Diálogos de vida /Santiago Heyser, Sr.

Hablando en Serio
“La amistad”
Mi madre nació en 1920 y se fue en el 2014 a los 93 años, su vida se caracterizó por la lucha y el esfuerzo pues se quedó sola con la responsabilidad de educar dos hijos.
Mi madre me enseño el valor de la palabra y del compromiso, también me enseñó que el trabajo honesto y el esfuerzo dignifican; pero, dentro de todas sus enseñanzas, una destaca, ¡el valor de la amistad!, definida como el interés espontaneo y natural por el prójimo, un prójimo, no todos, por el que estamos dispuestos a hacer cosas sin compromiso y sin esperar retribución alguna por el simple hecho de que somos amigos, lo que de manera natural nos produce alegría y satisfacción… La amistad es fácil de identificar, se percibe en nuestro interés y en el gusto que nos da saber, encontrarnos o compartir con esa persona.
La amistad es espontanea, se da de forma natural como efecto de la interacción de dos personas que sienten afinidad (no que sean iguales) y que comparten puntos de vista, vivencias y cosas en común, dentro de sus diferencias, ello en adición a las experiencias, diálogos, eventos, dolores y alegrías compartidos.
La amistad nos da sentido de pertenencia, nos ubica, nos da identidad y satisfacción al vivir.
Aristóteles distinguía tres tipos de amigos, cito de Internet: “Tres tipos de amistades: El adulador, el amigo por placer y la amistad perfecta. 1.- El adulador se comporta agradable con quienes le rodean, porque existe una intención detrás; sacar provecho. No todos los amables son aduladores, también hay quienes se comportan amables sin esperar beneficio alguno; y aquí es donde Aristóteles distingue al amigo por placer, o complaciente. 2.- Los amigos por placer no buscan sacar provecho alguno más allá de compartir experiencias placenteras. Aquellos amigos con los que simplemente lo pasas bien y siempre están en las buenas. No obstante, se carece de un acercamiento más íntimo y no hay una conexión más allá de la vida y las experiencias placenteras. Pueden ser grandes amigos en las buenas, pero rara vez estarán cerca en los tragos amargos, y 3.- Por último, la máxima virtud para Aristóteles era la amistad para la vida o la amistad perfecta. Y en ese sentido aristotélico, este tipo de amistad engloba a su vez todas las virtudes éticas habidas y por haber. Sólo este tipo de amigos son aquellos que duran para toda la vida.”
Disiento de Aristóteles, para mí solo es amistad, la amistad perfecta como la describe, las dos primeras son relaciones como las que se dan con vecinos o compañeros de trabajo y/o de escuela; lo que no limita que un vecino o un compañero se convierta en amigo…
Dentro de las amistades, hay una que destaca, la que a través de la transición de vivir, se da entre un padre (o madre) y su hijo. La relación padre hijo es muy sui genéris, muy especial y siempre en transición. La vida inicia con una paternidad (maternidad) sustentada en el amor, la ternura y la protección, con el tiempo, la relación transita hacia la educación, la disciplina y la enseñanza, los padres nutren al hijo con sus visiones y experiencias (desgraciadamente no siempre de buena manera), finalmente, al convertirse en adulto el hijo, la relación padre/hijo transita de la obediencia y el orden, a la amistad y la confidencia, un buen ejemplo se presenta en la película El Padrino I, en ella se refleja no solo la amistad entre el padre y su hijo, sino la transición natural del liderazgo dentro de la familia; evento que es frecuente en la naturaleza; parafraseando a Steve Jobs: lo nuevo reemplaza lo viejo.
Cuando un padre y un hijo, a través de la vida sustentada en el amor y el respeto transitan hacia la amistad, se vive, lo digo por experiencia, una de las relaciones más satisfactorias de la vida. En este contexto es natural que el uno y el otro se conviertan en confidentes, de forma acrítica se platiquen sus cosas, se compartan experiencias, se nutran y se aconsejen mutuamente, lo que trae como consecuencia calidad de vida… Decía que mi madre, después de enseñarme a ser amigo y el valor de la amistad, se fue en el 2014, y si bien siento nostalgia con su ausencia, no se ha ido del todo, ella vive en mi mente y en mi corazón y no en pocas ocasiones sigue presente cuando tengo que encontrar soluciones, siempre sustentadas en los valores de honestidad, responsabilidad y esfuerzo que me enseñó… ¡No!, no soy perfecto, muchas veces me equivoco o cometo errores, pero de eso, de eso hablaremos en otra ocasión... ¡Así de sencillo!