Mario García, no apto para la generación de cristal
Hemos concluido la mitad del 2015, las burbujas de que el país se encuentra sólido y en el camino correcto se agotaron con la realización de las elecciones del pasado 7 de junio y es hora de, como dice el dicho, volver a la realidad.
La economía nacional es la agenda que ocupará la atención de la opinión pública y el tema que ha trazado un camino sinuoso y duro para la realidad de nuestro país. El desempeño de la economía mexicana en los últimos tres años ha sido, literalmente, una historia donde en cada capítulo el panorama se vuelve más complejo y menos prometedor para el país en su conjunto y las familias mexicanas.
Comenzamos con una estrategia fallida del Gobierno Federal en el manejo del gasto público, lo que generó desequilibrio en la tendencia de crecimiento económico que el país acumulaba en los tres años anteriores al inicio de este sexenio. Aunado con otras variables, como la caída en el consumo interno, ahora se tiene un crecimiento menor al 2 por ciento en los dos primeros años de esta administración y algo igual se espera para el cierre de 2015. A este contexto, se sumó un problema del que no nos habíamos preocupado desde el sexenio de López Portillo: una caída en la producción de petróleo que se conjuga con el desplome del precio internacional del mismo.
Por si no fuera poco, ahora se suma otro problema: la apreciación del dólar, o bien, si se quiere ver así, la devaluación del peso. Al final de cuentas, los efectos de la apreciación del dólar o la devaluación del peso en las familias y los agentes económicos de nuestro país es el mismo: la deuda externa de las empresas se incrementa, los productos suben de precio y a las familias les rinde menos el dinero.
El Gobierno Federal estiró la liga al límite porque, ante el contexto electoral que se vivía en los primeros seis meses de este 2015, no podía salir y comunicar las medidas que se veían impostergables y obligadas. No le convenía políticamente anunciar recortes presupuestales y un presupuesto para 2016 menor que el de 2015. Esas son noticias que nadie quiere escuchar porque, aunque obligadas y necesarias, mandan señales a los agentes económicos que los hace adoptar un comportamiento conservador y adverso a la inversión.
Así las cosas, el nuevo capítulo de esta historia que no parece tener final es la noticia de la Secretaría de Hacienda en el sentido de reducir los programas presupuestales del Gobierno Federal al pasar de 1,097 programas existentes en 2015 a 851 programas para el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2016. Es claro que el gobierno necesita gastar menos, no podemos continuar endeudando al país a costa de deuda. La reducción en el número de programas presupuestales es una parte de la historia, ahora toca ver en qué dejará de gastar el gobierno y en qué continuará gastando. De lo que se trata es que ante este contexto tengamos un gobierno menos costoso y más eficiente. Esperemos que, por ejemplo, los programas sociales no sean los sacrificados a fin de que el gobierno cuente con dinero para comprar aviones o gastos innecesarios que no tienen ningún tipo de impacto en las familias mexicanas.