Política gourmet
Peña Nieto en Michoacán
Permítanme compartirles que hace un par de semanas, a la invitación a una mesa de análisis propositivo, de prestigioso programa de radio sabatino y que conduce un extraordinario Politólogo michoacano, mi amigo; analizamos, de manera objetiva y concienzuda, cifras, datos e indicadores de los primeros tres años de gobierno del Presidente de México, Enrique Peña Nieto: sus acciones y avances, sus logros y aciertos; pero también los temas pendientes en la agenda nacional, y aquello a lo que los críticos más severos definen como errores y desaciertos, los momentos de crisis y desestabilidad.
A pregunta expresa y directa del conductor, experto en consultoría de comunicación y marketing político, sobre la posibilidad de poner una calificación que reflejara el desempeño de la primera mitad de la gestión Peñista ¿cuál sería ésta?; pero que además propusiera, desde una óptica personal, “¿cuál es el rumbo de la segunda mitad de su administración?”; a manera de respuesta y sin el ánimo de ser simplista, pero tampoco metódico, sostuve la reflexión de que, primero: intentar asentar una valoración numérica respecto de un periodo constitucional de gobierno que no ha concluido, desde mi apreciación y para este efecto, no resulta lo más conveniente.
Pues, si bien es cierto que las estadísticas e información generada a tres años de distancia de la llegada de Peña Nieto a la Presidencia de la República nos permiten proponer un balance de resultados parcial sobre las acciones emprendidas; también lo es que, como lo ha comprometido el propio Jefe del Estado Mexicano, estos próximos tres años deberán ser, necesaria y obligadamente, el momento para direccionarse y “cosechar” las bondades y beneficios de las reformas estructurales, de las políticas públicas innovadoras e infraestructura, diseñadas desde el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, que es la hoja de ruta, con ideas y propósitos, que el gobierno ha delineado para convertirlas en realidades y así “Mover a México”.
No obstante, me atreví a sugerir solo un tema para su revisión, el que incluso, como autocrítica sana, ha comentado el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y que tiene que ver con problemas en el sistema de comunicar lo logrado y que repercute obviamente en la percepción ciudadana, reconociendo que el Gobierno Federal debe esforzarse por establecer nuevos modelos de comunicación social.
Ahora bien, en este objetivo, hagamos un breve análisis de la presencia y acciones concretas del Gobierno del Presidente Peña Nieto en el Estado de Michoacán.
Vale la pena, de entrada, rememorar el “Plan Michoacán” y sus 250 acciones; anunciado en 2014 y con una inversión estimada en 45 mil 500 millones de pesos para la entidad; recursos que se inyectarían para su desarrollo integral, a través de 3 fases estratégicas: la primera consistente en la recuperación del control territorial por parte del Estado, buscando prevenir la violencia; para luego reestablecer las bases para el desarrollo integral, con la aplicación de diferentes programas sociales; y, finalmente, la tercera, fortalecer las capacidades y estabilidad de las autoridades e instituciones; todo ello con el fin de elevar la calidad de vida de los michoacanos y lograr la cohesión y reconstrucción del tejido social.
Plan que se sustentó prioritariamente en gestiones inscritas en 5 ejes rectores: economía familiar y empleos; educación y cultura para la prosperidad; infraestructura moderna y vivienda digna; salud y seguridad social; y, desarrollo social y sustentabilidad. En fecha más recientes, el pasado 29 de septiembre, desde Tapachula, Chiapas, el Presidente Enrique Peña Nieto, al presentar la Iniciativa de Ley Federal de Zonas Económicas Especiales, propuesta que incorpora las mejores prácticas internacionales, adelantó que tiene proyectado iniciar éstas en el Corredor del Istmo de Tehuantepec (región comprendida entre los Estados de Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas), Puerto Chiapas y en el Puerto de Lázaro Cárdenas.
El objetivo es hacer del puerto michoacano una región altamente productiva, con un entorno excepcional para atraer inversiones y generar empleos formales de calidad, que detonen una demanda de servicios locales e indudablemente traiga los mayores beneficios a la población de esta zona.
La iniciativa de ley ya fue aprobada por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión y turnada al Senado para su revisión. Por ello, en este generoso espacio, como en otros momentos, insisto en la idea de que resulta muy precipitado el ejercicio por intentar imponer una calificación a la gestión de Enrique Peña Nieto; estoy convencido de que la decisión final sobre su desempeño y trabajo será producto del pensamiento y reflexiones de la conciencia ciudadana de los mexicanos.
Hago votos y confío en que la segunda mitad del sexenio Peñista sea el comienzo de la “buena cosecha”; que las expectativas de las grandes reformas estructurales que lo han ocupado durante sus primeros 3 años, hoy nos permitan pasar a buenas finanzas familiares, transitar a una eficiente y productiva economía y a un mayor bienestar social. ¡Esa será entonces su prueba final!
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