Acapulco: la emergencia apenas comienza

El factor humano es el primer círculo concéntrico, de muchos, que debe ser atendido con urgencia luego del paso del huracán Otis en Guerrero, y en particular en Acapulco y zonas turísticas aledañas. El fenómeno meteorológico destruyó prácticamente toda la infraestructura central que dota de los servicios básicos para la población. Hoy cientos de miles de personas, mujeres, adultos mayores, niñas, niños y adolescentes, hombres jóvenes y adultos no cuentan con agua, alimentos, luz, telefonía.
Todo cuanto se ha hecho hasta ahora por parte de las instancias de gobierno Federal, estatal y municipal, así como por parte de la sociedad civil y particulares, con la concentración y el envío de toneladas de alimentos y agua, principalmente, resulta mínimo frente a la dimensión de la tragedia. No hay recurso que alcance, ni brazos suficientes para atender las mil caras del desastre ocurrido el marte 24 de octubre.
Más allá de la retórica oficialista y del manoseo político (obsceno) que hacen partidos y lideres partidistas de la desgracia de los guerrerenses, urge que los mexicanos envíen toda ayuda posible porque hay hambruna, tráfico de alimentos, insuficiente agua para consumo de las personas y medicamentos, esenciales para la sobrevivencia de muchas personas adultas mayores y niños.
La imagen que ha dado la vuelta al mundo para evidenciar la falta de alimentos se difundió esta semana, desde el centro de Acapulco, en donde una mujer saca de entre la basura un bolsa con alimentos en evidente estado de descomposición y, ante el azoro de la periodista que la entrevista, describe cómo limpiará ese alimento y con la escasa agua que guarda en una cubeta sucia la limpiará para cocinarla al aire libre, en una fogata donde usa una cacerola para “cocinarla”.
A diez días de que el huracán Otis tocó tierra en el puerto de Acapulco, se ha generado un círculo infernal:
El meteoro daño infraestructura básica, lo que impide que fluya agua y luz de manera regular. En el caso de las carreteras, si bien el paso se ha normalizado en su mayoría, el envío de alimentos al puerto ha colapsado por la destrucción misma provocado por le viento y las lluvias.
Este entorno acabó, en cuestión de horas, con miles de fuentes de trabajo, lo que ha generado que la gente no cuente con recursos para atender sus necesidades primarias. Todo lo que obtienen o puedan obtener de alimentos y enseres para su sobrevivencia es producto de donativos y asistencia gubernamental, pero no alcanza para todos.
Se han distribuido 17 mil despensas, se espera sumar 40 mil para los próximos días, pero hay un millón de personas que requieren alimentos diarios y no los tienen.
Pasarán meses, muchos meses, para volver a colocar en una situación regular a toda la población afectada, en lo que se refiere a dotación de alimentos y servicios fundamentales, insisto, como la distribución de agua potable y el servicio de energía eléctrica, gasolinerías o servicio de telefonía e internet.
El presidente López Obrador ha dicho que para diciembre se habrá levantado Acapulco, pero eso no ocurrirá, a pesar de que fueran enviados con prontitud y ejercidos con eficacia los 65 mil millones de esos que anunció como parte del plan de rescate.
Ese volumen de recursos no alcanzará para poner de pie a Acapulco, por lo que la participación del sector privado, es decir el empresariado, y las entidades financieras que tienen amplios negocios y carteras de créditos hipotecarios en la zona devastada, deberán fortalecer sus programas de apoyo si realmente quiere recuperar la dinámica de pagos y echar a andar la economía de la región.
El gobierno de México se enfrenta a un gran dilema, crudo, frío, contundente, pero irreversible: Atender primero las necesidades ancestrales de la población: educación, salud, agua potable, urbanización donde viven cientos de miles de personas o generar iniciativas de rescate al sector productivo del estado y del Puerto de Acapulco en particular, porque la economía del estado depende del sector turístico y para que ello ocurra se debe reconstruir el sector hotelero f e industrias restauranteras y de entretenimiento, porque son los que generan empleo y derrama económica.
Algunas cifras sirven de ejemplo para medir el tamaño del reto: El acapulco había 36 mil pequeños y medianos negocios, de los cuales solo entre 8 y 10 mil estaban asegurados ante desastres como el ocurrido, el resto, es decir entre 20 y 22 mil negocios dejaron de existir. Se contabiliza hasta ahora un millón de personas sin fuente de empleo y por tanto sin ingreso alguno.
Las ayudas que dará AMLO a jóvenes y apoyos a pequeños y medianos comerciantes, así como las dispensas de carga fiscal a empresas y pequeños negocios, suenan a una inocentada, es como querer curar un cáncer con un té de tila.
Hay afectación de diversos niveles en 47 Municipios el Estado, pero el golpe mayor de Otis ocurrió en el puerto de Acapulco.
Los apoyos anunciados por el gobierno oscilan en 61 mil millones de pesos, equivalentes a 3 mil 400 millones de dólares, frente a los 16 mil millones de dólares que se requiere para una verdadera reconstrucción y rehabilitación de Guerrero y en especial en Acapulco, según datos de la calificadora Fitch Ratings.
Acapulco, el paraíso del Pacífico, está hoy en la lona, pero no derrotado. Tardará eso sí en levantarse.