Juego de ojos
Grecia atraviesa por una crisis que la ha llevado a declararse prácticamente en quiebra y obligado a su población a realizar sacrificios sociales sin precedentes en el continente europeo desde la Segunda Guerra Mundial. La crisis griega no es reciente, tiene ya una larga data que comenzó a manifestarse en 2009.
El principal problema de Grecia es el sobre endeudamiento en el que cayó a lo largo de la primera década del siglo 21, durante todos esos años la deuda pública de Grecia se mantuvo por encima del promedio europeo y de 2000 a 2007 se disparó exponencialmente debido a un crecimiento desmedido del gasto público que se conjugó con la práctica tan común, incluso en países como el nuestro, de la evasión fiscal.
Desafortunadamente, el gasto público en Grecia no construyó un estado de bienestar bien fondeado y eficaz, sino que más bien se diluyó entre las alcantarillas de la corrupción, el nepotismo y el clientelismo político. Evidentemente, esta situación obligó al gobierno griego a realizar ajustes drásticos en el gasto público: disminuyó el gasto en salud, educación, transporte, entre muchos otros bienes proveídos por el Estado. Las consecuencias en la macroeconomía y en la microeconomía han sido devastadoras para los griegos. El año pasado, 2014, el desempleo llegó a máximos sin precedentes del 30 por ciento, la población laboralmente activa pasó de 4.43 millones a 3.56 millones entre 2009 y 2014 y el Producto Interno Bruto disminuyó de 341 mil millones de dólares a 241 mil, es decir, una contracción de casi un tercio en 5 años.
En los últimos días, Grecia ha vuelto a atraer la atención y la alerta del mundo porque decidió dejar de pagar la deuda que a lo largo de todo este periodo de crisis contrajeron con instituciones como el Fondo Monetario Internacional y la misma Unión Europea. Lo que pudiera pensarse que es un asunto de índole regional, que afectaría principalmente a los países europeos, deja de serlo porque el sistema financiero internacional se encuentra interconectado y cualquier desequilibrio que acontezca en una economía, tiene consecuencias adversas en las demás.
En el caso de nuestro país, hay un elemento que es ya evidente y que estamos resintiendo a causa de lo que está sucediendo en Grecia. A saber, el tipo de cambio dólar/peso en México se disparó y ha llegado a niveles nunca antes vistos. El dólar ha llegado a cotizarse en lo 16 pesos por unidad. Antes de que Grecia anunciara la suspensión de pagos, el tipo de cambio rondaba los 15 pesos por unidad, sin embargo, una vez hecho el anuncio se disparó a los 16 pesos.
Otro tema que vale la pena abordar en torno a la experiencia de Grecia es que México debe aprender de lo que está sucediendo hoy día en aquél país y recordar lo que ya sucedió aquí en la década de los setenta y de los ochenta. Llevamos tres años en los que la deuda pública mexicana no presenta una tendencia estable, sino que año con año se incrementa y lo más preocupante de todo es que la pobreza, y el estancamiento económico del país continua siendo el mismo. Más vale que aprendamos la lección que están viviendo los griegos porque nuestra economía no soportaría ni podría enfrentar a futuro una crisis derivada del aumento irresponsable de deuda.