Cárceles vacías: retos del Sistema Penal Mexicano
Las leyes se crearon para ser obedecidas. Pero en México tal parece que se crearon para ver quien se las brinca con más ingenio. Quizá por eso en el país sufrimos de constitucionalitis crónica: ese imperante deseo de reformar la constitución a la primer provocación. Como ejemplo, la Constitución de Estados Unidos es una fracción de la nuestra y ha sufrido poco menos de treinta reformas en toda su historia, a ojo de buen cubero quizá muchas menos de las que recibió la nuestra el año pasado.
Los ex-presidentes priistocénicos terminan su sexenio y se apartan de la vida nacional, ejemplo puesto por el mismísimo Elías Calles quien tuvo el afortunado tino de dejarse exportar a otras tierras pa’ no interferir en la administración de Cárdenas. Los panufos por su parte terminan su sexenio y ya se sienten con tablas para andar opinando sobre de la vida nacional.
Entonces nuestro amado ex-presidente Calderón, gurú de la instituciones, sale a escena y nos dice que México aún no es un país de leyes. Interpretación freudiana: ¿Cómo es posible que Nieto no haya logrado en un año lo que yo ni siquiera intenté en seis?
Eso a la par de los hallazgos de la Auditoría Superior de la Federación: durante el intachable sexenio calderonista unos 285 mil millones de pesos fueron a dar quien sabe a donde. En otras palabras estamos lejos de que México sea un país de leyes. Entonces me pregunto ¿La declaración de Calderón no será más bien una respuesta que enmascara un “Atrápame si Puedes”?
Eso me lleva a preguntarme si en verdad el nuestro es un problema de leyes o es más bien un problema de descaro.
Regresando al asunto de las leyes, ya casi tenemos reglamentación en materia de consulta ciudadana, con el pequeño gran detalle que de ser aprobada como viene no se podrá hacer consulta ciudadana en temas de ingresos ergo no habrá consulta ciudadana sobre la reforma energética. Tal parece que PEMEX aun es visto como la gallina de los huevos de oro; y obvio sobre esa clase de temas es peligroso que el vulgo opine.
Constitucionalitis por un lado, leyes secundarias inexistentes o a gusto por el otro. Y luego dicen que este no es un país de leyes. ¡Por favor!