Ecosig, prohibidas en México
Un grupo de jóvenes, infractores de la ley fueron liberados. Sentimientos de sorpresa, preocupación e indignación. Por todas partes se oyen expresiones de descontento y repudio de la decisión. Hay que moverse por un inmenso respeto y cariño a los jóvenes, que trastornan el orden público. Hay que tener un gran cariño por los estudiantes de bien, unos 50 000 nicolaítas, estudiantes que han perdido su precioso tiempo por la toma de las instalaciones de la Universidad. Otros se expresan libremente cometiendo actos vandálicos y atentando contra los derechos de los ciudadanos como el de libre circulación, entonces todos podemos expresarnos libremente. Sólo quiero defender el derecho de todos en orden al bien común. Me mueve el deseo íntimo de contribuir a buscar soluciones verdaderas que nos lleven a la convivencia pacífica, próspera, al progreso, bienestar y vida digna en que realicemos nuestro destino definitivo. Hay que señalar las medidas saludables aunque a muchos no agraden. Hay remedios que son necesarios aunque son amargos. ¿Asistimos a un acto, una expresión más de descomposición social, caída del sistema de valores de la filosofía y de la religión? Se puede suspender la ley o torcerla por aplicar medidas políticas? ¿Eso para favorecer a quién? El favorecer a unos cuantos, por fuera de la ley, va contra muchos otros. No se puede dejar de pensar en todos. El mal cometido tarde o temprano se vuelve contra el hombre en sociedad. El Evangelio, traducido para los hombres de acción, nos recuerda que “la autoridad política debe garantizar la vida ordenada de la comunidad…. Disciplinándola y orientándola hacia la realización del bien común, respetando y tutelando la independencia de los sujetos individuales y sociales” (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia 394). “La autoridad se rige por la obediencia al orden moral (de donde se deriva la ley) y a Dios mismo que es su fuente última” (398). Si la autoridad no hace cumplir la ley, con qué se legitima? Los hombres no pueden exigir reivindicaciones ni privilegios, nada fuera del marco de la ley. De esto debemos tener conciencia clara. No se puede negociar fuera de la ley, no se puede liberar a los culpables. Si se negocia con ellos no hay un código de ética y nadie garantiza que van a honrar su palabra, que van a cumplir los acuerdos. Hay que ver con qué negocian, no con la fuerza de la razón, de la justicia sino con la presión de sus huestes que toman como rehenes a la mayoría de estudiantes que tiene derecho a clases. “Si a causa de un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva, el escepticismos lograse poner en duda los principios fundamentales de la ley moral, el mismo ordenamiento estatal quedaría desprovisto de sus fundamentos reduciéndose a un puro mecanismo de regulación pragmática de los diversos y contrapuestos intereses” (Ibid. 397). “Al no reconocer los hombres una única ley con destino universal no pueden llegar en nada a un acuerdo pleno y seguro” (Ibid. 396). La autoridad tiene como marco de referencia de su actuar el orden moral y a Dios mismo que es su fuente última. En la tradición bíblica occidental, el gobernante tiene como deber sancionar la conducta de los obran mal. Toda la Biblia proclama que Dios es el rey del universo, el Señor de las naciones. Se reconoce el papel de Dios como la roca firme sobre la que descansa el orden establecido, como el Señor inmutable, sabio y justo. El camino de la ley es como la roca, duro pero sólido, despejado, seguro. Permite salir de las crisis, resolver los problemas definitivamente, como Estados Unidos y Alemania y otros países desarrollados. Se mueve en un complicado juego de influencias de poderosos grupos. No sacrifica el orden moral por un pragmatismo que ha mantenido a México en el rezago, corrupción y mediocridad de toda índole. El camino de la conveniencia y oportunismo es tortuoso, lleno de sombras y peligros. La aplicación de la ley no es equitativa, se favorece a unos cuantos, infractores que dañaron el patrimonio estatal con actos vandálicos. Como no se hace justicia, a tantos ciudadanos privados de su derecho de libre circulación, de realizar su trabajo, a la ciudad contaminada por el caos vial. Se favorece el reino de la impunidad. Si no se cumple la ley, valor absoluto, menos se cumplen los acuerdos al margen, más bien contra la ley. No se puede negociar. Si queremos salir de nuestros problemas y no seguir patinando en el fango necesitamos justicia equitativa por la aplicación sin compromiso de la [email protected]