Libros de ayer y hoy
Partamos de reconocer el avance en la democracia representativa de nuestro país como un hecho evidente y dado, proceso de cambio y expansiónque pone sobre la mesa un nuevo reto intelectual en la revalorización de algunos temas torales entre los estudiosos de la Ciencia Política, entre ellos, permítanme referirme a la profesionalización como elemento sustancial y prioritario en el reclutamiento de hombres y mujeres a la cosa pública e institutos políticos.
Y es que, ante un escenario que implica el esfuerzo institucional por entender los contextos de crisis sociales, económicas, políticas y culturales en México, se advierte la necesidad de responder a la ciudadanía con la reivindicación inmediata del quehacer público y político y laconsecuentetoma de decisiones inmersas en ello. Es esa la razón por la que me interesa proponer esta sencilla reflexión sobre su profesionalización.
En una era global, de transformaciones e innovaciones tecnológicas e industriales, la inminente evolución a una sociedad de conocimiento, cada vez de mayor análisis y crítica, obliga a los Estados y al ejercicio del Poder Público, a comprometer su realidad en una sinergia y dinámica de sus procesos y actividades que, en aras de la modernización, avance al mismo paso de estas reformas y cambios: evaluación de políticas públicas, transparencia, acceso a la información, rendición de cuentas, control y evaluación, fortalecimiento de los gobiernos locales, ética en el servicio público, nuevas relaciones entre las instituciones y el ciudadano, entre muchas otras, son asuntos primarios en las agendas públicas mundiales.
Sin lugar a dudas, la profesionalización, tema de este ensayo, se constituye como parte fundamental en el impacto de esta ola futurista, de competitividad, receptividad y eficiencia; sobre el que hay, por cierto, un consenso generalizado en el sentir ciudadano en la urgencia de instaurar estrategias y esquemas modernos de profesionalización que, por un lado, garanticen el mérito de quienes ejercen la función pública, y por el otro, se logren administraciones más eficaces, honestas y responsables.
En esta materia, desde la experiencia personal, el Poder Legislativo en México, de manera ejemplar y a través de la ANOMAC, asociación que agrupa a todos los oficiales mayores y secretarios de servicios parlamentarios de los congresos de los estados, cumple con el fin de consolidar la profesionalización en la práctica y técnica legislativa de apoyo a los diputados, a través de manuales, conferencias, diplomados y maestrías en Derecho Parlamentario y de sus reuniones de trabajo anuales, que dicho sea de paso, en un par de semanas estaremos celebrando la XXV Asamblea Internacional en la Ciudad de Hermosillo, Sonora, con la participación de destacados especialistas nacionales y de otros países, con el fin de estrechar lazos de conocimiento en cuanto a las normas, prácticas y usos parlamentarios en el contexto internacional.
En el caso de los legisladores locales, podríamos referirnos a la COPECOL, como un espacio institucional pluripartidista, cuyo objeto es fortalecer el federalismo legislativo renovado y desarrollar aspectos académicos, científicos, culturales y tecnológicos que permitan elevar la eficacia de los congresos.
Ahora bien, la capacitación y profesionalización en los partidos políticos adquiere un aspecto imperativo e impostergable si desean inscribirse y consolidarse como institutos democráticos en el contexto de naturaleza competitiva y que respondan a las coyunturas y demandas de carácter social actuales.
Se trata de tener partidos políticos de masas, incluyentes de los intereses de todas las expresiones, sectores y organizaciones sociales, reconfigurados y conciliados con una visión de desarrollo y evolución a partir de la formación de cuadros, lo que determinará su grado de madurez y les permitirá afianzar la relación con los ciudadanos y mantener su capital social.
Los partidos ya no pueden seguir como antes, no pueden ignorar estas circunstancias. La apertura, el empadronamiento, la selección y promoción de simpatizantes y militantes a dirigencias y cargos de elección popular deberá basar sus criterios y lineamientos en ciudadanos que elijan a la política como su profesión, viviendo “para ella”, enarbolando la vocación del servicio transformador, y no “de ella”, tratándola como una fuente duradera de ingresos, como lo propone el clásico Max Weber.
La figura del profesional de la política redundará en el profesional de la función pública y el poder.
He de destacar las acciones concretas que en este sentido ha adoptado el PRI, a través de la capacitación permanente de jóvenes en sus escuelas de cuadros y seminarios de formación, de lo que podemos inferir que este instituto político se direcciona y perfila, responsable y congruentemente, a la consolidación profesional de la cultura política-democrática en México.
Por último, celebro la postura del Revolucionario Institucional, que consciente de que, para tener una mejor Nación y un mejor Estado se necesitan a los mejores, ha sostenido que en el proceso de renovación política habrá de considerar y cumplirle a los jóvenes que se esfuerzan y preparan para trabajar con convicción, voluntad y vocación por un mejor presente y un futuro con esperanza.