Tras bambalinas
El viernes, de bolón pimpón fui a la ciudad de México a la reunión del Consejo de Seguridad de la Coparmex, lo que en otra ocasión compartiré…Decía que fui de ida y vuelta al D.F., al regreso, en el autobús, tuve la fortuna de que me tocara como compañera una bella señora, Magdalena, que me compartió que su hija, la menor, era una señorita de 21 años. De entrada me dio ternura, apenas podía con su carga, en una mano llevaba una enorme bolsa de mujer, de esas que le cabe todo, en la otra una bolsa de mangos. Pasando por encima de mi, con trabajo se acomodó en su asiento, sonrió; me presente: -Soy Santiago le dije. –Magdalena, me contestó, voy a Salamanca. –Yo a Celaya.Ya con el camión en marcha iniciamos un diálogo en el que me compartió que su padre estaba enfermo, que ella vivía en México y que solo iba el fin de semana a cuidarlo. Sonreí y le expresé que no me gustaba el D.F. para vivir. Sonrió y me dijo que ella había vivido en Pátzcuaro, pero que al casarse “con su marido”, se había ido a vivir a la Cd. de México. –Dos errores, le dije en broma, uno casarse, el segundo dejar Pátzcuaro para vivir en la capital. Volvió a sonreír, en tanto me platicaba como en Pátzcuaro y alrededores se dedicó al trabajo social con las comunidades indígenas; y como labores como el enseñar a coser, cocinar y como alimentarse bien, etc. habían cambiado la realidad cotidiana para esas personas, aunque no se situación de vulnerabilidad económica y social.Mientras compartía sus vivencias, llamó mi atención la forma como, con su dedo índice remarcaba sus dichos y acciones; reí y le dije –Tus hijos deben de estar en problemas, tus maneras parecen las de una directora de orquesta que lleva el control. Su expresión fue de sorpresa y me compartió como tenía problemas de comunicación con su hija, ya que le imponía horarios con una disciplina y exigencia muy fuertes. –Eso no es amor, expresé. A los hijos se les educa para que vivan sus vidas, no se vale que uno, como padre, quiera controlar sus vidas. A los 21 años es una falta de respeto y de confianza. –Eso me acaba de decir ella, me confió; fue a una fiesta y quedó de llegar a las 12 de la noche, pero llegó hasta la una. Todo ese tiempo le estuve mandando mensajes al celular reclamándole su falta de responsabilidad y sensibilidad. Al llegar a casa me dijo que no la respetaba. –Tiene razón tu hija, le dije, además, insisto, eso no es amor, es control y lesiona la relación madre-hija, lo que en términos prácticos es contraproducente porque la alejas de ti y cuando te necesite no podrá contar contigo…Ella calló, sus ojos brillaban con una lágrima que no salió, me dio ternura. Era una buena madre que con un amor mal enfocado, trastocaba el cariño y el diálogo con su hija. Cambié de tema, le pedí su mano, con cierta reticencia la puso sobre la mía, le hice un cariño, sentí la tensión; le pregunté -¿Que sientes?, no contestó. Seguí el diálogo y comenté, -Todos sentimos bonito con una caricia, pero culturalmente nos enseñaron a rechazar todo contacto físico. Se rió y retiró la mano. –Es curioso comenté, hemos construido una cultura que nos aleja de nosotros mismos, estamos atrapados en los deberes ser y no aflora nuestra humanidad, el problema es que perdemos calidad de vida. –Es verdad, dijo, estamos atrapados en lo que nos enseñaron de chicos. A mi me educaron unas tías muy estrictas y a la antigüita. –No es disculpa para no abrir las alas y la mente cuando somos adultos, dije; y menos para transmitir a nuestros hijos esas formas de ser que nos limitan y no permiten nuestro total crecimiento a partir de los “deber ser”. Le recomendé leer “Autoliberación Interior” de Anthony de Mello y ver la película de “Belleza Americana”. El personaje de la mamá, le dije, será como verte en un espejo. Se rió… El tema volvió al trabajo social con la gente pobre. -Es curioso expresé, das la impresión de que llenas tu vida sirviendo a la gente y no te preocupas por ti; el buen juez por su casa empieza… Sus ojos brillaron de nuevo, las lágrimas los cubrían en forma rara, no lloraba, pero lo parecía. Cambió de tema, me habló de nuevo de “su esposo”, de su rancho de nueces de castilla, de la falta de apoyos institucionales y del cambio que le gustaría hacer en su persona… El camión llegó a Celaya y me despedí, no sin antes decirle: –Es un placer haberte conocido, en tres horas de viaje tuve la oportunidad de conocer a una bellísima persona, atrapada en las propias reglas que se ha impuesto, pero con la capacidad de abrir las alas y volar… Le di la mano y me despedí, su cara era de tranquilidad, sus ojos sonreían en forma expresiva… Me sentí bien.Al caminar rumbo al taxi reflexioné: Debí de haberle dicho: “Recuerda que hoy es el primer día del resto de tu vida.” A partir de hoy puedes cambiar lo que quieras, es tu decisión y tu capacidad. No lo hice, por eso lo estoy escribiendo.Un saludo una reflexiónSantiago Heyser BeltránEscritor y soñador