Poder y dinero
Monólogo de la vaginita, con 37 representaciones en 10 ciudades de Guanajuato y Querétaro, con más de 35,000 asistentes y con planes para salir de México para presentarla en Colombia, más el trabajo de organización para formar grupos de teatro con jóvenes que la representen en toda la república, es una compilación de historias de padres y de adolescentes, entre 16 y 18 años, que al vivir su sexualidad sin la madurez e información requerida, convierten sus vidas en un infierno por un embarazo indeseado, un choque emocional o un problema de salud.
Monólogo de la vaginita es un grito a la juventud, una alerta a los padres de familia y un reclamo a las religiones oscurantistas que, bajo la premisa de que la sexualidad, don otorgado por el Creador, es pecado, conducen a la desinformación dentro del seno familiar al considerar los temas sobre sexualidad un tabú.
Primera escena, el escenario con luz de fondo a media luz proyecta a dos artistas, hombre y mujer que son siluetas que con un lenguaje corporal vívido y artístico simulan el proceso de seducción entre el varón y la hembra a través de la danza ritual del cortejo. El resultado previsible, un embarazo no deseado…
¡Un embarazo no deseado!… ¿Será esto posible en una raza, la raza humana cuya existencia depende de la procreación cuyo origen es la sexualidad instintiva, es decir de una raza cuyo máximo valor es la vida misma?… ¡Sí!, sí es posible, porque los seres humanos a diferencia de los seres vivos del mundo animal o vegetal que solo requieren tener madurez física, ya que el instinto predomina y los guía, los humanos requerimos de contar con dos tipos de madurez, la emocional y la física.
Llamémosle evolución, llamémosle retroceso, pero el caso es que el ser humano no está emocionalmente preparado para la paternidad (maternidad), al mismo tiempo que su cuerpo ya está maduro para engendrar; y este desfase entre capacidad física y capacidad emocional es el que obliga a nuestra sociedad, empezando por los padres y siguiendo por la escuela, a educar en ese escabroso tema que llamamos sexualidad.
¡Bienvenida la vida! ¡Sí!, pero bienvenida cuando estamos preparados para recibirla y afrontar amorosamente las responsabilidades y obligaciones que trae consigo. Dice el Dr. Serna durante la obra: “-¡Es verdad!, al nacer los niños traen una torta… ¡Pero solo una!, y recuerden, los niños no comen tortas, por lo que la leche, los biberones, las medicinas, los pañales, etc. Los tienen que comprar los papás…”
Si tuviera que definir en una palabra, ¿Qué me dejó la obra?, diría que: pensativo. La obra me dejó en la reflexión de los casos que conozco de vidas truncadas por embarazos no deseados, unas que concluyeron en un aborto, destrozadas emocionalmente ante la “culpa” de haber privado de la vida a un ser vivo, a un hijo, otras, ante la decisión de continuar el embarazo hasta su conclusión, agobiadas con la responsabilidad, estudios truncados por la necesidad de trabajar, mutuas culpas entre los cónyuges por haberse echado a perder los sueños y la vida: “Por tu culpa no estudié…” “Mira mi cuerpo, perdió su belleza…” “Calla a ese crio, no me deja dormir…” “No tengo dinero para el gasto, ya te di todo…” Unos más, los menos, tristes por haber dado a su hijo en adopción y haberlo perdido para siempre… Particular emoción me dejó el diálogo de Mario con la botella “Torcuata”, en donde expresa su dolor de padre por haber cerrado los ojos ante el despertar a la vida de su hija, y como el alcohol, antes que ayudar, sirvió como evasor para perder el contacto y el dialogo con la hija a la que perdió con un embarazo no deseado.
Pensativo, así me quedé y con una carencia, si bien se trató someramente durante la obra, me hubiera gustado enfatizar más la alegría que trae la vida cuando es planeada y deseada, el gusto y la manera cómo crecen el hombre y la mujer como individuos y se enriquecen como padres. Me gustaría más fuerza en el mensaje de la riqueza emocional y física que trae el don de la sexualidad en quienes, con la madurez adecuada lo comparten con emoción y cariño, con la economía resuelta y el deseo de compartir vida generando vida; lo que hace de la sexualidad un canto al amor y un poema a la vida en donde, de la intimidad de la pareja surge vida para dar continuidad a una estirpe, a una sangre, a un nombre, a la dicha de compartir vida dentro de esa estructura llamada familia, célula de una sociedad sana y base de un desarrollo social enriquecedor.
¿Queremos una república sana, una sociedad cuyo desarrollo sea soporte y tierra fértil para el crecimiento y cuidado de ciudadanos felices?, empecemos por lo básico, enseñemos sobre la alegría de la intimidad ¡Sí!, pero también sobre la conveniencia de vivir la sexualidad responsablemente, empecemos con amar a nuestros hijos y al margen de atavismos arcaicos, enseñémosles sobre su sexualidad y sus sentimientos… ¡Así de sencillo!