuviera, lo compartiría con mi pareja,… y ese es el punto del presente artículo: 1.- Hay muchos matrimonios que se disuelven después de tener años de casados, porque se acabó la chispa, mientras hay otros que milagrosamente duran, porque de alguna manera se desahogan las fantasías sexuales de los cónyuges fuera del matrimonio y a escondidas, convirtiéndose la relación en una convivencia fundamentada en la amistad, los hijos compartidos y el consenso familiar, pero sin pasión; pocos se disfrutan mutuamente durante toda la vida compartiendo juegos y fantasías sexuales. 2.- En nuestra sociedad, la mujer soltera, viuda o divorciada es estigmatizada si decide vivir su sexualidad sin matrimonio, y aún con un segundo matrimonio, no faltan las críticas. Como si con la viudez o el divorcio, la mujer dejara de ser mujer, de tener emociones, de aspirar a la ternura y de desear el disfrute de su sexualidad y de un buen orgasmo, derivado de ese don que el Señor puso en los humanos al hacernos seres sexuales.

Sobre el tema, uno de mis libros preferidos, que no habla de la sexualidad, habla de la vida y tangencialmente toca la sexualidad en época de las cavernas; antes de que nos llenaran la cabeza con mierda cultural, religiosa, social o familiar, quitándole al don de nuestra sexualidad la frescura, espontaneidad y el disfrute del placer de ser humanos, es “El Valle de los Caballos”, su autora: Jean M. Auel, antropóloga francesa, toca el tema de una manera linda (la heroína es mujer) y describe, como en aquellos tiempos, cuando una mujer era madura sexualmente, la tribu le hacía el festejo de “Sus primeros ritos” (como ahora la fiesta de 15 años), en donde un hombre entrenado para dar ternura y placer, sin lastimarla, la desvirginaba bajo el testimonio de los “Viejos” de la tribu. Después del festejo, la mujer podía vivir libremente su sexualidad y en su momento tener pareja o ser madre… Mucho hemos retrocedido desde entonces al satanizar el don de la sexualidad y el placer relacionado convirtiéndolo en pecado.

Hace unas semanas colaboré con mi religión, suprimiendo el pecado de fornicación, ya que la sexualidad al ser parte de la Ley Natural y al provenir esta del Creador ¡No puede ser pecado! Como diría Sto. Tomás de Aquino: La ley natural es ley de Dios.

La sexualidad responsable y aceptada y compartida por adultos de forma libre, es un Don a vivir que enriquece nuestra humanidad, nos da salud al ejercitar nuestro corazón y hacer circular la sangre, rejuvenece nuestra piel al irrigarla y nos equilibra al desahogar emocionalmente las tensiones derivadas del instinto que tenemos todos por el hecho de existir… ¿Por qué la mujer sola, en nuestra sociedad tiene que vivir su sexualidad a escondidas? Ello resultado de una sociedad mojigata que privilegia los “deberes ser” (Predicados por gente que ni puta idea tiene de nuestra humana naturaleza) sobre el derecho de vivir de cada persona, en concordancia con su naturaleza humana y afectiva, pero de eso, de eso hablaremos próximamente…” ¡Así de sencillo!

Un saludo, una reflexión.