¿Es posible un “golpe de timón” presidencial?

El título de este artículo lo planteo en forma de pregunta porque una buena cantidad de personas de muy diversas partes del país, pertenecientes a diferentes sectores socio-económicos, me lo han expresado en términos de que “Claudia debe dar un ‘golpe de timón’ y sacudirse el mandato de López Obrador para que empiece a ser Presidenta con todo el mandato propio”.
La razón de estas expresiones parten de una fundada preocupación de que Sheinbaum ha perdido el control del gobierno, que no hay gobernabilidad, que ante cada nuevo y grave acontecimiento se le ve pasmada, paralizada, estupefacta, incoherente en sus reacciones y para la toma de decisiones desde el poder.
Pareciera que muy pocos -fuera y dentro del gobierno- cuestionan que los problemas del país crecen, que se aprecia un desorden en el manejo de las instituciones en materias como salud, educación, transparencia, combate a la corrupción, seguridad pública y en las relaciones con los Estados Unidos, agudizadas por la condenable política migratoria del gobierno de Trump en los últimos días.
La tardía salida gubernamental para desactivar el conflicto con sus ex aliados de la CNTE (un monstruo que alimentó y fortaleció el ex presidente López Obrador), desnuda muchas de las incapacidades del gobierno federal para atender y resolver problemas en aras de procurar una mejor gobernabilidad.
Agreguemos a lo anterior el estancamiento económico, con una economía que no crece y no genera los nuevos y necesarios empleos ni los impuestos requeridos por la Hacienda Pública para sufragar los gastos en todas las áreas gubernamentales; todo ello, agudizado por las decisiones arancelarias de Trump que acrecientan las preocupaciones de los inversionistas nacionales y extranjeros para arriesgar sus capitales en México.
Sumemos a ello la creciente inflación que aumenta el gasto y consumo familiar en productos básicos, sin descontar lo que afecta la previsible reducción de las remesas provenientes del vecino del norte, lo cual complicará la existencia de muchísimos pueblos en las regiones más desprotegidas del país.
Si a todo lo aquí expuesto agregamos el cáncer de la inseguridad y el papel del crimen organizado, que controla y semiparaliza a casi la mitad del país, así como los riesgos de una muy probable incursión punitiva de las fuerzas policiacas y militares estadounidenses en México para combatirlos, entonces tenemos la imagen de una nación en descomposición, en un acelerado proceso de deterioro que pareciera una bomba de tiempo.
El reciente ejercicio de una farsa de elección del Poder Judicial y la defensa a ultranza del mismo por parte de la Presidenta, a pesar de la descalificación internacional que de ese ejercicio hizo la OEA, evidencia que el gobierno de México se encerró en una esfera de cristal, que están aislados de la realidad, ignorantes de lo que pasa en el país, esfera en la cual la única verdad en la que ellos creen es su propia versión del mundo. Es decir, la enajenación absoluta.
Hasta ahora, Claudia -como impulsora de ese proyecto diseñado por AMLO- está convencida del mismo. Por ello, aunque deseable, no veo posible que desde la Presidencia pueda darse ese “golpe de timón” que rompa con la estrategia de su antecesor. Ojalá y sí se diera para recuperar la gobernabilidad perdida y que se tienda una mano a las oposiciones para construir un necesario acuerdo nacional en esa ruta.
De cualquier manera, aún con el viento en contra, yo sigo reiterando mi confianza en que el ejercicio de la cultura democrática que construimos con millones de mujeres y hombres en el país, y que aprendimos a valorar y saborear en estos últimos años, son y serán parte de las potencialidades y fortalezas de México para impedir que el autoritarismo gubernamental en curso desemboque en un régimen dictatorial.