Visiones y Percepciones/La Iglesia no ha perdonado a México

¿Por qué decirlo?

La Iglesia no ha perdonado a México

Previo a la actual visita o muy reciente visita pastoral de SS Francisco a nuestro país, se dieron=sucedieron muchas declaraciones muy atípicas, tanto del Sumo Pontífice como de su staff=gabinete – fuera de contexto y bastante riesgosas, refiriéndose a México, como las siguientes:

1ª.- ¿Quién tiene la culpa de esta violencia? ¿El gobierno? Es la respuesta más superficial…A México el Diablo lo castiga con mucha bronca.

Más tarde la repitió con mayor resonancia y contenido dogmático=teológico.

2ª. Yo creo que el Diablo le pasó la boleta histórica a México.

Como son cuestiones de ideas, especulemos, ya que no hubo mayor abundamiento.

El antecesor de su actual Santidad, SS Benedicto XVI, monseñor Ratzinger, en varios de sus arranques desapareció al Diablo, al Infierno, el Limbo y al Purgatorio y de dos que tres plumazos derrumbó todo el edificio de cocos, penalidades, torturas mentales, miedos y estructuras con las cuales la Iglesia Católica se sostuvo en las épocas oscuras y actuales de su pontificado y de la humanidad y desapareció, igualmente, lo que aun queda de la Santa Inquisición – seguramente eran otros tiempos y se pudieron justificar o aplicar, ¡Y le dio resultado!

¿Ahora, por qué SS Francisco lo recrea  – al Diablo –  nos lo coloca como Ángel Negro de la Guardia y lo culpa y responsabiliza de la  violencia existente en la nación? ¡Por Favor! La violencia está en todas partes… ¡En todas partes se cuecen habas!

La segunda es la peor: Los sucesos actuales en nuestro país, ¿son muestra de cobranza histórica porque nuestro país, como resultado triunfante,  de la Guerra de Reforma y de las Leyes de Reforma – 1860 -, impuso la separación de los dos Estados y la Iglesia católica perdió sus bienes terrenales?

¡Qué lástima!

De ser así, parece que  SS Francisco, congruente con el perfil de la Iglesia Católica no olvida   y juzga negativamente y, por otro lado, muestra que el tan publicitado Dios de amor al prójimo y misericordia y del perdón, es inexistente y sí es un Dios vengativo, rencoroso.

Por ampliación, también el Diablo debería cobrarle sus facturas a Francia, Estados Unidos, Napoleón  – por las ideas del origen del poder político,  su difusión y su aplicación -, así como a Italia, a Inglaterra, Alemania y a los científicos que han avanzado en la ingeniería molecular para generar vida, disputándole ese don al Dios del dogma católico, a los astrónomos y físico-matemáticos que se han adentrado en los secretos del origen del universo, contraviniendo los dogmas centrales del catolicismo.

O, acaso, por todo eso le está yendo al mundo como le va porque el Diablo está cobrando las facturas, pues si recordamos los sucesos cotidianos, en todos esos países – como en todo el mundo, el Diablo anda suelto y está o cobrando la factura o se está haciendo presente en este mundo tan materializado y pragmático, en donde ya no importan los valores morales, religiosos, si no el valor del dinero y del poder.

Ya, durante su visita actual, y específicamente en sus actos en Chiapas, pidió perdón a las etnias porque se les destruyó su cultura, se les arrebataron sus propiedades y fueron despojados de todo, inclusive de su identidad y, sin entrar en detalles, porque no es el lugar ni el momento,  la Iglesia Católica, que SS Francisco representa, fue la que respaldó  y fortaleció todas esas acciones de despojo, rapiña, destrucción y avasallamiento de culturas y etnias.

Debe recordar que en nombre de la evangelización se realizó la conquista y se impuso la cultura “católica” europea, representada por España y Portugal. Y si sirve otro recuerdo, las Cruzadas: igualmente, destruyeron todo lo que los pueblos árabes-musulmanes les permitieron, en nombre de un rescate territorial del santo Sepulcro, de la Tierra Santa.

Respetuosamente, por quien es y representa, SS Francisco debería recordar que vive en casa de cristal muy delgado, por lo que debe meditar más lo            que dirá o dejar que sean otros quienes lo digan y no él: la Cabeza visible de Cristo.