Entre el escepticismo y la esperanza

Ya declarada como legal la llamada “elección judicial” en una apretada votación del Consejo General del INE (6 votos contra 5), con fuertes y fundados argumentos de quienes propusieron que no se declarara válida, quedaron exhibidas en voz de los propios consejeros gran parte de las anomalías e ilegalidades que caracterizaron el proceso y, al mismo tiempo, se dejó abierto el camino para su impugnación ante el Tribunal Electoral y para recurrir, en su momento, ante organismos internacionales de los que México forma parte, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Por lo pronto, ya los dirigentes del PRI, en su calidad de ciudadanos, interpusieron un Juicio para la Protección de los Derechos Político Electorales del Ciudadano (JDC), exigiendo anular la elección.
Y, simultáneo al viaje de Claudia Sheinbaum a la reunión del G7 en Canadá, se ha sabido que la convocatoria a un periodo extraordinario del Congreso de la Unión para este mes de junio se encuentra en “stand by”, sin la “luz verde” de la Presidencia de la República; seguramente, en espera de las opiniones de los líderes de los países más poderosos del mundo, varios de los cuales han emitido declaraciones negativas sobre la reforma judicial y del amañado proceso electoral, al haber recogido valoraciones de empresarios de sus respectivos países en el sentido de que esta reforma, aunada a la desaparición de los órganos autónomos, violan reglas del Tratado Comercial de América del Norte (el TMEC) y no garantizan seguridad jurídica para sus inversiones en México.
Frente al triunfalismo oficialista del lado mexicano que da por hecho que ya se salieron con la suya para apoderarse del Poder Judicial, aparecen estos rayos de "esperanzadora luz", que sumados a los significativos descalabros que Morena tuvo en las elecciones municipales de Durango y Veracruz, dejan ver que ya está en curso el proceso de desgaste de la coalición gobernante, sin descontar lo que todavía pueda pasar en los meses que nos separan de las elecciones del 2027.
Ciertamente hay muchos motivos para el escepticismo, y hay que estar pendientes sobre lo que estén pensando hacer Claudia y sus aliados, incluyendo la posibilidad de que puedan atreverse a impulsar y sacar adelante una reforma electoral de contenido autoritario que tenga como objetivo desaparecer los órganos electorales y borrar del mapa político a la oposición al eliminar las figuras de representación proporcional en los Congresos federal y locales, así como en los ayuntamientos.
Si eso sucediera estaríamos ya propiamente en una dictadura. Ni sería un régimen político de “democracia híbrida” (en la cualificación que ha hecho The Economist, prestigiada publicación internacional inglesa), como tampoco una “democradura” (es decir, un gobierno con legitimidad democrática en las urnas, pero con evidente comportamiento de una dictadura).
La preocupación tiene fundamento porque en recientes ocasiones hemos visto expresiones y pulsiones autoritarias en voz de la propia presidenta, en un escenario muy cargado de preocupantes signos de deterioro nacional y de ausencia de gobernabilidad en el manejo de los principales asuntos en economía, seguridad, combate a la corrupción, así como la debilidad e ineficacia del aparato gubernamental para atender las responsabilidades institucionales básicas, esenciales, en salud, educación y muchas más. Demasiados hilos sueltos! Por eso advertimos sobre que, como falsa salida por no reconocer sus ineptitudes, opten por tratar de anular a la oposición.
Sin embargo, insisto en que las nuevas (aunque todavía escasas y débiles) señales esperanzadoras pueden y deben fortalecerse a partir de que los distintos sectores de la sociedad que no compartimos las referidas decisiones gubernamentales, no nos demos por vencidos, no bajemos los brazos y que actuemos cada quien desde su propia trinchera.
Pienso en los amenazados medios de comunicación y sus prestigiados opinadores –en sus muy variadas expresiones-, los cada vez más presionados sectores empresariales, integrantes de la academia y los analistas (la inteligencia de nuestro país), sin dejar de tomar en cuenta a las fuerzas y actores políticos. Todos, con gran responsabilidad ante el país, debiéramos impulsar la sumatoria de voluntades y esfuerzos para integrar un amplio frente opositor, alternativo y propositivo, y continuar trabando por ese México mejor que deseamos.
Ellos, los del gobierno morenista, no son invencibles. Por eso mismo el grueso de la sociedad mexicana no debe darse por vencida.