Para contar
El pacto con México es un acuerdo que se ha anunciado con bombo y platillo. ¿Qué es lo novedoso del caso? ¿Qué hay debajo del suceso mediático? Parece que no tiene la trascendencia que se le pretende dar, tenido en cuenta el valor de la palabra empeñada, que es prácticamente nulo. De hecho, ya algún partido rompió el Pacto. En todo caso, el hecho debe ponernos a pensar. Una mirada más a fondo de las cosas y de nuestra realidad, nos permite entender el pacto, de manera que el árbol oculte el bosque. La observación parte de la persona humana, valor central de la convivencia social y de la gestión pública, la persona es sujeto y fin de la actividad humana. La persona humana es más que máquina o animal bruto sometido a determinismos biológicos, es libertad, amor, inteligencia. Su naturaleza se mueve por los grandes valores y principios establecidos en su ser íntimo por su Hacedor. Hasta los aparatos tienen su instructivo para su uso adecuado. El hombre se guía por leyes: las de los hombres, las de la naturaleza, las de Dios. Justamente, son numerosas las voces de los profesionales de las ciencias de la sociedad y de la gente común y corriente que señalan que se han derrumbado los edificios de los valores filosóficos, morales, religiosos. Llama la atención que el Pacto se habla de derechos y libertades y no de obligaciones. Aparece ahí la falta de un valor y una visión parcial de la realidad, que puede tener consecuencias de trascendencia. Se nota un temor a la norma por no contrariar a los clientes. Así, los servidores públicos tienen obligaciones, deben cumplir las normas. La afirmación también vale para todos los ciudadanos, para las multitudes de infantería social. Hay valores que tienen una urgencia especial en este momento. Uno de ellos es la palabra empeñada, es un valor que tiene que ver con la verdad, con la honestidad, con la misión que se debe cumplir. Se ha perdido ese valor porque ya el individuo no es capaz de comprometerse definitivamente, a costa de lo que sea. Lo vemos en los contratos de trabajo. Es urgente rescatar otro valor, el servicio a la Nación en la gestión pública. Hay que volver la política a su dignidad original, que no sea oportunismo, pragmatismo, enriquecimiento material sino servicio sincero y efectivo a la comunidad, para llevar al hombre a los bienes verdaderos y a la realización de su destino definitivo. Así se renovará el discurso, se hará directo y sencillo, se acompañará con hechos para hacerlo creíble. De la tradición occidental creyente sacamos esta verdad de los gobernantes: están ahí para servir, darle bienes espirituales y materiales a la Nación. Deben establecer la justicia, como un valor inviolable, que no cambia con el cambio de gobierno, como el caso de Florence Cassez, miembro de una banda de secuestradores. El Pacto con México recuerda muchas alianzas de la humanidad y la Alianza de Dios con su pueblo, que tiene como cláusulas los diez mandamientos que siguen vigentes: no mentir, no robar, no matar, etc. El decálogo establece el derecho del pobre, del que no es del partido propio, del que no tiene influencias ni es atendido en las oficinas públicas. Estos principios no deben ser letra muerta, es un problema eterno, recurrente, deben vivirse. Para eso deben interiorizarse en el corazón humano, un proceso inacabado que dura milenios, con una lucha personal de cada día. El Pacto asume cinco acuerdos para dar respuesta a las necesidades prioritarias de México: sociedad de derechos y libertades, crecimiento económico, seguridad y justicia, transparencia y combate a la corrupción, gobernabilidad democrática. Queda claro que los acuerdos expresan las respuestas lógicas que deben darse a las apremiantes necesidades del país. Es algo que los servidores públicos deben atender como una tarea fundamental, no obligados por el pacto sino por su deber. Simplemente deben realizar la visión y la misión que les impusimos cuando los contratamos para ese cargo. Hace falta un acuerdo: renovar la persona humana, hacer de los hombres corruptos hombres honestos, de seres egoístas seres que saben pensar en los demás y amarlos. El verbo amar está totalmente ausente en los Acuerdos del Pacto. De seres ambiciosos de bienes materiales deben cambia a seres desprendidos capaces de renunciar al poder, a sus sueldazos y a sus prestaciones de privilegio. El Pacto es expresión de otra alianza anterior y trascendental, la alianza de Dios con su pueblo para hacer justicia a los pobres, repartir la riqueza nacional y llevarlos a una vida más digna y feliz. Es la misión de los servidores públicos para con la sociedad. En las graves necesidades que padecemos, la búsqueda de la salida es compromiso de todos, también de los hijos del pueblo. Por principio de cuentas, debemos estar atentos a la situación, conscientes de las necesidades y dispuestos a dar nuestra parte de respuesta, pequeña pero substancial. No necesitamos que los servidores públicos hagan pactos, sino que hagan la tarea. Lo mismo vale para el DEMOS, el cuerpo social democrático de México.