Política gourmet
El concepto de ciudadanía planetaria, surge del análisis tridimensional del ser humano, es decir, individual, colectivo, y como género humano, planetario. Nos damos cuenta de que en las mallas curriculares de la educación básica, no se menciona el hecho de que el ser humano sea planetario y que por ello tendría una ciudadanía planetaria.
La idea de una ciudadanía planetaria se apoya en la visión de la “Hipótesis Gaia” (James Lovelock y Lynn Margulis), la cual plantea que todos los seres vivos forman parte de un inmenso organismo de las dimensiones del planeta y por ello todos pertenecemos a Gaia, es decir a la Tierra.
La ciudadanía planetaria que debemos reconocer, que la nacionalidad del género humano es la Tierra y que nuestra madre como género humano es Gaia (diosa madre de la tierra en griego), un superorganismo al que estamos integrados en cuerpo y alma. Lo más importante tal vez sea que los problemas que se susciten en uno y otro espacio del mundo no deben ser ajenos a ningún humano, puesto que todo lo que le ocurra a la tierra a nuestra madre tierra se reflejara también en nosotros y viceversa. Ejemplos muchos, el más actual el Coronavirus que es una pandemia.
Por esta simple razón, hoy, todos y todas tenemos el compromiso y el deber moral por cuidar a Gaia, que es nuestro hogar común. Muchas ocasiones exprese que esta tierra es nuestra casa, que debemos cuidar el medio ambiente, la biodiversidad, la vida, y en ello, los seres vivos, así como lo que hace posible la vida: agua, luz, aire, tierra.
Cada vez que consideramos al planeta como una totalidad, y no como partes de esa totalidad, percibo a los demás seres humanos que habitan como iguales, como iguales a mí, pero igualmente estaría aceptando que los demás seres vivos (plantas y animales) deben ser respetados y no abusados y violentados.
Es tan simple hacer la reflexión para comprender que si la tierra es mi hábitat, pero a la vez mi hogar, tengo que preocuparme entonces por todos los problemas que le aquejan a mi hábitat y a mi hogar. De esta forma tendremos uno de los elementos que genera la condición de cohesión, es decir la identidad, la pertenencia, el sentimiento de pertenecer a la Tierra, de pertenecer a una misma humanidad, hacerlo borra el plano geopolítico, las fronteras, las razones geográficas, culturales, de raza, económicas, sociales, de salud, con las cuales el hombre economicus, es decir hombres y mujeres en esta etapa Posmoderna en todo el mundo ha inventado para separar unos de otros y que ahora como antes son fuente de conflictos permanentes entre los seres humanos.
Pero la ciudadanía planetaria responde a una condición eminentemente espiritual, es decir, no a dogmas, o procesos jurídicos, no, no, responde a las entrañas más generosas de la espiritualidad del ser planetario, es decir, al valor del respeto, de respetar los seres vivos y aquello que da viabilidad a la vida: el agua, la tierra, el aire, la luz.
Es así que, gracias a ese sentimiento de pertenencia nos vemos interactuando con todo lo que nos rodea, formando parte de un sistema único, solido, común, que nos abraza en un mismo sentido, para proteger la vida.
Moacir Gadotti, en “Pedagogía de la Tierra”, hace la siguiente reflexión, que por otro lado es un hermoso comentario ético y estético en donde busca el valor del amor, la solidaridad, la complementariedad: “La planetariedad, nos lleva a sentir y vivir nuestra cotidianidad en relación armónica con los otros seres del planeta tierra”, el encuentro en horizontalidad de la mismidad y la otredad, en complementariedad, en alteridad, pero también en la ecología de saberes en tratándose de humanos y no humanos.
En sentido contrario como lo explica Guille Lipovesky en sus diferentes textos (“La era del vacio”; “los tiempos hipermodernos”; “El crepúsculo del deber”) los valores individualistas, el hedonismo, narcisismo, la búsqueda del éxito, el lujo, que es el perfil de una ciudadanía globalizada, la ciudadanía planetaria promueve los valores universales o universalistas para un mundo de justicia, sin exclusiones, en un ambiente de respeto natural y socialmente saludable y sostenible (en una aproximación de la Agenda 2030 los ODS).
También la ciudadanía planetaria promueve el crecimiento espiritual y moral de las personas. La ciudadanía planetaria no es posible en un mundo globalizado capitalista, pero, debemos de trabajar en ello, porque esto ya es una emergencia no para los que hoy vivimos en Gaia, sino para las próximas generaciones que requieren de un mundo sostenible.
Por ello, considero que quienes hemos tenido la oportunidad de estudiar, cualquiera que este sea el grado que tengamos, pero también de aquellos que tienen experiencia de vida y que se constituye como sabiduría nos corresponde como ciudadanos planetarios trabajar fuertemente para hacer posible la civilización ecológica postcapitalista, que como expresa Sigfrido Lanz en su texto “Ecopedagogía y cultura depredadora” “se está fraguando….”.
Finalmente, tanto la formación y ética ecológica deben tender a preparar al ciudadano planetario a partir de desmontar las creencias en el que se ha formado el ciudadano globalizado; quien ha sido educado en términos de una mentalidad individualista, localista y nacionalista, además de despilfarrar y consumir, a quien se le enseño que la naturaleza debe ser dominada por la ciencia y explotada intensa y extensamente. Para nuestro hombre economicus, o globalizado, solo tiene valor lo producido por el hombre, los productos o frutos de la naturaleza, el agua, los insectos, las plantas, o los animales, tienen un valor instrumental, son recursos que como pañuelos desechables, los usa y tira.
En una reflexión con diversos compañeros y amigos en distintos foros, conversatorios, entre ellos, José Manuel Loeza, Pedro Armando, Ricardo Bravo, Elvia Higuera y otras más, platicábamos acerca del hiperconsumo y los valores individuales, la pregunta era cuantos pares de zapatos tienes?, unos dijeron 7 pares, 25 pares, y las mujeres muchos más pares. Esto nos puede hacer entender que necesitamos trabajar en la construcción de la ciudadanía planetaria, es decir, necesitamos más formación ecológica, más ética ecológica, necesitamos una pedagogía ecológica que nos enseñe la espiritualidad, es decir a respetar a los seres vivos y a los elementos que dan vida. Siempre bajo los valores universales, para apreciar las conductas de los seres humanos.