Morelos en Apatzingán
Los diputados que sancionarían la Constitución de 1814 se encontraban en Ario, para evadir cualquier acción del ejército realista corrieron la voz de que sesionarían en Pátzcuaro, “y secretamente acordaron verificarlo en Apatzingán —cuenta Lucas Alamán—, habiendo tomar sus medidas para hacer llevar a aquel punto, aún de los lugares que estaban ocupados por los realistas, las cosas necesarias para solemnizar aquellos actos.”
Los diputados constituyentes de 1814, antes de arribar a Apatzingán, deliberaron en la comunidad de El Zanjón, de la jurisdicción de Urecho, realizando su trabajo a la sombra de los árboles; posteriormente pasaron a Antunez, en donde durmieron a la intemperie; Morelos, casi solo decidió trasladarse de Apatzingán a la costa, para reflexionar en Zacatula; ahí se le fueron sumando soldados, con ellos retornó a Apatzingán para ocupar su curul en el que llamaron los diputados al Congreso Constituyente, Palacio Nacional del Supremo Congreso Mexicano, conocido hoy día como “Casa de la Constitución”.
Los diputados que discutirían y votarían el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana “no tenían más representación que la que Morelos quiso darles, pues con excepción del diputado de Técpan, electo por una junta popular, los demás que instalaron el Congreso de Chilpancingo, recibieron su nombramiento del generalísimo —según Vicente Rivapalacio—. Luego, la misma corporación aumentó el número de vocales, sin que para ello interviniera el voto popular. Morelos se presentó a Apatzingán como Diputado por Nuevo León. Sin embargo, hay que considerar que existía en la Nueva España un estado de guerra.
El Congreso sesionó en Apatzingán porque era un lugar que les brindaba seguridad, era el corazón de una región que Morelos conocía perfectamente, durante su juventud había trabajado en la Hacienda de Tahuejo, cerca de Parácuaro; no hay evidencias de su época de arriero, su tío Felipe el dueño de la recua es leyenda. Según se desprende del documento escrito de su puño y letra cuando solicitó su admisión a la subdiaconía expresa que sólo había residido en Valladolid y once años en la “Hacienda de Tauexo” de la jurisdicción de Apatzingán. Su tío Felipe, el arriero, no existió. En su declaración ante la Inquisición Morelos declaró que no tuvo tío alguno por parte de su padre, y por parte de su madre, Don Ramón Pavón. Su vida como sacerdote se desarrolló en la otra parte de la Tierra Caliente: Churumuco, Huetamo, Carácuaro, Nocupétaro.
Los diputados empezaron a arribar; José María Cos, un día después de dirigir a los españoles un llamamiento para que se unieran a la lucha por la independencia y prometerles respetar sus personas y propiedades, se presentó a Apatzingán con uniforme de mariscal de campo que mandó bordar en Guanajuato. Morelos, llegó con su escolta y la del Congreso, unos 500 hombres, que peleaban siempre casi desnudos y que para la ocasión se les mandó hacer uniforme de manta. Se celebró una misa de acción de gracias que se cantó con la mayor solemnidad —narra Lucas Alamán—; acabada la ceremonia religiosa, el presidente del Congreso, José María Liceaga, prestó juramento y les tomó el mismo a todos los diputados.
En Apatzingán, se hicieron bailes y festines “a los que todos concurrieron vistiéndose la ropa más decente que tenían, y enloqueciéndose como niños” —refiere Carlos María de Bustamante—, en esos eventos se sirvieron dulces y pasteles llevados de Querétaro y Guanajuato.
Morelos, siempre grave y circunspecto, depuso su mesura y “vestido de grande uniforme, danza en el convite, se humana con todos, los abraza, se regocija con ellos y confiesa que aquel es el día más fausto de su vida”, relata Bustamante, presente en Apatzingán en los días de la promulgación del Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana.
Una vez que la Constitución fue promulgada y publicada se procedió a la elección del Supremo Gobierno que recayó en el triunvirato formado por José María Morelos, José María Liceaga y José María Cos.
En Apatzingán el Congreso mandó acuñar una moneda de plata conmemorativa, para celebrar el acontecimiento, su grabado era alusivo a la división de los tres poderes, en el anverso se veía un templete, sobre la punta de su pirámide descansaba un fiel de la balanza, en la parte superior una pluma que simbolizaba al poder legislativo; en otra un bastón que representaba al poder ejecutivo y en el otro una espada que representaba al poder judicial. En el reverso aparecía la leyenda: “La América Mexicana en la división de los tres supremos poderes. Año de 1814”.
Fuentes: Alamán, Lucas, Historia de México; Benitez, José R. Morelos, su casta y su casa en Valladolid; Cos, José María, Escritos Políticos; Carranco Cardozo, Leopoldo: “Desde Chilpancingo hasta la Hacienda de San Francisco”; Bustamante, Carlos María, Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana; Riva Palacio, Vicente, México a Través de los Siglos.