Juego de ojos
Durante 70 años, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue la organización política hegemónica en México, con el control de la Presidencia de la República en primer término, y de las gubernaturas, así como de la mayor parte de las diputaciones, senadurías y presidencias municipales.
De todos los cargos señalados con anterioridad, es claro que el presidente de los Estados Unidos Mexicanos era el más importante, pues convertía a su titular en el hombre más poderoso del país durante seis años.
El presidente mexicano siempre fue muy fuerte, ya que la propia constitución le otorgaba un conjunto numeroso de funciones; pero a la par de estas, había otras atribuciones presidenciales, que se podían denominar atributos metaconstitucionales, es decir, facultades que no estaban contempladas en la constitución y que eran propias del sistema político mexicano, entre estas, acaso la más importante, era la de nombrar a su sucesor, es decir al candidato del PRI, con lo que con ello tenía prácticamente asegurada la presidencia.
Esta facultad del presidente en turno, se sintetizaba con la expresión de “tapadismo”, pues se derivaba de la idea de que el predilecto del presidente estaba tapado, hasta antes del llamado destape. No había reglas que se respetaran de cómo sería electo el candidato del PRI a la presidencia, pues si bien se contemplaba la asamblea nacional, lo cierto es que esta tenía lugar una vez que el presidente había destapado a su sucesor, que en el acto era aceptado sin mayores problemas.
Los tapados durante el tiempo que tenían esa condición, debían de ser discretos en lo que tenía que ver con sus aspiraciones, evitar llamar demasiado la atención para evitar que se hicieran públicos sus lados endebles en una campaña; pero sobre todo, debían hacer lo posible para seguir manteniendo el visto bueno del presidente.
Los nuevos tiempos han dejado de lado a los tapados y hoy, lo que se tiene, son corcholatas, al menos así ha llamado el presidente al grupo de funcionarios cercanos a él y a quien ha dado el visto bueno para que con mucha libertad, distrayéndose de sus funciones administrativas, para hacer campaña.
Las corcholatas, como lo hemos dicho, son personajes cercanos al presidente desde sus años de jefe de gobierno de la Ciudad de México, que son de toda su confianza y que él en eventos públicos los anuncia con las características necesarias para sucederlo. Puede haber otros aspirantes a la candidatura presidencial del partido oficial, pero esos no son corcholatas, pues carecen del visto bueno presidencial y por ello no se les menciona en las ruedas de prensa del primer mandatario.
¿En que son semejantes los tapados y las corcholatas?. Pues que todos son parte de la administración, que son personas cercanas al presidente, que cuentan con su visto bueno para poder hacerse notar y aquí es donde está la principal diferencia, el tapado debía ser discreto, pues finalmente no podía abrirse claramente, porque rompería con el protocolo de que el presidente era quien decidía cuando se hacía público.
La corcholata presidencial es ligeramente diferente, es el presidente quien dice quiénes son y da el visto bueno para que hagan actividades proselitistas para darse a conocer, pero finalmente será el presidente, como en el periodo priísta, quien decidirá quién será su sucesor, pero disfrazado de una encuesta, que nunca se sabe qué empresa la levanta, ni donde, ni con cuantos, solo se sabrá quién es el elegido.
A final, el paso del tapadismo al corcholatismo, es cambiar todo, para que todo siga igual.