Libros de ayer y hoy
El hombre es muy pobre y pequeño, sólo no puede encontrar el camino de la vida plena, necesita la sabiduría eterna de Cristo que lo enseñe.
En tu vida. Estamos tan entretenidos en los asuntos del mundo y diversiones, tanto vivimos sin Dios, que no escuchamos la Palabra de Jesucristo ni entendemos sus exigencias.
Cuando le hablo a alguien de la vida del cielo, me contesta entre broma y seriedad: pero si yo a esta vida no le pongo pero. Se siente satisfecho en esta tierra y se limita a los pocos años que le quedan.
Dios habla. Dios da la vida plena y verdadera, tiene un plan para entregarla a los hombres. Desarrolla su plan desde el principio de la creación por siglos y milenios.
El hombre quiere alcanzar la vida por sí solo pero es ciego, mentalmente pobre, está desorientado por el pecado y pierde el rumbo sin Dios.
Desde muy antiguo la Revelación de Dios enseña las limitaciones terribles del hombre: “Los pensamientos de los mortales son inseguros, sus razonamientos pueden equivocarse porque su cuerpo corruptible hace pesada el alma” (Sabiduría).
La vida breve del hombre le da una vista corta, opaca. El hombre no es capaz de ver todo con claridad meridiana como Dios.
El salmo 89 recuerda la misma realidad: “Tú haces volver al polvo a los humanos…. Mil años para ti son como un día…. Nuestra vida es tan breve como un sueño en la mañana.. semejante a las hierba que por la tarde se marchita y se seca.
Necesitamos aceptar la vida como es y no estar soñando como el mundo que quiere vivir para siempre y hacer aquí un paraíso.
Nuestra vida en este mundo se orienta a la eternidad donde la vida ensancha sus horizontes sin límites, ahí se encuentra la inmortalidad y felicidad que soñamos. No se puede esperar en el desierto de Arizona un paraíso. Lo importante es Dios y su herencia del cielo.
Por eso afirma Cristo, presencia de Dios en forma humana: “nadie puede seguirme si no me quiere más que a su padre, su madre, su pareja, sus hijos, hermanos….”
La afirmación es muy radical, sólo Dios puede tener esas pretensiones. La afirmación va más lejos, debes amarlo más que a ti mismo. Es algo que escandaliza al mundo que pone al hombre en el centro como un dios, que le sacrifica todo, le cumple todos sus gustos, le da todos los placeres. Los psicólogos de ahora se asustan cuando no te concedes todo lo que se te antoja, como los deseos sexuales.
La razón es que Dios es un misterio demasiado grande y precioso. La felicidad plena es perderse en ese mar de felicidad.
Necesitamos ser discípulos de Jesús, hacer su vida, ser como él para llegar a ser hijos de Dios y quedarnos con él para siempre en la herencia del cielo. Hay que seguirlo con las renuncias, sacrificios que cuesta ser como él y ayudar en la salvación el mundo. “el que no carga su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo”.
Es una visión de la vida y un plan diferente. Lo más simple es tener un encuentro con él, quedar fascinados, conocer su palabra, obedecerlo. Nos irá transformando, haciendo santos, hijos de Dios y nos garantizará la herencia del cielo.
Vive intensamente. ¿Quieres realizar el más grande negocio de tu vida, el único, celestial? Escucha a Cristo, déjate llevar por sus sabios consejos. Vive vuelto hacia Dios totalmente.
Cristo con nosotros. Cristo está en la misa, nos entrega sus preciosos consejos y nos da para el camino el alimento de vida eterna, su cuerpo y su sangre.
Para platicar en familia. Comenten: ¿En la familia estamos clavados en los asuntos del mundo y no escuchamos la voz de Cristo? ¿Lo amamos más que a los papás, hermanos, esposo o esposa? ¿lo dejamos hasta lo último?