Reflexión dominical
Uno de estos días conviví en Apatzingán con la gente. Encontré personas que en otras ocasiones me han compartido su preocupación, su terror ante hechos de violencia de los que ellos son testigos a veces presenciales.
Un hombre de edad madura, sabio me compartió como un desahogo el papel importante, trascendente que han realizado las guardias de autodefensa. Refiere él como se han organizado para enfrentar al crimen organizado, tiránico, implacable. Los han detenido, les han hecho bajas y los mantienen fuera de las fronteras de sus pueblos. Esta experiencia contrasta con las versiones de que las organizaciones del pueblo son parte de los grupos criminales, están fuera de la ley. En todo caso no están fuera de la ley natural que nos lleva a defender la vida.
En la maraña de informaciones, ahora más que nunca necesitamos ubicarnos ante los hechos, con perspicacia, objetividad, con energía. La violencia ha aumentado en México hasta las últimas semanas, Arturo Corchado del Dallas Morning News en un estudio de muchos años que publica sobre México.
La ingobernabilidad en Michoacán y otros estados, vecinos, o no?, ha aumentado. Ha aumentado la violencia, extorsión, muerte que perpetra el crimen organizado, No hay quien dé seguridad a los ciudadanos de bien. El crimen se constituye en muchas partes en estado paralelo o único: dicen hacerse cargo del orden público, cobran impuestos, dirimen casos, ejecutan a criminales e inocentes.
Por otro lado, es un sentir generalizado que no hay confianza en los individuos que tienen por deber el custodiar el orden público y proteger a las personas y sus bienes materiales. Se sabe de servidores públicos que han sido cooptados por las organizaciones criminales y han dejado, en los hechos, de estar al lado del pueblo faltando a un grave juramento que hicieron.
La defensa de las guardias comunales de autodefensa se organizan por el vacío que dejan las policías, no hay ley ni estado de derecho. Una actitud sana y madura es reconocer esta falta de autoridad para resguardar el orden en algunos pueblos, más allá del círculo vital seguro donde se mueven las personas revestidas de poder.
Ante la violación flagrante de los valores de la persona, de su dignidad, ante la impunidad, ante las injusticias gravísimas, extremas, la persona reacciona y es capaz de heroísmo y de sacrificio, cuando está en juego la integridad personal de los familiares, el resguardo de sus bienes. La gente siente que los llevaron al límite, que están defendiendo sus derechos fundamentales, empezando por el derecho a la vida y a la dignidad de la persona.
Se organizan, repelen a los criminales organizados, les hacen bajas. Matan en legítima defensa, protegen las familias, la población.
Algunos servidores públicos, soslayando la impunidad de parte de las autoridades correspondientes, ignorando el desamparo de la población condenan las guardas comunales. Los satanizan, los equiparan a los criminales, afirman que están fuera de la ley. Si estas guardias están fuera de una ley escrita, que para muchos es letra muerta, no están fuera de la ley natural, los ampara el derecho a la vida que es el primero, actúan en legítima defensa
La responsabilidad de actuar con verdad y justicia de los servidores públicos, garantes del orden, es especialmente grave. No pueden pronunciarse con ligereza por cuidar la imagen del individuo o de su grupo. No pueden faltar a la honestidad o al rigor lógico al pronunciarse sobre las guardias comunitarias, no pueden traicionar a los ciudadanos honestos que exigen justicia y la vida digna que les prometieron. De lo contrario se hace un daño esencial a la comunidad y se crean marañas y nubes de humo negro.
La autocrítica y el concepto de hombre y de autoridad son de vital importancia. Sin ello, se crea una confusión gravísima que impide resolver los problemas y se hunde más en el caos, las injusticias, las muertes. Si no actúan con la verdad y la justicia se hacen responsables de la situación de violencia, muertes, luto y el retraso socio económico, el miedo y el hambre del Estado. Envuelven en una nube de humo mortal, se ven arrastrados por ella y arrastran a los demás.
La ley positiva es para aplicarse y tutelar los derechos fundamentales de la persona, no es para ser manipulada en beneficio del individuo que busca justificarse y proyectar una imagen de quien cumple su deber, de quien todo lo hace bien.
La justicia y el estado de derecho están por encima de leyes positivas aplicadas según conveniencia y utilizadas para defender otros intereses particulares.
La justicia es un valor universal, no admite excepciones, ninguna ley puede ir contra ella.
La Biblia, este depósito de sabiduría que descubre el sentido de las cosas, conserva la afirmación: el gobernante es puesto por Dios, creador y garante del orden cósmico, para aplicar la justicia, sobre todo a los pobres.
Si no defendemos esta justicia entramos en las arenas movedizas del relativismo, de la arbitrariedad, de los crímenes. Es un valor que todos debemos defender, hay que encontrar el camino, los medios y actuar ya.