Teléfono rojo
Podemos atribuir la guerra sucia al tiempo prematuro en que- el presidente López Obrador- abrió el juego sucesorio con miras al 2024. Eso precipitó, pero también agudizó la estrategia punitiva como lo que ocurrió en el Martes del Jaguar donde la gobernadora, Layda Sansores, abrió fuego amigo ya que abundó, a todas luces, una manipulación burda que resultó ser una vacilada.
Layda Sansores pensó que, con ese esquema estratégico, allanaría el camino pues su corazón apunta a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Lo más lamentable de ello es que se basan en imágenes que, si examinamos con detenimiento, son una maquinación cuya divulgación raya en lo ridículo debido a que la narrativa, a juicio de la inmensa mayoría de la población civil, significó una estrategia usada para golpear a Ricardo Monreal.
Y, el perfil de Layda Sansores, encajó perfectamente en la característica envalentonada y ensalzada para ese tipo de coyunturas porque no se limita, más allá de su personalidad, a mantener la prudencia pues quedó claro que la gobernadora se prestó para el golpeteo frontal.
De hecho, desde el momento que lanzó la advertencia desciframos el trasfondo de la acción porque no se necesita ser muy suspicaz para darnos cuenta que, con el pretexto de un “ejercicio democrático, el lenguaje estaba nutrido de una confabulación con métodos reaccionarios de intento de sometimiento.
Son formas obsoletas y la clásica andanada para intentar debilitar a los aspirantes presidenciales. Aunque parezca un estupor, Morena o, mejor dicho, quienes se hacen llamar apóstoles de la democracia, son los principales arquitectos de estas acciones para obrar a través de la guerra de publicidad que, desde el 2018, fecha histórica en que la sociedad despertó de la anestesia del presidencialismo, son poco atractivas para la población civil que vomita la hostilidad y los mecanismos que echan andar para descalificar.
Ese rechazo es generalizado, incluso entre la militancia y simpatía de Morena. No puede ser posible que, desde adentro del movimiento, se gestó este tipo de actos, especialmente sí son utilizados para provocar encono y polarización. Sin embargo, hay un riesgo latente porque no tienen razón de ser, sobre todo cuando se habla de fraternidad por la lucha democrática del país.
Eso puede generar un rompimiento interno con saldos negativos e irreparables una vez que la sociedad en general se convenza de que- Morena- sigue siendo rehén de las viejas prácticas de la derecha.
El intento fallido por descarrilar a Ricardo Monreal lleva más de 18 meses consecutivos. Ejemplos hay muchos. La cuestión es que, ninguno de ellos, ha servido, ni tantito, para desvirtuar o debilitarlo en su legítima aspiración con Morena; es más, paradójicamente lo han hecho crecer más.
Se habla todo el tiempo del zacatecano; los titulares de la prensa, al igual que las columnas de opinión, citan y narran fragmentos de análisis de él a diario. Eso se debe a que- en la agenda está él- porque su poder político juega a favor de su causa teniendo la atención un día sí y el otro también.
Es un animal político que, en 18 meses, no han podido ni quitarle ni una pluma al zacatecano; ni siquiera aquellos que suelen sembrar la intriga y la conspiración como Layda Sansores que- movida por el canto de las sirenas de Claudia Sheinbaum- pone en jaque el futuro de Morena porque la responsabilidad, sí llega a fracturarse el partido, recaerá en ella después de obrar el trabajo sucio de golpeteo que ha llevado a la práctica para quedar bien con la jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
A propósito, el presidente ha llamado a la unidad. Esto dependerá de los arquitectos de la guerra sucia porque- sí hay alguien que sí sabe dialogar y conciliar- es Ricardo Monreal que ha hecho hincapié en la mesura una y otra vez.
Caso contrario, la actitud de los radicales de Morena, a mi juicio, seguirán cargando la metralla con tal de acceder a las candidaturas del juego presidencial. No será tan sencillo porque la población civil sigue calificando la hostilidad sucia como un lastre de la democracia, sino, pregúntenle a la coalición que jugó la elección en 2018; allí, venció el criterio y la congruencia de un pueblo que llegó al límite del hartazgo de la palabra guerra que ya no funciona.