Al derecho y al revés

El supuesto bótox de la Presidenta
Por alta, por bajita, por blanca o por morena, por la edad o por el peinado; por todo o por nada las mujeres siempre seremos criticadas o halagadas por nuestro aspecto físico, tanto que nuestros logros profesionales, académicos, políticos o intelectuales pasan a segundo plano ante la opinión pública, cuya mirada inquisidora se detendrá en averiguar qué tan lindas o menos agraciadas somos.
Claudia Sheinbaum, nuestra primera presidenta, ha sido criticada por su aspecto desde antes de llegar al poder y este fin de semana, (santa, por cierto) las redes sociales la atacaron terriblemente por supuestamente haberse sometido a un tratamiento de bótox.
No había pruebas que lo hubiera hecho, y aunque las hubiera lo mismo da. No nos afecta en lo más mínimo, o no debería afectarnos. Criticar a una mujer que ocupa el cargo más importante en México, y que llegó a él por el voto popular, es profundamente sexista, discriminatorio y misógino.
Más grave es cuando son las mujeres sus principales detractoras.
En México, más del 30 por ciento de las mujeres mayores de 18 años dijeron haber sido discriminadas por su aspecto físico o por su forma de vestir, según se reporta en la Encuesta Nacional Sobre Discriminación.
¿Por qué, entonces, criticar a alguien de nuestro mismo sexo por los mismos motivos que nos han criticado?
El problema va más allá. Reprochar a una figura pública como Sheinbaum por su atuendo, peinado o cuidado de su piel es reducir su capacidad de gobernar a su apariencia y esto es parte de las múltiples violencias que vivimos en la actualidad.
En el caso de la presidenta, bien podría tratarse de violencia política en razón de género, que demerita o intenta invisibilizar algunos de sus logros, muchos de ellos enfocados precisamente a la inclusión de las mujeres en la vida política, social y cultural de nuestro país.
Claudia no es la única política que está expuesta al escrutinio público. En las campañas presidenciales la candidata opositora, Xóchitl Gálvez, fue objeto de innumerables memes y apodos que ni al caso rescatarlos de la memoria, pero que nos comprobó la importancia absurda que para muchos y muchas tiene que una mujer no cumpla con los estándares de belleza.
El edadismo, la discriminación, la gordofobia y otros tipos de violencias, son solo parte de esa construcción errónea de estética femenina que han alimentado las redes sociales, dispuestas siempre a vituperar lo que les parece feo, antagónico, incluso absurdo.
Puedo asegurar que a la presidenta poco o nada le afecta lo que dicen de su apariencia y también puedo asegurar que ese no es el fondo de este asunto.
La pregunta es ¿hasta cuándo una mujer dejará de ser aceptada o valorada por su aspecto físico?
En este país, donde en teoría “llegamos todas”, parece un sinsentido hablar de paridad o de equidad de género si seguimos anclados al sexismo y a la discriminación, ya sea hacia Claudia o a cualquiera.
Urge un cambio de fondo.