Libros de ayer y hoy
COLOSIO, LOS CAMBIOS QUE NO REALIZÓ
Sábado 19 de marzo de 1994. Poco antes de las tres de la tarde sonó el teléfono del domicilio particular de este escribidor. Luis Donaldo Colosio al otro lado de la línea, reclamándome por qué no me había visto en su gira proselitista.
“Porque no me has invitado –le repliqué–, ¿qué tal si me dices que qué ando haciendo ahí, cuando debería estar en la ciudad de México”, agregué con jiribilla, refiriéndome a la anécdota por todos comentada de su reclamo a su jefe de prensa, Liébano Sáenz, quien se dejaba ver por todos los eventos en las entidades, cuando la prensa capitalina relegaba las informaciones del candidato presidencial priísta a las páginas interiores de los diarios, a los segundos o terceros lugares en los teasers de la radio y la televisión.
Se rio Colosio, para enseguida agregar, palabras más o menos, que haría cambios en su equipo de campaña:
“Liébano se va –me dijo. A prensa va a llegar un amigo nuestro. También se van Zedillo y Oscar Espinoza –que eran el coordinador y el tesorero de la campaña–, porque a mí me gustan las cosas limpias”.
Nos despedimos, no sin antes recibir su invitación de que lo acompañara a su tierra natal Sonora y de que me dijera que estaba abordando un helicóptero en Apatzingán para regresar a la ciudad de México y, después, pasar el fin de semana con su familia en Tepoztlán, Morelos.
La idea de los cambios en la alineación de su equipo fue una constante en sus últimos días de vida.
Otro amigo me cuenta que la noche previa a su deceso, la del 22 de marzo de 1994, Colosio pernoctó en Sinaloa. Y que en la soledad de sus habitaciones, acompañado sólo de un íntimo amigo y colaborador, le externo su molestia por la falta de apoyo presidencial y, sobre todo, por los obstáculos que generaban sus cercanos funcionarios partidistas.
Que tomó un papel y a la vez que escribía sobre él decía a su acompañante, también palabras más o menos: “sin consultar (a Salinas) voy a realizar cambios para reordenar la campaña, los primeros en irse serán Zedillo y Liébano, son los que más daño me están haciendo.”
Y que enseguida dijo a su interlocutor: “Guárdame este papel y el domingo, en (la ciudad de) México, me lo das para convocar a una conferencia de prensa y anunciar los cambios.”
Todos sabemos lo que sucedió al día siguiente en el barrio Lomas Taurinas de Tijuana.
Colosio ya no pudo operar estos cambios.
Otra sería hoy la historia de nuestro país, pues transcurridos 20 años de aquellos sucesos sabemos que Colosio tenía razón.
Zedillo y Sáenz le hicieron tanto daño a él como a México.
En más de un sentido, ambos fueron los grandes beneficiarios de su asesinato.
Zedillo fue presidente de México.
Sáenz su vicepresidente virtual.
Los dos sepultaron, con hechos, las palabras de Luis Donaldo.
Palabras pronunciadas 17 días antes de ser acribillado:
– Es la hora del poder del ciudadano.
– Es la hora de cerrarle el paso al influyentísimo, a la corrupción y a la impunidad.
– Yo veo un México con hambre y con sed de justicia.
– Un México de gente agraviada, de mujeres y hombres afligidos por el abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.
Frases lapidarias, que hoy retumban por su patética realidad en todas y cada una de las oficinas gubernamentales.
En 1994, 19.4 millones de mexicanos vivían en la pobreza extrema, hoy son 23.1 millones.
Según la OCDE México es la nación con mayor desigualdad económica y la inequidad, es tres veces mayor al promedio de los países de la OCDE.
En 1994 México ocupo el lugar 61 en materia de corrupción, hoy, según la organización Transparencia Internacional, México ocupa el lugar 106 en esta materia, de 177 naciones evaluadas, lo que lo que lo coloca como uno de los países más corruptos para ese organismo.
Gracias Zedillo. Gracias Liébano.
Índice Flamígero: Pero, ¿y el amigo íntimo y colaborador depositario de tan valioso documento manuscrito por Colosio? Pues con gran destreza y oportunidad, olvidándose de las confianza y amistad que Donaldo sentía por él, utilizo el papelito en su favor para, durante el zedillato, ocupar la gubernatura de su entidad natal –a la que renunció–, luego una embajada en un país austral y, posteriormente una secretaria del despacho presidencial, convirtiéndose así, él también, en beneficiario de aquél sentido asesinato de hace 20 años, ¿o no?