Cárceles vacías: retos del Sistema Penal Mexicano
En la política se encuentra de todo, desde propuestas que verdaderamente tienen el objetivo de solucionar un problema social, y que además cuentan con las características técnicas, científicas y sociales para solucionarlo, hasta propuestas que francamente deberían llamarse ocurrencias, ya que no tienen un objetivo claro, viable o factible, ni son de beneficio para la sociedad.
Hace algunos meses el Poder Legislativo legisló para que en México existan mecanismos de democracia directa donde los ciudadanos puedan participar y decidir de manera directa en los asuntos de la colectividad. Es decir, no solamente depender de nuestros representantes legislativos, sino que por medio de la Consulta Popular los ciudadanos podamos decidir qué es lo que queremos como sociedad. La Consulta Popular es uno de los mecanismos democráticos de vanguardia en sociedades con amplia cultura democrática, en México es nuevo y, desafortunadamente, comenzamos a ver que comienza a ser objeto de, por decirlo de alguna manera, ocurrencias de los partidos políticos.
Ejemplo de lo anterior es la propuesta que está comenzando a promocionar algunos sectores del Partido Acción Nacional, partido al que pertenezco, en el sentido de someter a la consulta de los ciudadanos la idea de incrementar o no el salario mínimo. Es claro y evidente que todos, absolutamente todos, deseamos y queremos que nos suban el salario, cuantimás cuando existen condiciones de pobreza y desigualdad que caracterizan a nuestra sociedad. Sin embargo, como políticos tenemos que ser responsables en las propuestas que estamos ofreciendo a la ciudadanía ya que no es justo que se levanten expectativas que no van a poder ser, o bien que se promuevan políticas que, a la postre, serán más perjudiciales que benéficas.
Me explico. Por una parte, una de las principales variables que tiene que cuidar las instituciones del Estado Mexicano es la inflación. La inflación es uno de los peores males públicos que pueda sufrir una sociedad, particularmente una sociedad desigual y con altos índices de pobreza como la nuestra, ya que son las personas menos favorecidas económicamente de la sociedad las que más sufren por los fenómenos inflacionarios. No es lo mismo para una persona que tiene un ingreso de 100 pesos diarios que suba la harina 10 pesos derivado de la inflación, a una persona que gana 500 o 1,000 pesos diarios. El incremento en los precios de los productos que consumimos afectan de manera más intensa a aquellos que tienen menos ingresos. Así pues, en los últimos meses hemos sido testigos de un fenómeno inflacionario cada vez más claro en nuestro país. México reportó una inflación de 3.8 por ciento, la tercera más alta dentro de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, durante junio, de acuerdo con un informe de la Organización.
Por otra parte, el mercado tiene sus propias leyes y una de ellas tiene qué ver con la forma en que los precios se determinan. Es una falacia pensar que al incrementar los salarios de las personas, los precios de los productos se mantendrán iguales. Es decir, si el PAN tiene éxito en su consulta popular de incrementar el salario mínimo, inmediatamente el precio de productos como el pan, el frijol, el aceite, la gasolina o el producto que usted quiera imaginarse, se incrementará. Eso está más que comprobado, sucede en la actualidad en Argentina al igual que en Venezuela, donde han caído a espirales inflacionarias que tienen a la sociedad, particularmente a las personas con menos ingresos, en peores condiciones que antes de comenzar a mover la variable del salario.
Entiendo que la discusión de un tema como este despierta pasiones a favor y en contra, también entiendo que hace falta espacio para exponer todos los argumentos que hay con relación al tema. Sin embargo, valga esta primera colaboración sobre el mismo para despertar un debate público que siempre en una democracia es muy sano.
Al final de cuentas pienso que los partidos políticos, los legisladores y el gobierno encontrarán como resultado de las encuestas que el salario mínimo es tan raquítico como lo ha sido durante décadas, y que en su nombre lleva la fama. Para nadie será una sorpresa la voz popular que clama por mejores salarios. Si aceptan todos estos señores un consejo, sería más serio de su parte impulsar políticas públicas y presupuestos destinados a la especialización en el trabajo, a educación y capacitación de jóvenes, estudiantes y trabajadores, para que sea a través de su propio esfuerzo y preparación como se logre alcanzar mejores niveles de vida y de bienestar social. Entiendo que la pisca de votos pronto dará inicio, pero por favor respeten la inteligencia de los ciudadanos.