El Tizate, pueblo en el abandono

―Quiere decir lugar de tierra blanca. Con orgullo nos explica la maestra rural de la escuelita con techumbre maltrecha, sin electricidad y tampoco sin agua. Es la única servidora pública que tiene contacto diario con la comunidad, desde hace varios años.
Este pueblito no solo está alejado geográficamente de su cabecera municipal, Villa Madero; también tiene una lejanía de casi dos horas de ese centro urbano. La lejanía más dolorosa, las más distante, sin embargo, es la de las autoridades gubernamentales.
Como tantas localidades de la sierra de Madero, este caserío sobrevive, y mal vive, de los ingresos que la resina les reporta. Siempre haciendo malabares en la cuerda floja de la economía resinera que, así como sube de precio unas semanas se cae por los suelos otros tantos meses.
La expansión aguacatera que hace pocos años llegó a esta zona, conocida como Moreno, al sur de Villa Madero, ha tomado los bosques de pinos, manantiales y riachuelos para hidratar el oro verde. Como en otros lugares de este municipio el aguacate está imparable, ninguna autoridad lo ha podido contener o tal vez tampoco quieran contenerlo.
La proliferación de hoyas contenedoras de agua, todas ilegales, sin estudios de impacto ambiental, sin autorización de cambio de uso de suelo, sin autorización de aprovechamientos de agua y sin autorización de protección civil, comienza a apoderarse de los manantiales y escurrimientos que antes abastecían a los pobladores … como ha ocurrido siempre.
Tan exigente es el aguacate para el consumo de agua que tal vez por esta razón se esté tardando en llegar al Tizate. Acá no hay agua y la poca que se mira corre en un riachuelo a cientos de metros montaña abajo. Pero a ella no acceden las mujeres, hombres y niños de El Tizate porque no tienen los medios para llevarla a sus casas.
Con ello comprendimos por qué al llegar miramos niños montados en caballos y mulas cargando en sus monturas bidones de 20 litros. ―Tenemos que ir por el agua hasta allá, como a 5 kilómetros del rancho, nos dijo una pequeñita.
―Apenas nos alcanza para cocinar los alimentos, lavar los trastes y asearnos. Todo con mucha medida. Es un sufrimiento mantener algún animal de engorda, vacas, toros, o pollos y gallinas.
―Nos prometieron que tendríamos agua. Ya saben ustedes cómo son los políticos. Pero nada de eso ha ocurrido. Acá estamos abandonados, solo nos tenemos a nosotros y a la gente que nos ayuda de los ranchos cercanos, muchos de ellos defensores del medio ambiente.
En el recorrido que ese día realizamos por las zonas críticas de apropiación de aguas, cambio de uso de suelo y plantaciones ilegales, El Tizate fue el lugar más conmovedor por sus condiciones de pobreza extrema.
― ¿Han pensado irse de aquí? ― ¡No!, ya lo han hecho varias familias, pero nosotros no queremos irnos. Somos de aquí, esta es nuestra tierra, que como sea algo nos da de comer. Nos da mucho pesar abandonar nuestras casas, lo poco que tenemos de bosques y una que otra parcelita.
La maestra rural de Conafe, muy comprometida con su comunidad atiende la escuela en condiciones de pobreza. ―Nuestra escuela no tiene agua para que los niños se laven las manos o se asen la cara ni para los servicios sanitarios. Aunque la línea de la electricidad pasa frente a la escuela no nos han conectado.
Al recorrido se sumaron académicos de la Universidad de Austin Texas que realizan una investigación sobre la cuestión de los desplazados y las razones físicas, económicas y sociales por las que se ven motivados a salir de sus pueblos. El Tizate como otros pueblos en Madero, por ejemplo, la gente de El Capulín, acosados por la delincuencia, son evidencias dolorosas de esta realidad. Lo más penoso es que tengan que irse por el abandono y la falta de compromiso de los gobiernos cuyo deber constitucional es servirles a ellos y no servirse electoralmente de ellos.
En tiempos en que la inseguridad ensombrece la vida de los pobladores de la sierra el abandono institucional representa algo así como el tiro de gracia para los modestos pobladores que quedan a la deriva y expuestos al otro gobierno, el llamado gobierno del narco.
En Madero existen varios Tizates sobre los cuales acechan los sistemas productivos extractivistas que terminarán por quitarles toda posibilidad de acceso al agua y a una vida más justa. Son Tizates que se irán extinguiendo porque sus pobladores terminarán siendo desplazados porque la vida en ellos ya no será posible. También quedarán reducidos a una estadística. Después de todo son tan pocos que sus votos no mueven una elección.
Pero, la narrativa oficial poco o nada se ocupa de esta realidad, para algunos gobernantes la expansión aguacatera es una virtud y la privatización de aguas un hecho natural. Tal vez los gobernantes deberían de vivir en el Tizate para replantearse esa visión.