Política gourmet
Reconocer a los niños (y adolescentes) como personas con derechos fue un acto de justicia y desarrollo social que sentó bases para las sociedades modernas.
¡Sí!, reconocer los derechos de los niños fue un gran avance, equivalente al voto de las mujeres y su defensa de igualdad, pero ojo, si bien las sociedades nunca deben perder de vista que están conformadas por individuos, por personas sujetas a derecho y a protección,… estas, incluyendo a los niños, también tienen obligaciones y responsabilidades para con el entorno y para con los demás,… y ahí es donde estamos cojeando en la formación de nuestros hijos desde el hogar ¡Estamos consintiendo no educando! Es por eso necesario hacer un ejercicio que nos despierte y concientice a todos respecto a estos derechos y obligaciones asociados a compromisos y responsabilidades, ejercicio que dé cómo resultado un diagnóstico para interpretar nuestro entorno escolar, social, familiar y cultural para actuar en consecuencia y así construir una sociedad sana donde el deber ser y el deber hacer no se distorsionen por los, muchas veces mal llamados, “derechos humanos”.
¡Sí! a los derechos de los niños y de los jóvenes, pero con obligaciones y responsabilidades asociadas. ¡Aguas!, no es poco común que algunos jóvenes hagan cuestionamientos al compromiso, al trabajo en equipo y colaborativo y a la corresponsabilidad social haciendo bromas o refiriéndose con sarcasmo y malicia a como, “algunos”, los vivos, simplemente se cuelgan de los demás para esperar mejores formas de vida sustentadas en el respeto y la convivencia. En otras palabras, de forma equívoca muchos jóvenes han aprendido que solo les atañe lo que les beneficia directamente y se vuelven ajenos a la responsabilidad y compromiso que conlleva el vivir en familia y en sociedad.
Comparto: platicar respecto a la conformación social derivada de una cultura individualista sustentada en el egoísmo que nos lesiona, dio contexto a un ejercicio de corresponsabilidad social en los jóvenes; del mismo, fue revelador como en la conformación de los grupos (individuos pasivos, molones y colaborativos), los molones y los colaborativos parecían tener coincidencias respecto a la toma de conciencia de las ventajas y compromisos que significa vivir en sociedad; aunque ¡Cuidado!, tenían en común una visión coincidente respecto a que quién participa y colabora no es el inteligente o brillante, reflejando como anti valor que hacerse “pato” es un síntoma de habilidad y como contraparte, dejar que otros hagan la tarea es una muestra de habilidad o inteligencia. En otras palabras, la cultura del “valemadrismo” parece permear de manera peligrosa en los jóvenes mexicanos, llegando al punto de considerar infructuoso o tonto ser participativo y corresponsable en la vida social, familiar y comunitaria…¡Pongamos atención!, como validación de esa posición, lo jóvenes ponen de ejemplo a adultos cercanos a ellos; desde su padres y familiares, hasta a sus amigos y vecinos, de quienes aprenden a jactarse de que otros, los tarugos, asuman las responsabilidades y hagan las tareas comunes.
La conclusión del ejercicio reflejó varios temas: Uno, el que los jóvenes participaron más como un ejercicio de “cumplir”, que como un compromiso de hacer. Dos, que de la misma manera que se hace común creer y validar como subproducto de la cultura que el que no tranza no avanza; hoy el joven se siente demeritado por colaborar y esto es grave, aún en un ejercicio o juego, parece ser más cómodo no comprometerse (ni en el papel) que actuar corresponsablemente, lo que refleja la necesidad de enfatizar la educación por competencias que capacita a los jóvenes para autoevaluarse, ser crítico y profundizar en el análisis de los eventos buscando comprometerse en lo que es “correcto” y actuar con responsabilidad consciente del beneficio de hacerlo, como de la ventaja de que, al ser un ser sociable (que vive en sociedad), el trabajar y actuar con responsabilidad en los temas y asuntos que nos afectan a todos, es conveniente… ¡Así de sencillo!