Política gourmet
“Día de muertos, hablemos de la muerte…”
En el 2004 falleció un muchacho veinteañero en Itzícuaro, Michoacán, le dieron un balazo en el estómago, con ello muchas vidas se vieron frustradas, la del asesino preso, la de los parientes y familiares y la del joven para el que terminó su tiempo.
No tuve oportunidad de conocerle, no conocí su rostro, pero hoy, todo el día su memoria me ha acompañado para reflexionar sobre lo frágil que es la vida y la certeza de la muerte.
Yo estaba ahí cuando sucedió, vi a la gente corriendo, para luego enterarme de que un idiota con pistola en mano frustró la vida del joven; más me impacto cuando supe que su padre, mientras el evento sucedía, me estaba sirviendo un vaso con agua.
No, no les conocía, aunque del papá recibí una sonrisa y un vaso con agua,… pero no se necesita más para establecer un lazo humano. Del hijo solo la idea de su juventud y la desgracia,… pero son personas, no todo gira alrededor del conocimiento o la relación, cada ser humano es una persona, cada persona merece respeto le conozcamos o no y una muerte violenta siempre es un contrasentido. El crimen me llevó a la reflexión sobre lo estúpidos que somos los humanos, todo lo destruimos.
Respecto a la muerte no es que esta me preocupe, pues no me preocupa, simplemente vivo con curiosidad y un sentimiento de inseguridad <como cuando te avientas al agua por primera vez> derivado del desconocimiento de lo que viene… Y no, no es por falta de Fe, pues si bien no creo en los rollos religiosos, sin duda tengo la certeza de un “algo” superior, aunque me da igual si se llama Jesús, Ala, Jehová, Zeus o Tlaloc. Simplemente creo que es imposible el milagro del Universo sin la voluntad de algo muy grande. Si le llamas Dios o le llamas naturaleza o lo describes como fuerzas del Universo, me da igual, el hecho es que existe alguien o algo que dio origen a todo y que ese alguien o algo, escapa a nuestra comprensión pero mantiene todo esto funcionando… a pesar de la estupidez humana.
¿Qué, qué pasó con el muchacho asesinado?, simplemente que termino su tiempo por una razón que no logro entender y que está en un mejor lugar ahora. Lo que conlleva una pregunta para los “Creyentes”, ¿si al morir existe un Cielo, por qué temen a la muerte o se entristecen con ella? En lo personal concluyo que tememos a la muerte porque en el fondo no nos creemos el rollo del Cielo o el del perdón de nuestros pecados por parte de unos “iguales” que se dicen representantes de Dios y se sienten elegidos y, porque no entendemos completamente el ciclo de la vida que incluye un final; desconocimiento que se agrava cuando alguien muere joven, pues la lógica nos dice que los viejos nos tenemos que ir primero y que los jóvenes van a vivir un rato más; por ello cuando esto se invierte, nos toma desprevenidos y nos angustia; pero en nada cambia las cosas, solamente el orden y los tiempos, a final de cuentas todos nos reuniremos en el más allá; sea lo que sea que ello sea.
Eso no quiere decir que entienda o justifique un crimen o que un niño o un joven mueran, lo me parece un contrasentido del orden, pero eso ni lo entiendo ni lo decido. De lo que si tengo certeza es que la muerte es parte de la vida y en mucho, lo que le da sentido. Como expresó Steve Jobs, fundador de Apple, la empresa de computadoras: “la muerte es lo que da sentido a la vida y la forma en que las cosas se renuevan…”
Del 2004 a la fecha poco tiempo ha pasado, pero suficiente para que este nuestro México se pudra con cientos de miles de asesinados y desaparecidos ante la mirada impávida de políticos y gobernantes a los que solo les preocupan asuntos electorales y robar, salvo honrosas y escasas excepciones.
Finalmente, sé que la muerte del joven de Itzícuaro privó a todos de la alegría de convivir con él, pero nada más, cada uno de manera individual siguió con su vida, con éxitos y tropiezos, con alegrías y tristezas, ¡como debe ser!, pues así está establecido el ciclo de la vida; ¿y el joven muerto?, como dije, creo que él está mejor lugar y que pronto lo alcanzaremos todos… ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador