La Iglesia en Guerrero suple al Gobierno
Los enfrentamientos y muertos siguen, nadie puede negarlo, como la balacera del seis de enero desde la madrugada en Apatzingán.
Las muertes, son un hecho inaceptable, infinitamente grave, de laesa humanidad, de laesa divinidad se mata la imagen viva de Dios, se corta la vida de un ser que tiene un destino eterno.
La zozobra, el miedo, la desconfianza cimbran el alma del pueblo. Cuando se convive con el pueblo sencillo, fuera de las camionetas blindadas y del cerco de guaruras se percibe su dolor hondo, su tristeza. Sus lamentos son un clamor que llena la tierra.
Hay dos pilares que no se pueden ignorar, ni borrar para resolver los problemas: la verdad y la justicia.
No se puede mentir, negar los hechos, disfrazarlos, disimular su gravedad, falsear la información, componer la realidad en los discursos.
Sin valores universales no se puede salir de la corrupción y las crisis. Las medidas pragmáticas, las recetas dictadas por las ciencias de la planeación no se resuelven los problemas de raíz y seguimos patinando en el lodo de la corrupción e impunidad. La justicia es de otro orden.
Cuántas veces la voluntad del gobernante, su capricho es la ley. Sin justicia, las leyes humanas no valen nada. Muchos se toman en serio la canción: “y mi palabra es la ley”.
No se debe torcer el derecho, como cuando se protegen
intereses bastardos y se sanciona sin justicia y se atropella al pobre que no tiene padrinos poderosos.
Es lo que hacen hace las autoridades judiciales cuando consignan a los inocentes, que actúan en un tiroteo en defensa propia, que en su trayectoria han dado todo, han expuesto su vida para quitarse de encima las garras del Crimen que los mata, asesina a sus esposas y sus hijas, las viola, arrebata las fuentes de trabajo indispensables para subsistir, secuestra las fuentes de riqueza.Los méritos de estos hombres no tienen reconocimiento.
Me refiero, concretamente al caso de los autodefensas verdaderos, más precisamente a Hipólito Mora y sus compañeros, consignados por los que administran la justicia.
En los informes del Comisionado, en sus actos públicos se hace sentir que, con su llegada, arregló los problemas de seguridad, se siguen dando afirmaciones en ese sentido. Los hechos las desmienten, como en el caso del tiroteo que hubo en Apatzingán la madrugada del seis de enero, con un saldo real, aunque no oficial, de nueve muertos. El rumor popular da cuenta de cuarenta a sesenta muertos.
Se falta a la verdad, no venimos en una dinámica de aplicación recta de la justicia, no se transparenta la administración de justicia, con sus fracasos.
La justicia es un valor sagrado, no se “vende”, los hombres no pueden torcerla, manipularla, hacerle “manita de puerco”.
La justicia es un valor moral, que, desgraciadamente, los hombres hacen relativo, por el mal uso de su libertad, por su falta de moral, es decir, de honestidad.
Las leyes físicas nunca fallan, sino en caso de milagros. Las leyes morales, como la Constitución, fallan no porque no tengan un valor absoluto sino porque dependen del hombre, cuántas veces voluble y sin conciencia moral formada. El las suspende.
Para evitar esa tragedia, hay que darle a los valores morales vigencia universal, que nunca fallen, nunca. ¡Urge recuperar los valores morales!
En una civilización creyente católica, occidental y mexicana, se entiende este valor metafísico, como diría Aristóteles, de la justicia y la verdad. Estos valores están siempre vigentes, simplemente no fallan, son más estables y seguros que las leyes físicas. Estos valores, inmutables obligan siempre, siempre, sin condicionamientos, para todos, para los poderosos y los pobres.
Es fundamental Dios, un ser en el que no hay prevaricación, maldad. “Dios ama la justicia” (Salmo 36). Manda: “juzgarás con toda justicia”( Levítico 19,15).
En los dioses griegos se daban las bajas pasiones, terrenas, no así en el Dios de Cristo que tiene como característica principal, la santidad.
Dios es simple y sencillamente bueno, puro. Dios es amor, misericordia para el pobre, es fidelidad, en él no hay prevaricación ni traición ni nada voluble.Es la roca inconmovible donde puede apoyarse el hombre.
Cuando la justicia se funda en él, se convierte en una plataforma inmutable, segura, para un gobierno de éxito y progreso auténtico.
La justicia en él es firme, estable, sin la más leve sombra de prevaricación ni perversión. Dios gobierna todas las cosas con justicia.
Los gobernantes son elegidos por Dios por su calidad moral para practicar la justicia. Salomón es elogiado porque pidió a Dios “la inteligencia para aplicar la justicia” y no pidió las riquezas.
El modelo de gobernantes es el santo rey Davidque reinó en Israel aplicando el derecho y la justicia.
La Palabra Revelada alaba al que no acepta regalos ni presiones para condenar al inocente. Condena la situación en que “en lugar de la justicia reina la iniquidad.” Hay gobernantes que prevarican y se dejan infiltrar por el crimen, practican la iniquidad.
El gobierno, el país se consolida con la justicia.
El Todopoderoso ordena que en la gestión de gobierno se privilegie a los humildes, multitudes de pobres, sin voz ni “palancas”. Los grandes profetas proclaman la orden divina de hacer justicia al pobre, al huérfano, al indigente.
La primera reforma que necesita México es moral, hay que reformar a los hombres, a los de la esfera del poder y a la inmensa mayoría de los gobernados.
Las autoridades para juzgar con rectitud necesitan convertirse a la rectitud, la honestidad, lealtad, fidelidad a la tarea. Se necesita su reforma moral.
Necesitamos rescatar las columnas de la verdad y la justicia y ponerla en el centro de la sociedad, de la interacción social y de la gestión de los gobernantes.