Contribuciones para desarrollo con bienestar
“El Dilema Educativo”Estamos como el novio virgen que no sabe qué hacer en la noche de bodas; los humanos no sabemos a dónde queremos (debemos) ir… Todo empieza por saber que somos, como somos y para que existimos; en tanto no tengamos respuesta a esto ¿Cómo fregados vamos a saber qué hacer? Una vez sabiendo que somos y para que existimos, pues se vuelve más sencillo hacer lo conducente para cumplir con nuestro individual destino y con el destino que como colectividad, como sociedad, como raza humana nos corresponde. Tratando de buscar la punta de la hebra a este asunto de existir, me aventuraré a concluir que tenemos que analizarlo desde dos ópticas diferentes pero complementarias: la del individuo, es decir ¿qué soy?, ¿quién soy? y ¿para qué existo?; y la de la colectividad: ¿Quiénes somos los humanos? y ¿por qué y para qué existimos?… Hoy, unas de las enfermedades sociales que vivimos son el egoísmo y el individualismo; partamos de esta realidad y empecemos con el ¿qué soy?, ¿quién soy? y ¿para qué existo como individuo, como persona?… ¿Para qué existo?, la mejor respuesta que he escuchado, por su sencillez, simplicidad y lógica es la de mi amigo Faustino Castro, fundador de la Universidad de Zamora en Michoacán: Existimos para amar y crecer. Es decir, al nacer iniciamos un recorrido en el tiempo, de esto que llamamos vida, para desarrollar nuestras capacidades, nuestras potencialidades y así llegar a ser, como individuos, lo que podemos ser; de la misma forma que una semilla de trigo es semilla, pero puede llegar a ser espiga ¡Con una diferencia sustancial!, en tanto la semilla de trigo depende del azar para crecer (tierra fértil, agua, clima), el ser humano depende de su voluntad, de su decisión para crecer, de eso que llamamos libre albedrío que nos permite decidir y actuar en consecuencia. En otras palabras, nosotros decidimos si en el proceso que llamamos vida, crecemos y llegamos a ser espigas, o nos quedamos como semillas; y como dice el refrán popular; el que nace pa´ maceta, no pasa del corredor. Si estamos medianamente de acuerdo en lo expresado (mejor si lo estamos por completo), podemos concluir que nuestro objetivo y la razón de vivir es crecer ¿Pero como crecemos?, y no me refiero al proceso biológico de madurar y desarrollarnos físicamente, sino al proceso vivencial de desplegar todas nuestras potencialidades para así alcanzar nuestra individual plenitud; la propuesta de Faustino es que crecemos a través del proceso de amar, es decir, que el ser humano existe para amar y que es a través del amor que desarrollamos nuestra plenitud. Visto así, como que entonces no tiene mucho sentido el modelo educativo que tenemos, en donde podemos aprender de todo menos a amar; es decir, tenemos un modelo educativo que fuera de la familia, y esto es un decir, nada tiene que ver con nuestra humana naturaleza, y hago ese cuestionamiento porque con la vida moderna el rol educativo de la familia cada día es menor y consecuentemente nuestros niños y jóvenes cada vez están más incapacitados para amar, lo que les impide alcanzar su plenitud de personas y consecuentemente la felicidad, lo que nos lleva a analizar lo propuesto desde el punto de vista colectivo. Si desde la perspectiva individual existimos para crecer a través del amor, desde el punto de vista colectivo lo que debemos hacer es construir sociedades en donde la projimidad y el amor prevalezcan sobre el individuo, regresando a la propuesta filosófica griega de que el todo es más que las partes, concepto que nos enseñan con excepcional claridad las hormigas o las abejas, donde cada individuo está dispuesto hasta ofrendar su vida por la colectividad. Lo sé, no somos ni hormigas ni abejas; pero ello no nos hace ajenos al concepto social de ser parte de un todo llamado sociedad y de la necesidad de cada individuo de adquirir una conciencia de pertenencia y corresponsabilidad con esa sociedad, con el todo al que pertenecemos, lo que nos regresa al punto de vista individual en donde cada individuo, cada persona, puede alcanzar su propia plenitud y felicidad a través del servicio y el amor al prójimo, y en el sentido de pertenencia y colaboración con la colectividad que conceptualmente hemos organizado en niveles de cercanía; inicia por la familia, se extiende a la sociedad y por razones prácticas la limitamos a la nación dentro de un territorio, lo que nos permite no solo amar y crecer, sino mantener nuestras diferencias en un mundo en donde cada individuo es único y conforma sociedades plurales y diferentes que si vivieran con los conceptos de crecimiento y amor, nos convertirían en una sola raza, la raza humana que bien podría vivir en armonía, tranquilidad y paz con un progreso sostenido… Así es como deberíamos educar, no como lo estamos haciendo hoy, para tener, dominar y poseer, exactamente lo contrario a amar… ¡Así de sencillo!*Escritor y soñador