Cárceles vacías: retos del Sistema Penal Mexicano
“Yazbet, la novela”
– No se ríen de ti, Yazbet, se ríen de mí, porque dije a los amigos del café que voy a escribir una novela sobre un sesentón que corteja a una chica de veinte años.
– ¿Una mesera?, preguntó ella… Todos rieron de nuevo.
Cuando vi la película: “La elegida”, con Ben Kingsley y Penélope Cruz, al margen del deleite de ver sin cascara a Penélope, me quedó la sensación de que la trama era algo irreal, reconociendo que la aportación de vida y experiencia de un hombre mayor debería ser atractiva para una jovencita, más si esta es su alumna, no me convenció el involucramiento sentimental plasmado en el film… Quizás, ese sentimiento de irrealidad me lo daban historias que me contaron de cómo algunos maestros de la Nicolaita universidad michoacana, presionaban a las alumnas para intercambiar favores sexuales por calificaciones; arreglo o chantaje que hoy seguramente ya no pasa; o quizás, porque me inclinaba más por una relación como la plasmada por Mario Bendetti en “La Tregua” (recomiendo el libro, no la película), en donde el hombre maduro (Martín Santomé), viudo y jubilado, recibe verdaderamente una inyección de vida de una jovencita (Laura Avellaneda).
¿Qué hace que un hombre “mayor” se fije en una jovencita?, me pregunto, y respondo: son varias cosas; una, el sentirse galán, otra, el atractivo sexual, la piel suave y natural de la juventud, adicional, el deseo de lucimiento, de mostrar la experiencia que la vida le ha dado, una más, el sentido instintivo de competencia, de que se puede todavía “conquistar” a una chica y finalmente, la búsqueda de placer y el sentirse vivo. Pero, ¿qué hace que una chica adolescente o muy joven se fije en un hombre mayor?; una razón que me causa risa, es la teoría de que el abuelito fue tierno con la muchacha en su niñez y ella se siente bien en compañía de un adulto mayor; otra, el deseo de presumir su belleza y control sobre alguien intelectualmente más maduro; de este ejemplo, recuerdo ya hace años, cuando dando clases en una universidad, una de mis alumnas, muy bella y coqueta, se acercó a mí, pegó sus pechos a mi cuerpo y con voz melosa me dijo: – Maestro, a mi me gustan los hombres mayores… En un instante pasaron por mi mente imágenes mil y la excitante idea de compartir intimidad con la jovencita, pero una idea tomó preeminencia, el riesgo de que por un acto instintivo y excitante, pudiera yo poner en entredicho a la institución con un escándalo refiriendo la seducción de una alumna por su maestro;… porque, tenía por cierto que nadie creería la verdadera historia de que ella me había seducido; por ello, mientras por mi mente pasaban escenas eróticas, de mi boca salía: – Tenemos los mismos gustos, señorita,… a mí me gustan las mujeres mayores. Otro argumento o posibilidad de lo que motiva a una jovencita a fijarse en un hombre mayor, es la economía, por simple racionalidad es muy probable que un hombre mayor tenga su economía resuelta, en tanto una jovencita quiere todo y nunca le alcanza ¡No!, no hablo de intercambio de sexo por dinero, de lo que hablo es de la motivación natural a sentirse seducida con regalos, que si bien tienen un componente económico, tienen subyacente la certeza de que el galán los compra para ella y eso es motivante ya que se convierten en princesas. Y ni que decir del juego del gato y del ratón, seguramente, en algunas adolescentes el sentimiento de poder que les da traer del pescuezo con sus atributos sexuales a un hombre mayor y sentirse heroicas por ello, es muy motivante.
Parece que todo está dicho respecto a la relación de un hombre mayor y una joven, a menos que replanteemos el tema a partir de una visión realista, menos romántica pero más práctica, me explico; al margen de lo expresado y del romanticismo novelero que le queramos poner ¿Qué puede unir a un hombre de sesenta años con una mujer de veinte?, siendo prácticos y dejando de lado lo económico: ¡La conveniencia!, es decir, un trueque; el hombre aporta experiencia, madurez y ternura, la mujer aporta vida, juventud, alegría, placer y picardía. En este contexto, de escribirse la novela “Yasbet”, sería, más que una historia parecida a “La elegida”, un cuento parecido al de: “Mi bella dama”, con Audrey Hepburn; es decir, una historia, no de una relación sino de un acuerdo de conveniencia en donde la joven crece sus expectativas de éxito en su vida al compartir tiempo e intimidad con su maestro y amante ocasional, conscientes ambos de que, por definición, este trato no incluye compartir lo cotidiano, ni es a largo plazo… ¿Valdrá la pena vivir algo así?, en mi opinión ¡Sí!, gana ella al crecer y gana él al vivir, y recordemos: la vida no está hecha de una historia, sino de cada una de nuestras pequeñas historias, en donde la intimidad y ternura compartida con una joven, sería un bello corolario de una persona que aporta lo que sabe, para construir con la joven, otra Bella Dama.
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador