“Tú eres yo, y yo soy tu”

Uruapan, Michoacán, 21 de julio del 2018

Harto de los dimes y diretes entre adoradores vs detractores de AMLO, decidí ver de nuevo: El principio y el fin del universo, en Netflix.

Comprender que venimos de una gran explosión cósmica, hace que entendamos lo que Carl Sagan, científico y autor de la primera serie de “Cosmos” dijo, cuando a 6,000 millones de kilómetros de la tierra, convenció a los responsables de voltear las cámaras del “Voyager” para tomar una foto del planeta azul desde los confines del sistema solar, lo cito de su libro (1994): “Un punto azul pálido: una visión del futuro humano en el espacio”:

“Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. Ahí ha vivido todo aquel de quien hayas oído hablar alguna vez, todos los seres humanos que han existido. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cada cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada niño esperanzado, cada madre y cada padre, cada inventor y explorador, cada maestro moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y cada pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina del punto. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo… Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida (La tierra).

Nuestro planeta es una solitaria mancha en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y formadora del carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido.”…

Pensar en los 14 mil millones de años que tiene el Universo a partir del Big Bang, en que la vida surge del fuego y el caos; pensar en los miles de millones de estrellas y planetas, en las distancias que medimos en años luz en comparación con nuestros 60 u 80 años de vida o en la inmensidad del universo en contraste con nuestro minúsculo planeta, debería hacernos humildes y desde la humildad podríamos comprender que el poder político y la acumulación de riqueza son paja que atesoran los estúpidos, y que su búsqueda, cuando al final seremos polvo cósmico, es una mala manera de perder el tiempo y la vida.

Quizás, el problema es que la humanidad perdió el rumbo cuando, como los adoradores del becerro de oro, empezamos a perseguir cosas materiales en lugar de vivir en concordancia con nuestra humana, projimal y temporal naturaleza, la que, por nuestra propia fragilidad, nos obliga a una vida social de mutua ayuda que nos nutre, nos permite alcanzar nuestra propia plenitud y nos da felicidad, entendiendo que al margen de orígenes, culturas y colores, todos somos uno: tu eres yo y yo soy tu, disfrutando juntos, por un instante, del milagro de la vida… ¡Así de sencillo!

Un saludo, una reflexión.

 

Santiago Heyser Beltrán

Escritor y soñador