En torno a la verdad
Todo el mundo está enterado de los detalles del atentado contra Omar García Harfuch, secretario de seguridad pública=ciudadana de la ciudad de México y mucho se ha hablado y se seguirá tratando en todos los medios de comunicación social e individual.
Podrá decirse todo lo que se quiera, darle ampulosidad y sonoridad y colocarse en cualquiera de todas las posiciones ideológicas que se quiera, mas tratando de ser objetivos, lo más objetivos posible y no subjetivos, se dirá que ese hecho, es muestra de que el Estado mexicano, los cuerpos de seguridad están esforzadamente trabajando con resultados positivos contra la llamada delincuencia organizada, pero lo que sí es un hecho es que ese evento, globalmente, debe generar reflexiones sobre la política de seguridad pública aplicada por el Estado mexicano con la finalidad de ofrecer márgenes confiables de seguridad y tranquilidad a la sociedad y sus sectores.
Es evidente que la política Federal de Besos y Abrazos y no Balazos no está generando resultados positivos y con este hecho, y la suma de todos los anteriores no sirven, no son útiles como generadores de confianza social.
Y lo que menos debe citarse y referirse es atribuirle carisma partidista y achacarlo a las administraciones pasadas.
Pretender asesinar al Secretario de Seguridad de la ciudad de México – ahora que se conocen muchos detalles del operativo – no debe verse como un simple eslabón de la larga cadena de eventos de la delincuencia organizada, ni de sus cárteles ni como un intento, ni como muestra del Buen Quehacer de las fuerzas de seguridad pública de la ciudad de México y/o del Estado mexicano, y menos como un mensaje.
Es, fue, un acto de guerra de la delincuencia organizada en contra del Estado mexicano.
Se está obligado a comparar este inédito hecho con el pasado o por lo menos hacer referencia a él, con ese pasado que la actual administración tilda de gobiernos corruptos y antidemocráticos: en ningún momento de la llamada Guerra Sucia contra de los grupos guerrilleros del 70-82 se había manifestado-tenido un evento de esta magnitud.
La seguridad de los servidores públicos municipales, estatales y Federales, y de TODA LA SOCIEDAD NACIONAL, no se olvide, es una responsabilidad del Estado en sus tres niveles de gobierno y es sumamente evidente que en este momento está en evidencia y aunque son hechos aislados, los sucesos de Culiacán, Sin – que, se dijo, indignó al Ejército Nacional, y se dijo, lo preocupó -, el asesinato de un juez federal en la ciudad de Colima – representantes, en Derecho, y de dos poderes de la Unión – Ejecutivo y Judicial -, los recientes de Fresnillo, Zac., Y los que a diario suceden en el territorio nacional evidencian que es una lucha frontal y que los grupos delincuenciales están decididos a chocar con el Estado: le está disputando el poder y el monopolio de la fuerza, y que su razón es el poder de la fuerza, de la capacidad de fuego; que el Estado tiene que sobrevivir, pues tiene el legítimo monopolio del uso legítimo de la fuerza, del Derecho y de la Ley.
Curiosamente, ni de forma inmediata, ni posterior, ni en el tiempo de 24 horas posteriores al evento, el titular del Ejecutivo Federal hizo, ha hecho, alguna declaración al respecto y más, considerando que a él le agrada hacer declaraciones sobre cualquier evento de tipo nacional y sacarle provecho mediático. Ni tampoco se regresó a la ciudad de México: Prevaleció su agenda. Ahora nada, la más absoluta de las nadas