Política gourmet
Día mundial de la Seguridad del Paciente.
Por Rafael García Tinajero Pérez.
17 de Septiembre del 2019.
“¡Alcemos la voz por la seguridad de paciente!”
“Nadie debiera sufrir daños en la atención de la salud “.
Bajo este lema el día de ayer se celebró el Día Mundial de la Seguridad del Paciente el cual fue establecido por la 72 a Asamblea Mundial de la Salud en mayo de este mismo año y cuyo objetivo es sensibilizar a las personas para ser más conscientes en su propia salud y autocuidado y a los integrantes de los gobiernos y al sector de la sanidad a nivel mundial para formular políticas en materia de seguridad del paciente considerando a ésta como un atributo esencial de la calidad de los servicios.
La preocupación de la Organización Mundial de la Salud parte de un hecho incontrovertible, la atención médica ha pasado, en menos de un siglo, de ser un proceso simple y poco efectivo a uno complejo, que supone la utilización de alta tecnología y la interacción de profesionales altamente calificados lo que ha tenido por resultado una alta efectividad pero también la ha tornado en una actividad que entraña peligros potenciales manifestados como un alto riesgo de perjuicios involuntarios y daño para el paciente.
“ Primum non nocere “ o “Primero no dañar” , es un viejo apotegma que reconoce tácitamente que la actuación médica puede producir consecuencias indeseables. Y así es, pero esto puede suceder por motivo de la acción del médico, de la sola enfermedad o de esta interactuando con el tratamiento, aunque éste sea adecuado, en el primer caso se trata de incidentes y efectos adversos, en el segundo de las llamadas complicaciones.
En un incidente la comisión u omisión del médico pudo causar daño pero esto no sucedió a final de cuentas, en el efecto adverso la misma situación produjo perjuicio o daño al paciente. En la complicación se hizo lo adecuado pero la naturaleza de la enfermedad tuvo un resultado no deseado.
La información sobre el error médico era muy escasa hasta hace algunos años, los primeros estudios datan de los años sesenta del siglo pasado. A partir de 1999 con la publicación del informe llamado “ To Err is Human: Building a safer Health System “ del Instituto de Medicina de Estados Unidos, se establece un parteaguas, un antes y un después en la toma de conciencia sobre el tema, que resultó en el crecimiento exponencial de las investigaciones y las iniciativas para el estudio y mejora de la seguridad del paciente. El informe demostró que tras la revisión de miles de expedientes médicos y la extrapolación de los resultados, aproximadamente se producían un millón de efectos adversos al año en Estados Unidos y que estos tenían como resultado un número de muertes estimado entre 44000 y 98000, más que los accidentes automovilísticos que eran 43000, el cáncer de mama 42000 y el SIDA 16000. Además de los millones de dólares gastados en estancias hospitalarias y tratamientos prolongados, reclamos judiciales e indemnizaciones. Estos estudios se han replicado a lo largo y ancho del planeta sobre todo en los países desarrollados.
A los costos tangibles hay que añadir los intangibles como son la desconfianza, inseguridad e insatisfacción de los usuarios de los servicios de salud y lo que ocurre de manera similar en los proveedores de estos.
Mejorar la seguridad de los pacientes debe ser una política pública para la mejoría de la calidad de los servicios sanitarios. Hay que generar una cultura salud que ponga en su centro la seguridad del paciente. Que aborde la cuestión analizando los eventos adversos desde todos los puntos de vista: clínico, epidemiológico, administrativo, organizacional.
La gestión del riesgo en lo que concierne a la seguridad del paciente es posible, los eventos adversos pueden detectarse y analizarse, pero lo más importante, prevenirse y evitarse.