Guerrerizar México

Fuera del hecho de que el movimiento de desestabilización guerrerense amerita una lectura urgente de psicología social, por la enorme cantidad de insatisfacciones emocionales y la obvia dislocación de la racionalidad que se dan cita en él, la que ahora intentaremos es una lectura que ponga en contexto lo que realmente buscan estos señores.

  • Primero, hace ya seis meses, cuando ocurrieron los trágicos y lamentables hechos de Iguala-Cocula, los padres y familiares de los 43 estudiantes desaparecidos –secundados por la comunidad- comenzaron culpando de todo lo ahí acontecido al Gobierno Federal, sin reparar en que los culpables directos e indirectos de esos crímenes eran los profesores normalistas que los adoctrinaban, el director de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa que no ha dado una sola declaración pública, el dirigente estudiantil que los condujo a la mortal encrucijada, el clan de los Aguirre que ellos mismos endiosaron y el operador oficial del cártel Guerreros Unidos al que los quejosos de hoy dieron liderazgo, poder político e impunidad. Por tanto, la dislocación de la racionalidad radica en que no buscan a quien se las hizo sino quién se las pague.
  • Felipe de la Cruz y otros, víctimas de algún desajuste emocional, nostálgicos del golpismo de izquierda y seguidores de las técnicas guevarianas de la “guerra focal”, en una treta propia de estos movimientos comenzaron por despreciar las evidencias periciales y científicas del caso, luego –pertrechados en el antigobiernismo más irracional- operaron un lavado de cerebro en las comunidades para lucrar con su dolor y, finalmente, mediante un montaje de artificio, trastocaron una inconformidad legítima de origen en un movimiento de desestabilización e impugnación del Estado mexicano, para “llevar agua al molino” de la utopía rearmada.
  • Desde entonces, los clavos del dolor humano por la desaparición y pérdida de los 43, han sido indebidamente usados como justificación para casi todo: no sólo para explicar y “fundamentar” la quiebra educativa del Estado de Guerrero (fenómeno en el que Michoacán ya hace fila), sino para cometer los delitos penales de robo, daño en las cosas, calumnias, lesiones, obstrucción de vías generales de comunicación, extorsión de automovilistas, secuestro y daño patrimonial en perjuicio de personas y bienes públicos del Estado de Guerrero.
  • Pese a que un asunto tan delicado como la desaparición de los 43 no se vincula, en modo alguno, con los procedimientos electorales que consagran una vía constitucional de acceso al poder, estos señores –mediante la necedad, el capricho y el chantaje- pretenden no sólo impedir las elecciones en su estado, sino evitar que estados ajenos a su problema ejerzan con libertad su derecho a decidir quién o quiénes deben gobernarlos.
  • Por consiguiente, el interés medular de estos profesionales de la desestabilización y la ruptura, no es encontrar a los 43 ni descubrir la verdad científica de los hechos, sino deslegitimar al régimen constitucional de nuestro país y “descarrilar” al Estado mexicano.

Mientras no se ponga un alto al manejo faccioso que estos personajes hacen de los desaparecidos y los crímenes de Iguala-Cocula, y en tanto la ley continúe guardada en los archiveros de la vida pública, seguirá sin haber paz social y una democracia viable en el estado vecino.